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El viaje de regreso era largo. Bjorn se mantenía meditabundo, era el líder directo del gran Ragnar Lothbrok por ser el primogénito, la única que lo podía disputar era su hermana, la princesa Eyra, pero ella no deseaba el trono de su hermano, apoyaría la carrera de su hermano sin ningún problema, lo amaba lo suficiente para enfrentarse a sus otros cuatro hermanos por sentarlo en el trono. Sus doncellas la llamaban y ella no contestaba, comía y bebía cuanto le ofrecían, salvo que seguía sin hablar. Solo emitió palabras para despedirse de su tío y agradecer por los obsequios que seguro le costarían una discusión o dos con su esposa Gisla. Siempre admiró y respetó a dos mujeres cristianas, ella era una de ese par.

Escuchaba a su esposo y cuñado murmurar. Sabía de las ambiciones del rey Harald y su esposo trataba de no ceder ante ellas para no herirla en el proceso porque sabía que se llevaban bien pero nunca terminarían de comulgar, de poner sus ambiciones en la misma dirección. El tiempo había pasado y esperaba dar a luz antes de marchar a vengar la muerte de su padre, no estaba dispuesta a perderse de algún suceso importante por sus labores de madre. Kaira la acunaba y abrazaba, dándole apoyo, pero nada la consolaba. Elin sugirió ponerle uno de sus nuevos vestidos, aunque fuera en vano, pues sabía que no entraría en ellos por su gran vientre.

Seguramente ya comenzaban a llegar aquellos pueblos que contestaron a la llamada de los hijos de Ragnar para vengar su muerte. Los cuernos sonaron y anunciaron su tan ansiado retorno a Kattegat. Elin la ayudó a ponerse sus pieles encima, a envainar la espada para hacer la marcha al gran salón junto a su hermano, su esposo y su cuñado a la cabeza. Sus doncellas empujaron la puerta y entraron todos a la par con semblante serio. Ya había un ambiente tenso, su madre sentada en el trono, con Ubbe y Ivar en el centro del salón, claramente amenazando su persona, pues su séquito era frenado por gente del menor de los seis.

—Si la matan, tendrán que pasar por encima de nosotros— dijo Bjorn. Eyra cubría su estado con las pieles, así que se paró a lado de su hermano.

—Quizá deberíamos— dijo Ivar.

—Cierra la boca— pidió Ubbe al mismo tiempo que EYra espetaba.

—Ella asesinó a nuestra madre— dijo Ubbe.

—Lo sé— dijo Bjorn—. Buscan venganza.

—Yo también— dijo Eyra—. Pero es más importante vengar a nuestro padre.

—Vinimos por ese motivo— dijo Bjorn—. Y eso es lo que haremos—Lagertha tiró la espada, Ubbe bajó el hacha, él y su hermano salieron del gran salón y soltaron a las escuderas—. Entonces, ¿te vengaste?

—Hola, hija, estás...

—Muy gorda, lo sé— sonrió abrazando a su madre como podía.

—¿Ya no falta mucho, no es así?

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora