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—No quisiera que nos dejaras

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—No quisiera que nos dejaras.

—Yo no pertenezco aquí, sin Bjorn...

—Es a la memoria de Bjorn a la que nos remitimos— dijo Eyra—. Mi hermano te amaba, no te puedo desamparar.

—Quédate, Gunhild, por favor— Halfdan tomó su mano para llamar su atención.

—No es necesario que vuelvas al muro de escudos— dijo Kaira—. Necesitamos tu ayuda para que cuides de los príncipes.

—¿Lo prometen?

—Jamás rompo una promesa— dijeron los esposos a la par.

—Señores— llamó Einar—. Ya es la hora.

—Cuida a los pequeños— dijo Eyra al ponerse de pie y besarle los labios—. ¿Vienen?

—La criatura es floja y debes poner de tu parte— dijo Kaira al ver los quejidos de la princesa.

—¿Tú estás lista? — inquirió Eyra con una bella sonrisa.

—¿Tengo cara de estar lista? — se quejó Gyda.

—Tienes cara de que no te quieres esforzar— se burló su padre.

—¿Y a él quién lo dejó entrar? — comenzó a gruñir.

—Ya hice mi trabajo, diviértanse— dijo Halfdan, besó la mejilla de su hija y salió de ahí.

—¿Es normal que haga eso? — entró Gunhild.

—Thorun batalló para parir a la bebé, así que Viggo y él la hicieron enojar— dijo Eyra.

—No nos dejaba cortar, tuvo la fuerza para correr lejos de mí— se burló Kaira.

—¿Es normal que duela mucho? — se tiró al suelo para comenzar a gatear por el suelo.

—Puede ser peor— dijo Thorun caminando detrás de ella.

—La ventaja es que no ha habido un ataque en un par de meses, tus nietos pueden llegar sin problemas— dijo Gunhild.

—Necesito que te esfuerces— la reprendió Eyra.

—¿Qué no ves que eso hago?

—¿Tú te das cuenta de la cantidad de hermanos que tienes? Si te lo digo, es porque sé de lo que estoy hablando.

—No me hables en ese tono— gruñó y comenzó a gritar hasta que por fin se escuchó el llanto del bebé.

—Ya está aquí— sonrió Gunhild al entregarle el bebé a la madre. Einar empujó a todas las mujeres para sentarse a lado de su esposa y apreciar a su hijo.

—¿Y cómo lo vas a llamar? — se acercó de nuevo Halfdan para abrazar a su esposa por la espalda, feliz de ver a su segundo nieto.

—Floki— sonrió la princesa Gyda. Se ganó sonrisas de todos y la mirada de Kaira se volvió triste, desde que falleció Helga que no volvió a ver a su mejor amigo.

—Bien, dejémosles descansar— llamó Eyra—. No abrumen al bebé.

—¿Quieres caminar?

—Vamos a lo alto de la montaña.

—¿Qué pasa?

—¿No puedo disfrutar de la soledad de mi marido?

—Disfruto estar así contigo.

—Sé que no te gusta el poder, no disfrutas de tu posición, aún no has renunciado a la corona.

—Tú sí lo disfrutas, te sientes la digna heredera de tus padres, de tu hermano, no podría quitarte eso.

—Algún día tendré que hacerlo, ¿no?

—No será pronto— le besó la mejilla.

—¿Extrañas a Harald?

—Cada día de mi vida.

—Es un largo camino el que hemos recorrido juntos...

—¿Te arrepientes de algo?

—¿Y tú?

—Haber traicionado a mi mejor amigo, aunque no haya sido mi propósito.

—He lastimado a los dos hombres más importantes de mi vida y temo que nunca me perdonen.

—¿Crees que no te he perdonado?

—Las cosas cambiaron mucho desde la muerte de Harald, ahora que he perdido a mi hermano, lamento tanto haberte quitado el tuyo.

—No creo que el soldado Rus se sienta atormentado por haber matado a Bjorn.

—Pues debería.

—Ambos ya disfrutan del Valhalla, no hay que perder el tiempo pensando en los muertos, sino en los que vendrán.

—Tener a Angrboda y Floki me hace sentir longeva.

—Todavía falta que Thorun tenga a su segundo bebé.

—¿Quieres ir a un nuevo saqueo?

—¿Por qué no?

—Creí que ya había pasado tu tiempo de seguir viajando.

—Encontrarme en el Mediterráneo fue lo mejor que me pudo haber pasado, pero nada se compara con estar a tu lado.

—Si un día decides volver a viajar, yo no tengo problema.

—Solo si vienes a mi lado.

—Mi lugar es a tu lado—sonrió dejándose abrazar por su esposo, veían Kattegat, la inmensidad de la ciudad comercial que construyeron Ragnar y Lagertha, que Bjorn llevó a su máximo esplendor y Eyra trataba de preservar.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora