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Halfdan yacía recostado, fumando de una pipa, tociendo el vapor al no estar acostumbrado a ello, se enderezó para toser mejor y se la pasó a Bjorn

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Halfdan yacía recostado, fumando de una pipa, tociendo el vapor al no estar acostumbrado a ello, se enderezó para toser mejor y se la pasó a Bjorn. Kaira trataba de contener la risa gracias a los manotazos que su esposo le daba en la pierna, aunque Viggo sí se reía de la situación. Bjorn tomó la pipa y les enseñaría cómo era que se fumaba, eso hasta que llegaron los mensajeros—. El Emir les ha enviado un regalo— dijo mostrando a dos concubinas—. Este es para ti y este es para ti. Disfrútenlo.

—Disfrútenlas— se carcajeó Kaira mientras los cuñados cruzaban miradas inquisitivas. Viggo y Kaira los vieron salir del área común, los esposos se encogieron de hombros, aunque Halfdan volvió enseguida, furioso. Tomó la pipa para seguir en su viaje, sus amigos no se atrevieron a preguntar, aunque ya intuían lo obvio.

—¿Cómo estuvo tu velada?

—Muy satisfactoria. ¿Y la tuya?

—Ella no era mujer.

—¿Qué?

—Lo que oíste.

—Y... ¿eso fue un problema para ti?

—Tengo hambre— dijo Halfdan antes de levantarse, Kaia quiso acompañarlo y él la frenó.

—No me imagino la ira de Eyra— dijo ella.

—Yo sí— exclamaron los cuñados.

***

—Guthrum fue a escuchar a Floki— dijo Aren—. ¿Puedo ir?

—¿Te quieres ir?

—Por eso pregunto.

—Yo te pregunto a ti, hijo mío, debes tomar tus propias decisiones, así como tu padre y yo lo hacemos.

—No quiero dejarte sola.

—Tengo a Elin, Gisli, Sigvold, a tu prima Thorun y a los niños.

—Pero yo soy tu hijo.

—Y te amo, mi niño, no lo dudes jamás.

—Creo que está loco.

—Eso ha sido de toda la vida.

—Entonces me quedaré, quiero pelear a lado de Thorun y a lado de ustedes.

—Gracias, Aren— recibió un gran abrazo de su hijo y sonrió complacida del joven que tenía por hijo, cada vez más grande y más inteligente.

***

—Halfdan.

—Lo sé, lo escucho— ya había tomado una espada.

—¿Tenemos un plan de ataque? — inquirió Kaira pero solo salieron de la carpa, vieron al emir gritándole a tres hombres arrodillados en la arena.

—¿Qué sucedió? — dudó Bjorn.

—Por lo que deduzco, el comandante Euphemius fue arrestado anoche, pero de alguna forma logró escapar— dijo Sindric.

—¿Y fue su culpa? — terció Halfdan.

—Sí.

—Que idiotas— dijo Viggo. Los tres hombres fueron condenados, a pesar de los alegatos, les cortaron la cabeza, Kaira ni se inmutó ante la acción. Halfdan retrocedió un poco y se alzó un poco para apoyar su brazo en el hombro de Bjorn.

—No hemos sido los mejores guardaespaldas, ¿cierto?

—No, no lo fuimos— dijo con desgana y Kaira se reía de sus amigos.

—Insisto— dijo Halfdan al estar a la mesa—. No podemos volver sin todas esas joyas.

—Nunca son suficientes, ¿eh? — sonrió Viggo.

—Eso lo dices porque Kaira no usa.

—Con nuevas hachas soy feliz— terció la susodicha.

—Siempre usas las mismas— dijeron ambos y ella los miró ceñuda.

—Esto es para celebrar nuestro trato comercial y nuestra cooperación— dijo el emir—. A cambio de pieles, espadas, aves de rapiña y esclavos... les daremos adornos de oro, plata pimienta, azafrán y seda. Como pueden ver, estos platos locales exquisitos y picantes, han sido preparados especialmente para ustedes por mis grandes cocineros. Ellos se sentirán insultados si no comen.

—¿Acaso nos amenaza? — murmuró Kaira molesta, mientras se recargaba en su esposo para que no lo notaran.

—Por favor— dijo el emir.

—Está bueno— dijo Bjorn luego de un bocado.

—Debieron probar lo que hacía Sigrid— dijo Kaira luego de comer—. Eso era desagradable en todas sus formas.

—Entonces su fuerte era la batalla— dijo su esposo.

—Por eso le encantaba ir a la batalla— sonrió.

—¿Qué sucede? — inquirió Bjorn.

—Está diciendo que todos hemos comido al comandante Euphemius— dijo Sindric. Halfdan soltó un par de risas, solo se limitó a beber—. Creo que deberíamos volver a los barcos, estamos en peligro.

—¿Ziyadat Allah?

—No, Kassia, ¿no se dieron cuenta?

—Bien, te quedaras con sus joyas, amigo mío— dijo Kaira a Halfdan una vez se puso de pie.

Salieron de la carpa, estudiaban los alrededores. Halfdan avanzó con tiento bajo el ardiente sol. Sindric yacía sentado, moviendo muy apenas la cabeza para dar señales a los suyos. Bjorn se lavaba el rostro y el matrimonio ni siquiera estaba a la vista—.¿Qué es lo que vamos a hacer? — dudó Halfdan, el emir salió de su tienda y dio la orden. Los apresaron los guardias. Empujaban a Kaira y Viggo se autocontenía para no rebanarlos por atreverse a tocarla. Kassia seguía al Emir, seguro ella había dado la orden. Pusieron a los cinco de rodillas, unos frente a otros. Con la espada al cuello, se miraban entre ellos.

—Bjorn, se acerca una tormenta— dijo Sindric.

—¿Una tormenta? — luego vieron la arena que comenzaba a levantarse.

—Si podemos permanecer vivos un poco más, tal vez...

—Ellos también lo notaron— dijo Kaira.

—No te alejes— dijo Viggo.

—¡Mátenlos! — ordenó Kassia.

—¡Muy tarde! — dijo Halfdan.

Bjorn le clavó una rama afilada a su captor y se levantó a tiempo para sostener la espada que casi rebana a Halfdan se puso de pie. Kaira empujó a Sindric, jaló del brazo a su captor y le arrebató la espada de un movimiento para rebanarle su brazo, enseguida se la lanzó a su esposo para que se defendiera mientras levantaba a Sindric. Halfdan logró hacerse con la espada y Bjorn le dio la señal. Los cinco se cubrían la espalda y la arena los envolvió. Viggo tomó la mano de su esposa para cerciorarse que estaba a salvo.

—¡Halfdan! — gritó Eyra al despertar de un sueño. Elin se apresuró a ver qué ocurría. Su pesadilla debió ser tan vívida porque yacía pálida, casi muerta y sudaba frío.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora