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Los tres acompañaban a su madre para las sesiones públicas, pues debía resolver los conflictos de la gente del pueblo. Le causaba gracia que un hombre se quejara de su esposa, una mujer que no era honesta, no entendía a la perfección el asunto, pero eso era algo importante para ella, la honestidad, dejaba de hablar durante días con su hermana si le ocultaba algo por mínimo que fuera, Bjorn por el contrario, le daba las explicaciones necesarias para tenerla contenta. El problema se resumió en que Heimdall los visitó y se preguntó si algún día sería visitada por alguno de los dioses.

Tal vez eso era importante, pensó retomando en conflicto entre parejas, veía a sus padres darse lecciones el uno al otro de formas peculiares, pues tomaban un palo y el escudo para simular un combate, en algunas ocasiones intervenía ella, en otras Bjorn, Gyda jamás se metía. La confianza era importante, a su ver, su madre jamás desconfiaba de su padre, lo alentaba a seguir, ahora este hombre ponía en entredicho a su mujer a la mínima provocación, quizá no la amaba lo suficiente.

Veía a la asamblea burlarse de la pareja, por la desconfianza, era un niño bello y se apreciaba sano, ¿qué más quería luego de tantos años de penurias por no poder concebir? Seguro Heimdall pensó que era tiempo de bendecirlos con un hijo. Vio que Athelstan se interesaba por la mención de un nuevo dios, para ser un hombre de fe, demostraba muy bien su papel, sus deseos de adquirir más conocimiento. Gyda veía a su madre con deseos de aprender de su ejemplo y Bjorn a ser un líder como digno sucesor de su padre. Eyra era la hermana gemela de él, pero prefería cederle ese don a su amado hermano.

La relación con sus hermanos era especial, los amaba a ambos, tenía una conexión especial con Bjorn por haber nacido al mismo tiempo, sin embargo, con Gyda no podía ser mejor, ya que ambas eran mujeres y entendían bien los pensamientos de la otra a pesar de llevarse un par de años. Los tres sabían usar el hacha y el escudo aunque aún les resultaran armas pesadas. Dormía con su hermana y a veces contaba historias hasta tarde con su hermano. Para ella no existía la traición entre hermanos, pues los amaba.

—Mi señora Lagertha, espero que tenga la misericordia de hablar con la esposa del difunto Jarl— dijo Atelsthan entrando con la mencionada, mientras los miembros de la familia acomodaban el lugar.

—Por supuesto. Hola, Siggy, por favor, únetenos.

—¡Espera! El Jarl Haraldson intentó matar a mi padre— espetó Bjorn.

—No así, ella no— murmuró Eyra a su hermano.

—Lo sé, si lo hubiera logrado, yo estaría parada donde Siggy ahora— dijo Lagertha—. Así que, ¿qué te gustaría que le dijera?

—Le pediría que se sentara.

—Gracias— dijo Siggy.

—¿Qué puedo hacer por ti?

—Es lo que yo puedo hacer por ti— dijo Siggy—. Quiero servirte.

—Eso no es necesario.

—Recuerdo muy bien cómo servía al padre de mi iglesia— intervino Atelsthan—, y no me hizo daño. De hecho, encontré en el servicio una gran libertad y honor, cuando acepté que debía olvidarme de mí y servir al padre Curthbert, me volví un hombre feliz.

—Si realmente lo quieres, acepto tu oferta.

—Gracias— se paró de su asiento y se arrodilló frente a Lagertha—. Tú y tu hija están ahora bajo mi protección, pero nunca te trataré como a un sirviente.

Y deseaba ser como ella, ganarse el amor de cuantos conocieran a su madre. Entendió la estrategiade Siggy, ahora podrían convertirla en esclava por la caída de su marido ynecesitaba brindarle un futuro a su hija. Su madre era justa, benevolente y una gran guerrera, muchos la llamaban valquiria por sus grandes hazañas en el campo de batalla, quería ser como ella, ganar grandeza, fama, no por ser hija de sus padres, sino por ganárselo a pulso, siendo el mejor ejemplo para los demás e inspirando a mujeres tal como Lagertha lo hacía.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora