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—Bienvenido, rey Horik— habló Eyra—, el Jarl Ragnar aguarda

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—Bienvenido, rey Horik— habló Eyra—, el Jarl Ragnar aguarda.

—Que bella doncella— un joven rubio le besó la mano.

—No sea tan permisivo con la hija de Ragnar— Kaira habló en tono frío.

—¿Dónde está Athelstan? — dudó Eyra cuando se reunió de nuevo con ellos tras servir la comida.

—Si tuvo suerte, murió en batalla— dijo el rey Horik.

—Pobre Athelstan— murmuró Eyra agachando la cabeza.

—Mis hermanas y yo llegamos a quererlo cuando éramos chicos— dijo Bjorn tomando la mano de Eyra.

—Los engañó, nunca cuestionó a su dios cristiano— dijo Floki —. Era nuestro enemigo, deberíamos regocijarnos por su muerte.

—Entonces, ¿qué planeas hacer ahora? — Ragnar retomó la conversación.

—¿Qué crees, Ragnar? Quiero vengarme del rey Egbert. Deberíamos planear un ataque lo más pronto posible.

—Me daría mucho placer ser parte de esa venganza— dijo Rollo—. Sin duda, Egbert merece un castigo.

—Estoy de acuerdo— dijo Ragnar—. Debemos regresar a Wessex.

—Admiro su entusiasmo— dijo Kaira.

—Esto es solo el principio, observa— sonrió Eyra.

—Pero primero, el Jarl Borg debe pagar por lo que le hizo a mi familia y a nuestra gente.

—Perdóneme, amo— habló una esclava tras derramar el líquido sobre su hermano, Inga iba a protestar, pero Bjorn habló más rápido.

—No, no importa.

—Lo siento, debo retirarme— dijo Inga a su amiga.

—Yo hablaré con ella— aseguró Elin.

—¿Está bien? — inquirió Bjorn.

—Ya sabes— Eyra se encogió de hombros.

—... ¿qué te parece?

—¿Quiere limar viejas asperezas o avivar la llama? — dudó Eyra antes de llevarse un trozo de carne a la boca. Floki, Helga, Kaira y Brenda rieron ante su atrevimiento, Bjorn solo se sonrió a modo de apoyo.

Al terminar la comida, fueron a despedir a su tío al puerto. Eyra lo abrazó y ofreció a una de sus doncellas, Rollo declinó alegando que era muy pronto para llevar refuerzos y el Jarl se sentiría amenazado, pues las vio en combate y sabía que no solo se trataban de caras bonitas. Siggy vio a su sobrina política y esta le devolvió la mirada amenazante, con ella no se metería. Se mantuvieron un rato ahí, viendo cómo se alejaba el barco antes de marcharse a su cabaña para seguir bordando.

—Buenos días.

—Erlendur— Eyra asintió con la cabeza.

—¿Cómo le sienta el retorno a Kattegat?

—De maravilla, es mi hogar, aquí están mi padre y mi hermano Bjorn.

—No así su madre.

—¿Y qué quieres? Sabes que si Bjorn o mis escuderas te ven coqueteando conmigo, te cortarían en trozitos.

—Soy el hijo del rey Horik.

—Y ella la hija del gran Ragnar Lothbrok— dijo Bjorn a su espalda—. No hay punto de comparación.

—Retírate— espetó Elin.

—Gracias por avisarme— asintió la doncella y volvió adentro—. No deberías estar a solas con un hombre— dijo Bjorn sentándose a su lado.

—Ni tú, pero esa esclava es hermosa— sonrió Eyra.

—¿Lo apruebas?

—Si te hace feliz, adelante.

—Pronto llegará alguien para ti.

—El esposo de Lagertha te odiaba porque fracasabas cada compromiso que me imponía.

—Solo fueron siete.

—Pocos— rió por lo bajo.

—Si se vuelve a acercar a ti, o el rey Horik, quien sea, que Kaira no dude en desmembrarlos.

—No te preocupes, Horik está más ocupado a las faldas de Siggy.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora