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Todos se levantaron temprano para acompañar a Ragnar al combate cuerpo a cuerpo. Lagertha estaba muy angustiada, se le veía en la mirada. Eyra apretaba la mano de su madre para darle fuerza mientras Atelsthan abrazaba a sus dos hermanos. Floki vitoreaba a su mejor amigo. Helga permanecía expectante. Lagertha ni Siggy emitían palabra alguna, se mantenía en suspenso por no saber lo que ocurriría con sus maridos. Cuando el Jarl hirió de gravedad a su padre, Eyra sintió que casi lastimaba a su madre, ambas se vieron unos microsegundos antes de girarse a la acción. Aún herido, Ragnar dio la tajada perfecta y el Jarl cayó, logrando el mutismo en la muchedumbre, quizá lo odiaban, pero nadie esperaba que ese fuera su final. Su padre lo hirió en la muñeca al caído, para que terminara de expirar su vida. El segundo al mando gritaba a la guardia que lo mataran, así que su tío tomó un hacha y lo hizo callar. Siggy levantó la cabeza sabiendo lo que significaba la muerte de su marido, así que se levantó y fue a apuñalar al esposo de su hija.

—Te aclamamos, Jarl Ragnar— dijo Siggy muy apenas—. ¡Te aclamamos, Jarl Ragnar! — alzó la voz para que, al igual que ella, todo mundo se inclinara ante el nuevo Señor de toda Kattegat. Su madre la soltó para caminar y pararse a lado de su marido.

Al gran salón entraron sus padres, ambos con la cabeza en alto. Detrás iban ella y sus hermanos, ambas a cada lado de Bjorn, el mayor. Todos les abrían paso hasta el trono. Todo mundo lo aclamaba para que tomara su respectivo lugar. Ragnar repasó el lugar con la mirada antes de contemplar a su hermano, este asintió con la cabeza y el matrimonio por fin se sentó. Los tres niños estaban a un lado, sentados en las pieles, a los pies de sus padres. Todos aplaudían la gran hazaña que significaba tomar posesión de su nuevo puesto.

—Señor Ragnar, he venido a jurar mi obediencia y lealtad a usted y a su familia desde este día.

—Leif, tú eres mi amigo— Ragnar le tomó la mano—. Y tú, Torstein, y tú, Arne, son mis amigos.

—¿Cuál es tu nombre?

—Tostig, Señor.

—¿Juras obediencia y lealtad a mí y a mi familia de hoy en delante?

—Entonces no será mucho tiempo— murmuró Rollo ganándose burlas de algunos.

—Por mis brazaletes, lo juro— dijo tocando dicha joya sagrada—. Pero también debo pedirle un favor, Señor.

—¿Cuál es ese favor?

—La próxima vez que vaya a saquear, lléveme con usted— muchos rieron ante su petición.

—No deseo insultarte, pero la verdad es que tú...

—¿Soy muy viejo? Sí, soy viejo, pero he sido guerrero toda mi vida. Muchos años navegué con el Jarl Haraldson, luché contra los hombres de este, vi morir a todos los compañeros de mi juventud. Aunque peleé con ellos en el muro de escudos, ni una sola vez me tocó una espada. ¡Todos los amigos y compañeros de mi juventud están muertos, festejando y bebiendo con los Aesir en las salas de los dioses! Mientras que yo fui abandonado, despojado. Por eso se lo suplico, Señor, regáleme la oportunidad de morir con honor en batalla y reunirme con mis amigos en el Valhalla.

—Este verano, tendremos más barcos para ir al oeste, ya que ese es nuestro futuro. Cuando regresemos a Inglaterra, llevémoslo con nosotros. ¿Todos a favor?

—¡Todos a favor! — gritaron una decisión unánime, pues era palabras muy sabias, no se le podía negar el Valhalla a guerrero tan grande como él.

—Tú no tienes que jurar, hermano.

—Sin embargo, lo haré. Juroserte fiel a ti, a tu mujer y a tu familia, mientras te dure la buena suerte—bromeó Rollo antes de que se abrazaran.

Después de hacer todos los preparativos para el gran funeral. Entraron en el puerto Ragnar Lothbrock junto a su esposa, detrás sus tres hijos, todos vistiendo sus mejores prendas. Ragnar aún se sostenía con el palo de madera. Todos aclamaban al nuevo Jarl. Siggy se abrió paso entre la gente para quedar de frente a su padre y pidió permiso para encender la pira, este se lo negó, la cara de la mujer se endureció ante aquel acto. Eyra las vio irse antes de que siguieran con el funeral. Mientras todos veían cómo se alejaba la embarcación en llamas, Ragnar se arrodilló y habló al vientre de su madre. Eyra fue de las pocas que se percató de aquella acción.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora