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—¿Y crees que Ivar quiera volver? — inquirió Gunhild

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—¿Y crees que Ivar quiera volver? — inquirió Gunhild.

—No me interesa lo que le pase en batalla— dijo Eyra.

—¿Cómo va la flota? — inquirió Halfdan.

—Esta parte siempre me recuerda a Floki— suspiró Kaira con nostalgia.

—Mi padre zarpó a Inglaterra, al Reino Franco y al propio Valhalla en los barcos de Floki— sonrió la reina.

—No tuve la dicha de conocerlo— dijo Gunhild.

—Ya se fue— dijo Kaira—. Los mejores siempre se van.

—Oye, seguimos aquí— sonrió Sigvold.

—No quería...— los amigos rieron y Gunhild se vio contagiada, le agradaba ver esa amistad entre ellos.

—Floki decía que sus barcos nunca embestían las olas como una cabra, sino que las atravesaban... como un arco iris— sonrió Halfdan.

—Que no te gane la nostalgia, cariño— sonrió Eyra al tomarlo de la mano.

—Madre, creo que me quedaré— dijo Gyda.

—¿Estás segura?

—Ansiaba tanto esto, tú y papá llevan meses planeando todo esto, pero Einar y yo estamos esperando a nuestro segundo bebé y no quisiera que se malograra por ir a la batalla.

—Me alegra tanto oír eso— sonrió la reina y abrazó a su hija.

—Muchas felicidades, amigo mío— Halfdan abrazó a Einar.

—Entonces cuidarán también de Angrboda, Floki y Gerda— dijo Kaira.

—Así es, Señora, cuidaremos de ellos y del reino— dijo Einar.

—Entonces no queda nada más por dilucidar— dijo Viggo.

***

—Ya estoy lista.

—¿Para qué? ¿Por qué traes puesta tu armadura?

—Voy a ir contigo, cuidaré de ti.

—¿Qué ha pasado? Tú ibas a dirigir Kattegat mientras volvíamos.

—Freya habló conmigo durante la noche, mi lugar está a tu lado.

—No soy quién para ir en contra de la voluntad de los dioses.

—Aseguraré que terminen de cargar los barcos— reverenció Gunhild.

—Bien, Dhalia, Sigurd, obedecen a su hermana, ¿está claro?

—Sí, madre— sonrieron ambos antes de abrazar a la reina.

—Los voy a extrañar— los llenó de besos.

—Y nosotros a ti— dijo Dhalia, la mayor de ambos niños.

—Despídanse de su padre— sonrió Eyra antes de ponerse de pie.

—Pórtense bien, ¿sí? Volveremos pronto— dijo Halfdan luego de mimar a cada uno. Los reyes también besaron a sus nietos antes de subir al barco.

***

—No creo que debamos atacar la villa real— dijo Viggo—. Los sajones deben haber aumentado sus refuerzos y defensas de la última vez.

—Debemos sacar al rey de su fortaleza— dio Ivar.

—¿Hablas de enfrentarlo en un lugar que elijamos? — se interesó la rubia.

—Obligarlo a ello.

—¿Cuál sería? — inquirió Hvitserk.

—Aquí, Edington— señaló el mapa—. Ragnar me llevó por esta colina empinada fuera de la ciudad a las murallas de un antiguo fuerte. Mirando hacia el valle dijo: "es el lugar perfecto para una batalla".

***

—Ven.

—¿Quieres que todos me vean?

—No necesitas desnudarte, acompáñame.

—Tú no pierdes ocasión— sonrió ella cuando su esposo le besó el cuello.

—Siempre es la mejor ocasión de abrazar a mi esposa.

—¿Por qué no te sumerges y me besas? — el rey así lo hizo, tomó aire y se adentró en el agua sin soltar la cintura, comenzó a depositar besos en su vientre y subió por su estómago, entre sus senos, su pecho, su cuello y le besó la comisura de los labios con ternura.

—Te amo, Eyra.

—Yo también te amo, Halfdan.

***

—¿Podrían dejar su ternura para después? — se acercó Egil a ayudar a su madre a bajar del barco.

—Alguien está celoso— sonrió Sigvold y todo el séquito se rió.

—Créeme, hermano, eso es de siempre— Aren le puso una mano en el hombro.

—Lo dices porque aún no te has enamorado— dijo Thorun.

—Señora, Ivar los espera— llamó Gunhild.

—Creo que ya estamos aquí— dijo Halfdan—. Hasta ahora no hemos visto a los sajones, pero a partir de ahora, deberemos pasar por sus aldeas y pueblos.

—No queremos arriesgarnos a un gran e inesperado encuentro— dijo Eyra—. No tengo duda de que saben que vamos por río.

—Por eso debemos dejar de intentar ser invisibles— dijo Ivar—. Al contrario, debemos anunciar nuestra presencia, empezar a esparcir terror entre los habitantes.

—Por primera vez, me caes bien— dijo Kaira al tomarlo del hombro.

—Hvitserk y yo guiaremos a un grupo mañana— dijo Ivar—. Podemos robar unos caballos y averiguar si Alfred está reuniendo un ejército.

—No se olviden del alimento— dijo Halfdan.

—Nos iremos al amanecer— dijo Ivar.

—Yo iré con ustedes— dijo Sigvold.

***

—¿Quieres hablar?

—¿Sobre qué?

—La inesperada visita de Freya.

—No— dijo casi en un titubeo.

—Está bien, es tu secreto y debo respetarlo, solo que me sorprendió ese cambio tan repentino.

—Me preocupa mi reina, hace casi un año, estuviste al borde de la muerte, Kaira me dijo que perdiste dos bebés en tan poco tiempo— dijo con tiento—. Todos temimos por tu vida.

—No moriré en batalla, aquí en Inglaterra.

—Eso lo decidirán los dioses.

—Ninguno me ha dicho que se acerca mi final.

—Halfdan me lo pidió, no quiso decirme la razón— se acercó a su señora para confesarle aquello—. Yo lo atribuyo a que no quiere a Sigvold cerca de ti.

—Ese hombre ha estado enamorado de mí desde que me conoce, pero yo amo a mi esposo, jamás le haría daño, de ninguna manera.

***

—¿Qué les dije, no es perfecto?

—No te equivocabas, Ivar— sonrió Eyra.

—El rey Alfred tendrá que aventurarse a levantar un ejército y visitar sus fortalezas en el sur— dijo Ivar—. Allí donde vaya, lo veremos.

—Pongamos exploradores en la cima de las colinas circundantes para que adviertan su acercamiento— dijo Halfdan.

—Y a parte de eso...esperemos— sonrió Hvitserk.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora