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Pronto llegaron al campo de batalla

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Pronto llegaron al campo de batalla. Se ondeaban las banderas azules de un bando y las amarillas de otro. A Eyra, Halfdan y sus amigos les recorrió un escalofrío, hasta hacía poco que portaban ese estandarte en batalla. Halfdan señaló a Erick el traidor y Eyra solo lo vio con furia, ella era su señora y la había dejado abandonada en Kattegat. Luego vio a Astrid, la que se hacía llamar doncella pero eso era un juego para ella, algo sin importancia porque la había visto en el campo, no peleaba de verdad.

—No es correcto que los hijos de Ragnar intenten matarse entre sí— dijo Lagertha—. Enviaremos emisarios.

—De acuerdo— dijo Bjorn.

—Sea— dijo Eyra.

Su esposo y su hermano avanzaron, al igual que Halfdan y Hvitserk. Vio a su esposo avanzar, supuso que ahora era rehén y soltó un suspiro pesado. Escuchaba a los hermanos discutir entre ellos, apenas y les prestaba atención. Ni siquiera la intervención de su madre le llamaba la atención. Imaginaba a Harald tratando de convencerlo para que la dejara atrás y se uniera de nuevo a él como en los viejos tiempos. Aunque disfrutaba más la idea de que acribillaba con cuestionamientos a Eirck por la traición, poniendo a Harald en su lugar por haberla dejado atrás.

Al día siguiente se reunieron, flanqueados por los banderines. De un lado, Eyra, Bjorn y Lagertha, él en medio de ambas mujeres. Halfdan y Kaira detrás de la princesa. De igual modo, Torvi, Viggo y Ubbe. Del lado de Harald, Hvitserk y Ivar a sus costados, Astrid de pie, a lado de su esposo. Todos de frente y con sembalnte serio—. Todos sabemos que hoy tenemos tantos guerreros y guerreas que debemos decidir si luchamos o llegamos a un acuerdo que nos permita vivir nuestras vidas con integridad y honor. Pido a mis hermanos, Ivar, Hvitserk, que dejemos de lado nuestras diferencias, por el bien de nuestro padre. Una guerra civil solo traerá tragedia, debilitará la familia y pondrá en marcha una vida de venganzas para aquellos que logren sobrevivir. ¿Eso es lo que todos quieren?

—Quiero hablar y apoyar a Bjorn y a su llamado a una resolución pacífica— dijo Ubbe—. Sé que me enfrenté con mi hermano, pero si puedes perdonarme, Ivar, lleguemos a un acuerdo.

—Sé que podemos llegar a un acuerdo, ¿por qué no intentarlo? — terció Eyra.

—Vamos a la guerra por el reino de Kattegat— dijo Lagertha—. El reino de Kattegat fue construido por mi marido, Ragnar Lothbrok, y luego por mí. Yo soy su legítima reina. Lo que deberíamos discutir es cómo combinar nuestros grandes ejércitos, para dirigirlos hacia nuevas tierras, nuevas conquistas, nuevas oportunidades. Qué terrible lástima matar a nuestros jóvenes por un pedazo de tierra que ya es nuestro. ¡Astrid! Estoy feliz de verte otra vez. Pase lo que pase, no quiero pelear contigo. ¡Astrid!

—Estoy casada— dijo esta—. Soy la esposa del rey Harald.

—Reina Astrid, supongo.

—Hermano— dijo Halfdan tomando el hombro de su esposa—. No peleemos. ¿Qué podemos ganar? Nada.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora