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—Cualquiera diría que te quieres imponer por la fuerza— dijo Bjorn

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—Cualquiera diría que te quieres imponer por la fuerza— dijo Bjorn.

—Para nada— le sonrió.

—¿Qué fue ese número adentro?

—Creo que puede salir mal si todos quieren tomar la decisión tajante, aquella que nos lleve a la victoria.

—Eso no lo decides tú— dijo Bjorn—. Si estamos condenados al fracaso, eso solo lo decidirán los dioses.

—Sea.

—Mejor prepárate, quiero que vayas conmigo.

—Sea, entonces— besó su frente—, suplicaré el favor de los dioses, te veré en un rato.

—¿No será que te cansaste de seguir órdenes?

—A veces, Elin.

—Es demasiado bueno para ti, ¡prostituta!

—Solo le faltó escupirte— se molestó Eyra.

—¿Vienes a burlarte o te molesta que me haya acostado con Bjorn?

—Ambos son adultos, es su problema lo que hagan.

—¿Y qué quieren?

—Ayudar, protegerte... eres su esposa, no debes permitir que te trate así.

—No tengo a nadie más.

—Yo puedo protegerte.

—No descansó hasta que obtuve justicia y pude vengarme de mi violador— dijo Elin, lo cual perturbó un poco a Torvi.

—Hay alguien que te trata bien, no te conformes con nada— Eyra le besó las manos antes de marchar junto a su amiga.

—Su cercanía no reemplazará la pérdida de Brenda o Gerda, pero me alegra que veas hacia adelante— Elin la reverenció antes de entrar en su carpa.

—Debemos comer— dijo Inga con varios platos—. He traído para todas.

—Gracias— dijo Kaira.

—¿Qué te pasa? — dudó Eyra cuando Helga entró corriendo, con la respiración agitada y cara pálida.

—Es Floki— susurró.

—Está en pleno éxtasis— sonrió Kaira.

—Mató a Athelstan.

—Ya lo sé— Eyra le entregó un plato de comida—. Ragnar lo pone a prueba porque no quiere castigarlo.

—Eso lo perturbaba.

—Por eso le ha dado toda esa responsabilidad— se encogió de hombros—. Él ya lo sabe.

***

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—¿Todo listo, Floki?

—Sí, todo listo— dijo Floki—. Mañana atacaremos París

—¿Y tú?

—Claro, hermano— le sonrió. Juntos esperaron el amanecer, esperaron la señal, el grito de guerra que los guiara.

—¡Hora del hacha! ¡Hora de la espada! ¡Los escudos están astillados! — gritó Floki viendo el amanecer, pronto todos se unieron en un solo grito. Pues eran un solo pueblo.

Llegó el momento de danzar al ritmo de la guerra, de la voluntad de los dioses. Todos terminaban de alistarse. Kaira le daba una última afilada a sus hachas, Elin y Eyra dejaban atrás sus escudos para poder escalar. Inga aseguró que se quedaría a lado de Kaira, mientras Sigrid seguía a su señora. Incluso Helga, quien no era doncella escudera, encontró una forma de ayudar a todos aquellos que saldrían al campo. Seguramente los cristianos ya corrían con pánico.

—Se ven pesadas— dijo Elin.

—La ventaja de que ahora no vayas remando— dijo Eyra con gracia.

—Ahora no podrán seguir la apuesta— sonrió Elin.

—Seguro en tierra no logra tanto como nosotros— dijo Floki antes de sonar el cuerno.

Ragnar codeó a sus hijos. Casi podía asegurar que empezaron el ataque enfrente. El cuerno les había dado la señal a los que se quedaron en tierra, Bjorn y Eyra esperaban el momento oportuno. Parecía que los cristianos tenían flechas infinitas. Los hermanos salieron, seguidos de Floki, Ragnar y Elin, pues quedaron que encabezarían esa expedición. Exclamaban y ordenaban al resto que subieran, para algo habían llevado las escaleras, los cristianos no podían derribarlas, así que seguían disparando. Rollo, Bjorn y Eyra tenían su propia escalera para dirigir a los suyos.

Floki los alentaba diciendo que los dioses estaban de su lado, los habían acompañado a la batalla y por eso estaban destinados a ganar aquella travesía. No se escuchaban a los cristianos huyendo por su vida, solo el ruido de los soldados que respondían a ellos. Ordenaron casi al unísono cortar las cuerdas. Eyra vio a una única mujer en los muros, le recordó a la ahora reina Kwenthrith, porque no era costumbre entre ellos que las mujeres tomaran las armas, y no lo hacía, sino que les brindó palabras de aliento para su pueblo y ejército.

Eyra ordenó a un arquero dispararle a la mujer, para que no alimentara sus fuerzas, en ese pequeño momento la admiraba, pero si la eliminaba, significaba una pérdida significativa para el enemigo. Eyra seguía ordenando la subida, coordinaba desde abajo, al igual que su hermano. Rollo y Elin le daban hachazos a los cobardes que decidían dar la vuelta. Salvo que la princesa y Floki vieron un contenedor gigante que los hizo detenerse un momento, asombrados y perturbados. Derramaron un líquido sobre los propios y les lanzaron una flecha en llamas, por consiguiente, esa escalera y su gente se consumían.

—¡No, no, no!

—¿Qué está pasando? — inquirió Eyra.

—También lo veo— dijo Elin.

—No nos detendremos, están a nada de derribar la puerta— ordenó Eyra.

—¡Sigan avanzando! — gritó Elin alzando las hachas. Las amigas comenzaron a escalar, al igual que Bjorn, Ragnar y Rollo—. Quiero que tengas cuidado y no te alejes, no tenemos escudo.

—Podemos conseguir uno— dijo Eyra.

Comenzaron a dar hachazos a quienes se les acercaban y querían derribarlas. Elin dio varias tajadas dejando libre la pasada y Eyra brincó dentro de la muralla para tomar un escudo y ayudar a su amiga. Quien le señaló el final del camino, ahí seguíala mujer, seguro alguien la protegió de las flechas. Pronto ambas mujeres quedaron a la altura de Bjorn, así que se protegían entre los tres, lo suficiente para apenas ser rozados por las armas. Al ver que Ragnar cayó, Elin ordenó el desiste, eran los únicos arriba. Bjorn también cayó, herido por las flechas que iban hacia su hermana, así que Elin tomó a su amiga y señora y se lanzó al vacío, tratando de protegerla con su cuerpo.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora