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Los insultaban, de asesinos no los bajaban

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Los insultaban, de asesinos no los bajaban. Hasta los niños tenían cadenas y eso atormentaba a Torvi, Kaira y Eyra. Todos fueron a la celda, capturados, con poca posibilidad de salir vivos de ahí. Eyra se aferraba a sus cuatro hijos con fuerza, no le importaba los gritos de Ubbe, pero entendía el dolor de Torvi, era muy pronto para que sus hijos murieran. Eyra y Halfdan ya habían vivido toda una vida, no así sus hijos, la promesa de vida. El matrimonio se mantenía en silencio, cruzando miradas de consuelo entre ellos por si se trataban de sus últimos momentos juntos. Pronto entraron con ellos, esta vez fue la princesa la que se resistió.

—Aren, cuídalos a todos— ordenó antes de ser jalada fuera.

—Estoy al tanto de quiénes son, entiendo su potencial para mi reino, si están dispuestos a luchar con nosotros y en contra de sus compatriotas.

—Podríamos...— dijo Eyra.

—Con la condición de que nos permitas asentarnos en la parte de Anglia Oriental que el rey Egber nos dio— dijo Bjorn.

—Pretendo cumplir las promesas de mi abuelo, pero primero deben mostrar su valía y lealtad a nuestra causa en la batalla.

—Tenemos derecho a esas tierras— dijo Bjorn.

—Aceptamos su oferta— dijo Lagertha.

—Me alegro— dijo el rey Alfred—. Fue el obispo Heahmund el que propuso sta solución, que me pareció prudente. Entonces, mientras seamos aliados y amigos, pueden usar la Villa Real como quieran. Mis sirvientes también son los suyos, pueden usar mis cocinas y bodegas. Creo que tienen siete niños con ustedes.

—Así es— dijo Kaira.

—Permítanos atenderlos también.

—Gracias, lord rey— dijo Trovi.

—Hemos luchado contra ustedes y ahora lucharemos con ustedes— dijo el rey mientras les quitaban las cadenas—. Sé que mi abuelo, el rey Egbert, lo aprobaría, porque sé el aprecio que le tenía al rey Ragnar.

—Señor, ¿sería molesta si me diera un mapa con la ubicación de la tumba de la reina Kwenthrith?

—Yo misma la podré llevar— dijo una mujer esbelta, de cara redonda y ojos claros, ya la había visto con antelación, pero no recordaba su nombre—. Primero instalence, luego coordinamos la salida.

—Gracias— reverenció y salió del brazo de su esposo.

—¿Crees que ella también te dé vestidos?

—Eso espero porque no tenemos vestiduras.

—Podemos dar un paseo por la villa.

—Me siento en casa, se parece a la fortaleza de tu hermano.

—Tenemos sirvientes en nuestro poder, aprovecha el estatus que te mereces.

—Tengo motivos para creer que no nos cederán las tierras.

—Tendría sentido, solo buscaba una muerte más benevolente.

—Lo recuerdo bien.

***

—La princesa Elswith es hermosa.

—¿Quieres hacerlo con la cristiana?

—No, tonta, para tu lista.

—¿Qué lista?

—Sobre las cristianas hermosas en las que te fijas.

—Por la valentía con que se plantaron ante nosotros, Kwenthrith le hacía frente a todos, no permitía que se le acercaran, ni siquiera estando ebria, y Gisla, estando a unos pasos de ella, ni se inmutó— le brillaron los ojos—. La hubieras visto.

—Entonces esta queda descartada.

—Mejor vamos con los niños.

—Aren y Thorun deben andar pasenado.

—Bueno, convivamos con los pequeños.

—¿Alguien nos extrañó? — dudó Eyra abriendo la puerta, pero los niños eran perseguidos por Gyda y Hali. Asa estaba en las piernas de Elin.

—Creo que no— Halfdan se encogió de hombros. Elin y Gisli comían mientras se aseguraban que no se lastimaran entre ellos—. Podemos ir a la habitación de a lado.

—Sí, creo que está vacía— sonrió a su marido.

—Ven acá— la cargó en sus brazos y entraron en la habitación, ella ordenó a las sirvientas marcharse antes de ser depositada en la cama.

—No me iré jamás— besó la comisura de sus labios y Halfdan la tomó con pasión.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora