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—Hoy se cumple otro año, ¿sabes?

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—Hoy se cumple otro año, ¿sabes?

—¿Y duele? — dudó Elin a su lado, rubia como ella, pero sus chinos eran más pronunciados.

—Ya no tanto— sonrió con melancolía—. Siempre le pido que interceda por mí ante los dioses, después de todo, Gyda ya está en el Valhalla.

—Eyra— se aproximó Inga.

—¿Qué sucede?

—Bjorn te está buscando.

—Solo no te sonrojes, cariño— le acarició el mentón.

—¿Qué cosas dices? — rió un momento.

—Si gustan acompañarnos, haremos una comida en su memoria— dijo Eyra—, veré cómo está Lagertha.

Inga, Brenda y Elin eran sus mejores amigas, criadas juntas, Eyra les enseñaba todo lo que su madre les había transmitido. Bjorn y ella practicaban todo el tiempo para tratar de ser los mejores guerreros, pues debían deshacerse de la sombra de sus padres para forjar sus propios caminos. Solo una vez preguntaron por su padre y la razón por la que llegaron a ese poblado, solo les comunicó que se trataba del gran Ragnar Lothbrok. Elin supuso que no le apetecía divulgar mucho su historia, así que lo dejó pasar, pronto se hicieron unidas, con el pasar de los meses, Inga y Brenda se unieron.

—Sabes que no le gusta hablar de sus penurias— dijo Kaira, de las pocas mujeres diferentes en cuanto a físico, por su melena oscura y ojos profundos, pero igual de despiadada y desafiante en el campo de batalla, según contaban las leyendas, tenía ...

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—Sabes que no le gusta hablar de sus penurias— dijo Kaira, de las pocas mujeres diferentes en cuanto a físico, por su melena oscura y ojos profundos, pero igual de despiadada y desafiante en el campo de batalla, según contaban las leyendas, tenía una hija, Gerda, algo joven para ser su amiga, mas la veía como hermana menor, la escudera era viuda, su esposo falleció en una batalla poco antes de que ellos llegaran a vivir ahí.

—¿Le alzó la mano?

—Así es.

—Ese bastardo no se merece tener a Lagertha como su esposa.

—Ni a ustedes como hijos.

—No puede disponer por nosotros.

—Bjorn se lo ha dejado bien en claro.

—Pues necesita que le refresquen la memoria.

—Eyra...

—Déjame verte.

—Estoy bien— quitó su mano.

—Vamos, madre.

—Eyra, no tienes de qué preocuparte.

—Insultó a mi hermano.

—Yo tampoco me quedé callada.

—Pero no te has divorciado, a sabiendas que te ningunea a la mínima provocación.

—Ya lo hemos hablado— dijo Sigrid sirviendo la mesa, tenía la mitad de la cabeza rapada y en su lugar, varios tatuajes—

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—Ya lo hemos hablado— dijo Sigrid sirviendo la mesa, tenía la mitad de la cabeza rapada y en su lugar, varios tatuajes—. Si tu madre decide seguir ahí, debes acatar la orden. Pronto tú sabrás qué significa ese tipo de sacrificio.

—No estaría con un hombre que ose tratarme de ese modo— espetó Eyra antes de beber.

—Yo tampoco lo permitiría— Bjorn entró en el comedor.

—Hola, hermano— recibió un beso en la mejilla—. ¿Tienes hambre?

—No.

—Debes comer— le recordó Lagertha.

—Cierra la boca— molestó a Inga por lo bajo y esta le dio un manotazo.

—Basta, niñas— Kairalas reprendió con la mirada.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora