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—Están lanzando monedas, ¿por qué no vas?

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—Están lanzando monedas, ¿por qué no vas?

—Nunca ha sido mi fuerte— dijo Elin.

—Inga se divierte.

—Bueno, Torstein ya arruinó la diversión.

—Ahora Kaira y él se pelearán por ese brazo.

—Será digno de ver.

—No eres esclava, puedes buscar hombres, viajar y conocer lugares, pero te quedas aquí, taciturna, ¿segura que estás bien?

—Tal vez los dioses quieren que permanezca aquí, a tu lado hasta que ambos estemos litas.

—Es lo más seguro— Elin la abrazó mientras veían cómo Floki, Kaira y Frollo le quitaban el brazo a Torstein.

—Han vuelto los mensajeros.

—Significa que debemos marchar, ya saben dónde están.

—¡Aguarden! — gritó Kaira alzando la mano, los amigos del hombre lo rodearon: Floki, Rollo y Ragnar.

Estaba muy débil, pero Rollo lo ayudó a avanzar para que no se quedara atrás. Kaira iba más atrás, pensando, las tres amigas poco adelante. Debían escalar una montaña y se esperaba un viaje pesado. No así, llegaron pronto, Bjorn avanzó un poco más para avistar posibles enemigos. Torstein pidió ir primero, a pesar de ir a trompicones, nadie lo detuvo, hablaba de su valentía y su fuerza de voluntad por querer seguir. Todos permanecieron expectantes, a su retorno o una señal de su inevitable final.

Todos se pusieron de pie y corrieron, casi sin organización, a acabar con los sajones. Las tres corrían con el escudo en alto para proteger el rostro mientras avanzaban. Kaira y Floki seguían con sus apuestas para saber quién mataba más sajones. Bjorn no se concentraba en pelear, sino en proteger a la chica. Eyra lo vio y no se devolvió a ayudarlo, ya iba adelantada, casi alcanzaba a su padre. Los sajones a su lado, comenzaron a disparar, así que Ragnar y Eyra veían la masacre desde su lugar. Elin e Inga se quedaron poco más atrás.

—¿Qué ocurre?

—El sajón se rindió— dijo Inga a su amiga.

—Hora de disponer de los muertos— dijo Elin.

—¿Cómo vamos a decirle? — inquirió Kaira.

—Es posible que Freya ya la haya visitado— dijo Eyra.

—Algo le pasó a Bjorn— dijo Inga.

—A él no— dijo Rollo.

—¿Aún está viva? — dudó Ragnar.

—Sí— dijo Bjorn con los ojos cristalizados—. Pero su rostro... es mi culpa, no la protegí.

—Para eso es su escudo— dijo Ragnar.

—Así es como ganamos y así es como morimos— dijo Eyra—. ¿No quería emular a nuestra madre y pelear en el muro de escudos?

—Pero está embarazada— les dijo entre dientes.

—¿Y la dejaste venir? — inquirió Ragnar, luego lo abofeteó—. Probablemente muera, con tu hijo en sus entrañas y será tu culpa porque tienes la fuerza de un hombre, pero la voluntad de una niña. No puedo creer que seas mi hijo. ¡Ni siquiera puedo mirarte!

—No creo que muera— dijo Rollo—. Ella quiere vivir, tiene mucho por qué vivir. Pero si te escucha lamentar y llorar, ella elegirá morir. Sé fuerte, sé un hombre, haz que vuelva de Valhalla. Pero haz que valga la pena, ya está a las puertas.

—Eyra— abrazó a su hermana.

—Es su culpa, ella ya lo sabía y decidió venir— dijo la rubia—. Tienes parte de la culpa, sí, haz bien las cosas ahora.

Y viajaron, luego de recuperar al príncipe, movieron el asentamiento a otro lugar. En la carreta iba Bjorn, cuidando de su amada, Eyra marchaba a su lado, de vez en cuando le daba la mano para brindarle apoyo y paz, le hacía mucha falta. Vio a la princesa seguir de nuevo a su padre. No la culpaba, Ragnar tenía ese encanto. Luego, fue a ver a su cuñada, se veía mejor, más reposada. Inga se ofreció a ayudarla durante el camino de regreso con el resto. Volvieron al castillo y tuvieron una audiencia con el rey Egbert, saludó a su madre y le suavizó la noticia para cuando se acercó Bjorn.

—No debió pelear.

—Es terca— dijo Eyra cuando su hermano marchó—. Inga la cuida.

—¿Y ella cómo lo lleva?

—Dice que ya lo arreglaron— sonrió con pesar—. Ya no está flechada. Iré con Elin.

—¿Y si me quedo con un sajón? — se burló entregándole una bebida.

—Me gusta esta fiesta.

—Skol por eso.

—Deberíamos tenerlas así de grandes y privadas cuando volvamos.

—No seré reina, estoy por debajo de Bjorn, aún está por verse si Porunn sobrevive.

Pero la paz y la tranquilidad de la fiesta se vio opacada por el envenenamiento y presunta muerte del hermano de la princesa, quien ahora se había convertido en reina, pues, al parecer, fue ella quien lo envenenó. Brindaron en su salud y dejaron caer las copas. El rey Aelle no estaba contento con la nueva promulgación, Egbert y Ragnar se vieron con complicidad, así que Eyra y Elin hicieron lo mismo, solo fueron peones en el juego de la ahora reina y aceptaron sin rechistar. Eso era de admirarse, cayeron con facilidad en el juego de los sajones.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora