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Seguían tirando para bajar los barcos. Cualquiera diría que la bajada era más sencilla, pero era terreno no explorado y no estaban seguros de que el plan funcionara a la perfección. Harald ordenó a sus hombres saquear un poblado cerca, para obtener provisiones. Halfdan entró a un gallinero, seguido por su esposa, partió un huevo con su hacha y lo bebió completo, luego ofreció uno a su mujer, en verdad que tenía hambre. Halfdan tomó varios antes de salir.

—¿Huevos? — dudó y Harald alzó la mano para intentar atrapar uno pero solo consiguió romeprlos y mancharse en el proceso. Halfdan y Eyra reían antes de que Harald se contagiara de la risa.

—Hay mujeres aquí— dijo el rey, luego vio a su esposa.

—Ve— dijo antes de volver a lado de Elin.

—Has pasado mucho tiempo sin estar con una— dijo Halfdan luego de derribar el escondite de los cristinos en el granero.

—No tienes que volver por mí— dijo Eyra luego de disfrutar de la masacre que habían logrado en el lugar.

—Yo quise volver.

—Gracias— dijo algo apenada. Halfdan la jaló del brazo y la besó con efusividad, ella envolvió su cuello con ambos brazos y le acarició el cabello. Disfrutaron del beso hasta que el rey los llamó—. Él está celoso— sonrió antes de comenzar el camino.

—Volvieron— dijo Bjorn.

—Disfruta de la comida que conseguimos— dijo Eyra.

—¿Los mataron?

—Claro que sí— dijo Harald.

—Anda, come— lo alentó su hermana. Se escuchó un fuerte grito que los puso en alerta y Torvi corrió hacia ellos.

—Es Lagertha, será mejor que vengan— dijo apenas se asomó al campamento. Bjorn, Eyra y Ragnar apresuraron el paso detrás de ella. Entraron en su tienda y la vieron ahí, rota, cansada y envuelta en sangre. Se arrodillaron a su lado.

—Perdí a mi hijo— susurró Lagertha—. Sabía que no podía tenerlo, sin importar lo que hiciera. El profeta me lo dijo hace mucho tiempo, pero esperaba poder torcer el destino— Bjorn y Eyra solo la veían, no sabían qué decir al respecto. Ragnar la abrazó, acunando su cabeza y besándosela para brindarle apoyo.

—Está bien— dijo su padre. Lagertha lloró en sus brazos y sus hijos se sentían impotentes al ver su sufrimiento, Eyra se sujetaba a su hermano para no llorar.

—Vete— dijo su madre al soltarse del agarre—. Solo vete, déjenme sola— pero no la dejaron, solo se sentaron más atrás.

***

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora