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Athelstan yacía gustoso de estar en casa de nuevo, se asomaba por la orilla del barco al divisar tierra, corría dentro del gran salón y Aslaug les daba la bienvenida a casa

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Athelstan yacía gustoso de estar en casa de nuevo, se asomaba por la orilla del barco al divisar tierra, corría dentro del gran salón y Aslaug les daba la bienvenida a casa. Eyra no se acercó, seguía preocupada por su amiga, Sigrid la llevó a parte, para que llorara su pérdida en paz y en soledad. El resto quedó en silencio, permaneció apartado en su propia mesa. Aslaug le informó a Bjorn sobre la libertad de cierta mujer, a lo que su hermana lo incitó a acercarse, ya podían estar juntos.

—Ya están aquí— dijo Elin.

—Y trajo a toda su prole— dijo Brenda.

—Él quiere afianzar la alianza con matrimonios ventajosos— dijo Eyra—. Ragnar tiene muchos hijos y él muchas hijas.

—Supongo que querrá unir su hijo contigo— dijo Brenda.

—Puedo ofrecer a Inga, es tan buena escudera como yo.

—Deberíamos volver con Kaira— dijo la susodicha—. No quiero estar en estos festejos.

—Ya está dormida— dijo Sigrid a la puerta de su cabaña.

—Igual le haremos compañía— dijo Brenda.

—Así jamás conseguirán marido— se burló Sigrid dejándolos pasar.

***

Torstein, Bjorn, Athelstan, Ragnar, Floki, todos ellos se reunieron a jugar en la plaza a lanzar la moneda en el balde, Brenda se les unió mientras las otras solo observaban y eso fue suficiente para que Sigrid perdiera la apuesta, pues al igualarse aún más a los hombres, por fin le echaron el ojo a la más joven de las cuatro. Brenda había ganado porque Inga seguía flechada con su amor imposible. Sus cercanos lo sabían y no quisieron opinar al respecto, Bjorn habló con ella en privado, no quería que se sintiera mal. Pasaron de juegos entre hombres, y las coladas, y las mujeres cuidando a los niños, a organizar una boda fugaz.

—El próximo verano, deberíamos regresar a Wessex, a reclamarle nuestras tierras al rey Egbert— dijo Bjorn durante una comida, pasados varios días—. Aquellos que quieran cultivar, que lo hagan y se dividan la tierra entre ellos.

—¿Qué haremos los demás? — inquirió el rey Horik—. Aquellos que no quieran ser granjeros.

—Fácil— intervino Eyra apenas sin verle—. Pueden unirse al rey Egbert y la princesa Kwentrith, en la guerra por Mercia.

—Seguro que serán recompensados— dijo Brenda.

—Estoy de acuerdo contigo— dijo Torstein—. Creo que debemos reclamar la tierra, pero no me gusta la idea de ser súbdito de Egbert.

—Aún tengo cosas que arreglar con él, y a diferencia de Ragnar, no confío en él— dijo el rey Horik—. Me recuerda a la gigante Hel, ¿te acuerdas? Su cara, su cuello, sus brazos, sus pechos, todo rosa. Pero debajo de su cintura, cada centímetro de su carne está podrido y negro verdoso.

—Sí, es cierto, padre— dijo Erlendur—. ¿Pero no es mejor ponerlo a prueba para ver si es honesto?

—Creo que está diciendo la verdad— dijo Ragnar.

—Entonces, aún eres inocente— dijo Lagertha—. Al parecer, no importa cuántas experiencias tengas, Athelstan, al final, sigues siendo el joven monje que conocí.

—¿Está de acuerdo conmigo? — reiteró Horik.

—No— dijo Lagertha—. Estoy de acuerdo en que aquellos que deseen cultivar deben hacerlo y también pedir la protección del rey Egbert. Pero algunos de nosotros, los que aún queremos incursionar, iremos a explorar y descubrir nuevos lugares.

—Bien dicho, madre— sonrió Eyra—. Skol.

***

—¿Cómo sigue? — dudó Brenda al entrar, luego de la comida y percatarse que quien estaba sentada, no era Sigrid, sino Kaira.

—Mejor— sonrió.

—¿Estás segura? — se sentó frente a ella y le tomó las manos.

—Ella no hubiera querido que me hundiera durante tanto tiempo.

—Es normal— dijo Inga sentada del otro lado—. Debes tener tu tiempo de lamentar la pérdida y asimilar lo que ha pasado.

—Gerda era fuerte.

—Y tú también— dijo Sigrid—. Llora cuanto sea necesario.

—Ahora está con los dioses, disfrutando del Valhalla— dijo Eyra—. Aún no es tu momento de acompañarla.

—Gracias— fue lo único que dijo antes de soltarse del agarre de sus cercanos para adentrarse en su alcoba y cambiarse por mejor ropa, tomar sus hachas e ir afuera, aún tenía semblante triste y la cara manchada por las lágrimas, pero ya había tomado la decisión de salir de ahí.

***

—¿Qué es eso? — inquirió Brenda.

—Un regalo de los dioses— dijo Torstein.

—No lo comas— intentó quitárselo.

—Tranquila, mujer— la besó para calmar y ella sonrió para tratar de darle apoyo. Se llevó aquello a la boca y pronto comenzó a convulsionarse, Brenda gritó pidiendo ayuda y, antes de que pudieran reaccionar a tiempo, ya no había nada por hacer.

—Torstein— lloraba mientras se arrodillaba a su lado.

—Juro por los dioses, que quien haya hecho esto pagará un precio muy caro— espetó Bjorn ayudándola a pararse.

—Encontraremos al culpable— Floki tomó el rostro de la joven viuda. Apenas unas semanas de feliz matrimonio—. Lo desollaremos y usaremos los caballos para hacerlo pedazos.

—Cualquier castigo es poco— espetó Eyra llevándose a su amiga.

—Cualquier castigo es poco— espetó Eyra llevándose a su amiga

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El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora