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—Astrid se alejó de aquí, no hay nada que Lagertha no pudiera hacer— dijo Marguerethe—

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—Astrid se alejó de aquí, no hay nada que Lagertha no pudiera hacer— dijo Marguerethe—. No tenía poder, ¿esa no es la prueba?

—¿Prueba? — inquirió Torvi.

—¿Prueba de qué? — espetó Eyra al entrar, seguida de su doncella, la esposa de Ubbe se sobresaltó y se puso de pie.

—Los dioses se han vuelto contra ella.

—¿Cómo puedes decir eso? — exclamó Torvi desde su sitio, mientras la princesa examinaba a la más joven—. Estás hablando de Lagertha.

—Y solo eres una esclava.

—No soy esclava ahora, en mi cabeza nunca lo fui.

—Ese es tu problema— la tomó del mentón para que la encarara—. El que te hayas casado con Ubbe no significa que dejes de ser esclava, solo Lagertha te puede liberar porque ella es tu Señora.

—Somos iguales a Lagertha, Torvi, tú y yo— escupió al empujar a la princesa, Elin tomó su hacha con fuerza—. Todos lo somos.

—Tienes razón, Marguerethe— dijo Lagertha bajando el hacha de su amiga—. Todos somos iguales.

—No sabía que estabas escuchando.

—¿Y qué importa? Si yo no escuchara, los dioses lo hacían, es lo mismo— repuso Lagertha al avanzar—. De todas formas no siento nada por ti. Podría matarte por hablar de traición, pero estoy harta de las traiciones. He visto la traición toda mi vida. Todos los hombres que conocí me traicionaron y la mayoría de las mujeres también. ¿Qué quieres que piense?

—No todas las mujeres quieren traicionarte— dijo Torvi.

—Por supuesto que no, Torvi, pero con una oportunidad...— se giró de nuevo—. Margrethe, conspira contra mí, si quieres, pero, si puedes tener el coraje de ser leal, entonces, te respetaré como a ninguna otra— su madre la puso en su lugar y comenzó a derramar lágrimas—. Eras una esclava que no tenía opción, pero ahora, como mujer libre, puedes elegir amarme.

—Una cosa sí te digo, niña— dijo Eyra cuando la alcanzó—. Puedes endulzarle el oído a tu esposo y llorar para que Lagertha ya no diga nada en contra tuya pero, si sigues intrigando contra mi madre, la ira de Kaira y Torvi será poca. Después de Lagertha, aquí estamos Bjorn y yo como sucesores y ambos tenemos un gran ejército que nos respalda para acabar contigo o con quien sea. ¿Quedó claro?

—Sí— apenas y emitió sonido.

—¡No te escucho!

—Sí— se desplomó en el suelo a llorar. Eyra suspiró con satisfacción y marchó de ahí.

—¿Necesitas intimidar a una niña para reafirmar tu posición?

—Cállate, Einar.

—Sé que estás molesta...

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora