El fin de la Era Dorada

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Había pasado tanto tiempo desde que vio partir a su familia, desde que vio la luz del sol y sintió la brisa del mar. Estaba muy mal herida y debía ser curada, pero no tenía a su fiel escudera que disfrutaba de curar sus heridas. Con el tiempo la sangre dejó de brotar de su piel. Encadenaron sus manos para que no tratara de defenderse. La dejaron a su suerte durante un tiempo. Hubiese preferido que se mantuvieran así, que la olvidaran en su mazmorra, mas no fue así, un día la condujeron hasta una celda más lejana, apartada de todos y la tomaron entre cinco hombres, tomaban turnos, intentaron hacerlo todos al mismo tiempo.

Entendió el dolor por el que había pasado su amiga, lo mal que se sentía, la necesidad de abandonar el cuerpo. Se sentía sucia, rota, horrible, inservible, que había perdido su valor de mujer y había traicionado a su esposo de tantas formas impensables. Cuando la abandonaron de nuevo, suplicó entre llanto una respuesta a los dioses a su sufrimiento, por qué la desgracia se sevaba sobre ella y su familia, no le dieron noticias si sus hijos y nieta habían llegado con bien a Kattegat, si la noticia de lo ocurrido había llegado a su hermano, o si su esposo estaba vivo. Por el contrario, un par de días después, uno de sus grandes temores se hizo realidad, sintió la sangre bajar por sus piernas y manchar su vestido.

***

—Hali.

—¿Dónde están mis niños? — exclamó Bjorn nada más bajar de la embarcación.

—Ven, vayamos a saludar— sonrió Aren al tomar la mano de su esposa.

—Hola, Lagertha— sonrió Thorun—. Hay alguien muy importante que debo presentarte.

—Por todos los dioses— comenzó a derramar lágrimas de alegría.

—Es Angrboda, nuestra hija— sonrió Aren a su abuela.

—Los dioses sí que los han favorecido— se emocionó al cargar a su bisnieta.

—Torvi, querida— se acercó Einar con Sigurd en brazos.

—El rey se rebaja para visitar a una granjera solitaria— dijo Lagertha aún cargando a la bebé—. Pero, ¿y la reina? ¿Dónde está tu hermana?

—No te ves tan solitaria— dijo antes de abrazar a su madre—. Ubbe, Torvi. Hay que darte crédito por los niños.

—Y a Ubbe.

—Claro, y a Ubbe.

—Hermano— lo abrazó.

—Ven— dijo Lagertha.

—Me gusta este lugar— dijo Bjorn.

—No has contestado mi pregunta, ¿dónde está Eyra?

—Nadie lo sabe— dijo Egil—. Nuestro pueblo fue atacado, Eyra vio el peligro y nos ordenó venir aquí.

—Tomamos a mis hermanos y salimos de ahí— dijo Gyda.

—¿Y por qué tanta indecisión? Es tu hermana y tu mejor amigo, ¿por qué no habrías de ir en su auxilio?

—¿Dejarías que Olaf la matara? — inquirió Einar.

—Eyra te siguió siempre, nunca cuestioٖnó ninguna de tus decisiones— dijo Lagertha—. ¿No fue ella la que puso el ejército de Halfdan a tu disposición?

—Y luego me traicionó.

—Tenía que irse— dijo Torvi—. Su lugar es a lado de su esposo.

—No, amenazó con arrebatarme Kattegat.

—Ella jamás haría algo así— dijo Ubbe.

—No pienso abandonarlos— dijo Bjorn.

—Yo temía dejar sola Kattegat cuando Ragnar me dijo que fuéramos a saquear— dijo Lagertha.

—Hvitserk puede cuidar de ella— dijo Bjorn—. ¿Qué?

—No está en condiciones para encargarse de la defensa de Kattegat— dijo Ubbe.

—¿A qué te refieres?

—Todos lo vimos— aseveró Thorun.

—Hvitserk está enfermo y es un ebrio— dijo Ubbe.

—Sí, no puedo negarlo— dijo Bjorn—. Quizá Kaira acepte quedarse atrás, después de todo, aún debe recuperarse.

—¿Qué le pasó? — inquirió Lagertha.

—Primero partimos nosotros— dijo Einar—. Gisli y Elin murieron para darnos tiempo a escapar, luego llegaron Kaira y Viggo, por último Sigvold.

—¿Y tú?

—Viene conmigo— dijo Gyda al tomar su mano.

—Podemos retrasar el viaje— dijo Ubbe—. Para que vayas, mientras los demás terminan de recuperarse, pues querrán saber qué pasó con los reyes.

—Nosotros permaneceremos aquí— dijo Daven—. Si no tienes problema, abuela.

—Aquí estarán a salvo— sonrió Lagertha, sentía tanta dicha de ver ahí  a todos sus nietos y poder conocer a su bisnieta.