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Eso lo sorprendió un poco, pero tenía sentido para él, porque todos tenían conocimiento de que los Lothbrok descendían del propio Odín, padre de todo, tenía sentido que los propios dioses le hayan dicho que eso debía ser

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Eso lo sorprendió un poco, pero tenía sentido para él, porque todos tenían conocimiento de que los Lothbrok descendían del propio Odín, padre de todo, tenía sentido que los propios dioses le hayan dicho que eso debía ser. Ambos quedaron en silencio tras las declaraciones de las dos partes, porque llevaban ¿cuánto? Dos días de conocerse, con suerte. Tanto Halfdan como Eyra buscaban mayores respuestas en el otro, él la recorrió con la mirada, era muy hermosa y bastante sencilla para ser una princesa, para ser la hija de grandes personalidades que eran sus padres.

Eyra se sentía pequeña a lado de él, se trataba de un hombre maduro, él estaba a otro nivel, en comparación con su inexperiencia, en su ignorancia, en teoría era una niña a su lado. Halfdan la atrajo hacia sí, su tacto la hizo temblar y sentir un tirón en el estómago, una rara sensación que no había sentido antes. La envolvió en sus brazos y aceptó el sentimiento, el destino que le deparaba a lado de ella, pero no la iba a presionar, debía tomarlo con calma para no asustarla ante ese nuevo mundo. Ella tardó un poco en reaccionar, pasó sus brazos por la espalda de él y se acomodó mejor en su hombro, le gustaba la sensación de estar así con él. Seguramente Halfdan ya había estado con mujeres antes y le sorprendía que la tratara tan bien, en ese simple abrazo, en un tacto tan sencillo, le hizo despertar tantas sensaciones que sonrió al haber llegado hasta ese momento.

Halfdan se sintió atraído a Eyra, bajó del barco y vio una luz que irradiaba desde su área de trabajo, algo llamó su atención y ella apenas le había dedicado una mirada, así que habló con Viggo para que pidiera audiencia con la rubia. Ella no se negó, se veía cohibida, nerviosa y prefirió tratarla de forma especial para que no se sintiera intimidada, sin dejar de ser él. Su séquito le preguntó si dio resultados, si era lo que esperaba y su hermano no terminaba de entender la forma en que se acercó a ella. Porque Halfdan ya había visto a las mujeres, las entendía a su modo por las interacciones que tenía Harald con otras mujeres. No era una mujer cualquiera, sino una princesa de alto estatus, no cualquier princesa.

Ambos convivieron durante unas semanas, Halfdan le platicaba de sus hazañas, de sus viajes y de adónde quería llegar, no esperaba la grandeza como su hermano y coincidió con ella que no se sentían a la sombra, cada uno tenía su fama a su modo. Caminaban por las Kattegat, donde él compraba algunas cosas tanto para sí como para ella, a pesar de vivir ahí, seguro había cosas que no terminaba de apreciar. Cada uno mostraba la visión propia al otro. Ella le platicaba que sus padres empezaron siendo granjeros y ella disfrutaba de hacer los trabajos pesados, incluso se sentaba a lado a verla mientras cocinaba la comida para la familia real.

Eyra era no diestra con hachas, ella prefería la espada, pero se sentaba a verlo afilar su hacha, le platicaba cómo peleaba a lado de Harald, cómo se hizo amigos de todos ellos y cómo se ganó su lealtad. Ambos llegaron a la conclusión de que no necesitas ser rey u ostentar tu título de princesa para tener un séquito porque los consideraban amigos. Eyra ya lo había visto con los amigos que su padre tenía o cómo las guardaespaldas de Aslaug la protegían cuando llegaron a Kattegat.

Caminaban siempre por las mismas calles, había cortas despedidas cuando iba a dejarla a su cabaña o cuando debía irse a sentar con su hermano Bjorn, porque seguían cruzando miradas a la menor oportunidad. Eyra le preguntaba si le molestaba, le decía que él dirigiera la conversación, pero se daban esas oportunidades para no ofender al otro. Al principio su padre se hallaba molesto porque era su niña, para él era esa flor delicada que no podía ser tomada por nadie y la primera impresión que le había dado Halfdan no fue la idónea; sin embargo, la veía feliz, sonriente, como nunca la había visto, le recordó a sus primeros años con Lagertha, a cuando se enamoró de ella y le sonrió a su hija en señal de aprobación.

Luego de tanto tiempo juntos, por fin se sentaron juntos, con los cercanos a ambos, disfrutando de la compañía del otro. Halfdan vio que ella casi no sirvió comida en su plato, la vio comer mientras Viggo y Kaira platicaban que se casarían pronto, él, como de costumbre, engullía los trozos de carne, uno tras otro, Eyra se había dedicado a servirle un plato tras otro, hasta que él le pidió que comiera de su plato, ella lo vio inquisitiva, él acercó el cuenco, se lo ofrecía enserio. Eyra se recorrió en el asiento, pegándose un poco más a él para tomar un poco de su comida, él atrapó su mano y la besó antes de permitirle el acceso. A Eyra se le cristalizaron los ojos ante tal acción y por lo que significaba.

Haber llegado hasta ese momento, el camino preparado por los dioses, recorridos con calma, simplemente se volvía perfecto el encontrarse, coincidir y aceptar estar con el otro. El saqueo a París había pasado a segundo plano cuando llegaron a la conclusión de que sí querían permanecer juntos. Halfdan le preguntó si quería pasar un tiempo en Kattegat antes de marchar con él y con Harald, a pesar del miedo, ella dijo que se sentía lista, que era parte de su destino irse y que aceptaba de nueva cuenta la voluntad de los dioses. Harald llamaba a su hermano para pasar momentos, charlar y maniobrar, Halfdan el Negro la llevaba con él, al principio se mantenía alejada y ausente, pero tras la confesión de él, tomó su hacha y comenzó a afilarla como Kaira le había enseñado.

Ahora que serían marido y mujer, aceptó que debía hacer cosas por él, debían encontrar la forma de compaginarse sin opacar ni tirar del otro, irían por esa senda juntos, de la mano. Y él la tomaba de la mano, de forma protectora y le daba su calor cuando la abrazaba con tanta ternura. Al no tener a su madre cerca, habló con su mejor amiga de ese nuevo paso en su vida, Kaira la alentó a ir hacia adelante porque no debía tener miedo, pues hacía lo correcto. Eyra sonrió feliz, complacida, aliviada; el hecho de tener ese remolino de emociones no debía ser impedimento para aceptar la mano de Halfdan y caminar hacia adelante.

La noche previa al enlace, fueron a la playa, ella seguía trabajando en los barcos, afinando detalles de su tripulación, asimilando que por primera vez no viajaría en el mismo barco que su hermano y que cambiaría el escudo azul por uno amarillo; él, como de costumbre, afilaba su hacha con tanto ímpetu, con la dedicación que un arma debía tener. Eyra se arrodilló delante suyo y besó su hacha, era su forma de demostrarle fidelidad, besó sus manos para transmitirle su cariño, ese sentimiento creciente que la envolvía y le ponía la piel. Se aproximó a él, pero este la tomó con delicadeza de las mejillas y besó su frente. Seguía aferrado a la idea de tratarla con delicadeza, su pasión se veía contenida, mas sería recompensada a la mañana siguiente, cuando sus labios por fin se unieran y pudieran declarar ante los dioses lo que de verdad sentían.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora