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Kaira y Viggo los levantaron, los hermanos Lothbrok habían perdido el conocimiento

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Kaira y Viggo los levantaron, los hermanos Lothbrok habían perdido el conocimiento. Aren y Thorun corrieron en busca de sus padres. Einar trataba de calmar a Gunhild, sabían que eso podría pasar, eran ganjes del oficio. Eyra lloraba, incluso dormida, la muerte de su hijo, su primera batalla y no logró sobrevivir. Gyda descansaba a lado de su madre, en espera de que reaccionara. El único momento en que recuperó la consciencia, llamó a Halfdan y se percataron de que no lo habían encontrado. Egil sostenía la mano de su madre.

Cuando llegaron a Kattegat, bajaron en una camilla al rey, sus esposas lideraban la marcha. Aunque también rindieron honores a la reina Eyra, ella solo se mantenía expectante a la salud de su hermano, no quería perderlo a él también. A ambos monarcas los condujeron a sus aposentos para que se recuperaran de la batalla, sus heridas sanaran. Egil no se despegaba de la cama de su madre. Kaira iba y venía entre ambos cuartos para decirle al otro lo que pasaba, si alguno despertaba.

—¿Cómo está mi hermano?

—No ha despertado.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Tiene poco que llegamos.

—Deberías descansar.

—Mi consuelo es saber que estás bien.

—Tú hija y esposo te necesitan, nuestra nieta igual.

—Duerme, no temas.

—Duerme a mi lado, por favor— dijo al tratar de mover las telas para que se acostara a su lado. Kaira se recostó y atrajo a su reina hacia sí para acunarla en su pecho y darle la fortaleza que necesitaba para volver a levantarse.

***

—Rey Hakon— dijo Gunhild al enderezarse—. Qué felices y agradecidos estamos de verlo ahora.

—Los mensajeros llegaron a mí— dijo el susodicho—. Me convocaron en nombre de Bjorn Ironside, cuando el hijo de Ragnar Lothbrok te convoca, entonces acudes. Supe noticias del ataque de los Rus y la derrota del rey Halfdan el Negro, mi señora— se giró a la rubia y ella negó alzando la mano para restarle importancia—. Ojalá no sea tarde para ayudar a Bjorn a defender Kattegat.

—No podemos defender Kattegat— dijo Eyra—. Salvo que más gobernantes de Noruega acudan a su llamado.

—Y responderán— dijo Kaira.

—Salgan todos— ordenó Eyra al entrar—. Aún no te mueres, no intentes reírte, yo tampoco puedo.

—Deberías estar descansando.

—Pero te necesitamos— se arrodilló con esfuerzo y tomó la mano de su hermano, sentía que en cualquier momento podría perder el equilibrio—. Necesitamos que vivas, que nos guíes. Tu nombre vale muchísimo más de lo que yo podría conseguir, incluso si fuera a pedírselos en persona. Por el amor de Odín, no nos dejes.

—Temo que no viviré para ver a tu hijo...

—No digas eso.

—No sabemos si Halfdan sobrevivió, ¿quién cuidará de ti, amada hermana?

—Mi corazón se rompe, Bjorn.

—Ha mejorado tu salud, no caigas ahora.

—Ya llegaron— dijo Sigvold al irrumpir.

—¿Ya te rendiste? — giró a ver a su siervo.

—De nada sirve fingir— el rey lo llamó y este se acercó, ambos hermanos propinaron una bofetada, uno en cada mejilla.

—¿Olvidaste a los dioses? — inquirió Bjorn—. ¿Qué vale mi nombre o el tuyo comparado con los de Odín y Thor?

—Tranquilo— su hermana lo volvió a recostar y ordenó a Sigvold salir.

—Perdóname— tomó la mano del rey—. No soy digno de ser mencionado con el mismo aliento que a ti.

—Sal— espetó Eyra.

—No llores— dijo Bjorn limpiando sus lágrimas—. Necesito que me ayudes una última vez.

—Por ti, lo que sea— besó sus manos.

—Ayúdame a ponerme mi armadura una última vez y llama a Gunhild.

—Te amo tanto, Bjorn Ironside— lloró una última vez antes de ayudarlo a levantarse, le dio un cálido beso en la frente donde le transmitía todo aquel sentimiento. Bjorn le sostuvo la mirada, no hubo necesidad de emitir juicio alguno, su rostro le demostraba todo lo que se habían prometido durante todos esos años.

—Mi Señora— se acercó Kaira.

—Hora de ponernos nuestra armadura y marchar por última vez a lado del rey de Kattegat.

Y en el campo de batalla un único jinete, avanzaba solo, con su caballo blanco. Los Rus no lo podían creer, un fantasma invadía el lugar. Un soldado Rus avanzó hasta posicionarse a una distancia prudente y lanzó la primera flecha, nada, una segunda, nada, los ojos del rey seguían concentrados en lo suyo. La tecera flecha logró arrancarle sangre de los labios. El temible jinete, con esfuerzo y lentitud sacó su espada y poco a poco la alzó en alto. Entonces todos los soldados avanzaron, con Gunhild a la cabeza. Las fuerzas del rey Hakon y las de Kattegat lograron llegar hasta el rey. Incluso los simples campesinos y niños. Luego el cuerno sonó, por la derecha llegaron las tropas que dirigía Eyra, por el flanco izquierdo llegó el Jarl Hrolf. Todos a defender Noruega, atendiendo el llamado del verdadero rey de toda Noruega. Entonces la reina entendió que no respondieron al llamado de su esposo porque Halfdan y Eyra no eran los reyes, sino ella y su hermano, porque ambos significaban el legado del gran Ragnar Lothbrok.

Eyra cabalgó hasta encontrarse con su familia, con su hermano, con sus hijos. Gunhild cortaba cabezas a cada paso. Kaira mataba a cualquiera que se acercara con ambas hachas. La espada del legendario Ironside cayó, pero su hermana alcanzó a atraparla antes de que se atreviera a tocar el suelo, y su sangre se derramó. Su muy amado hermano Bjorn los condujo a la victoria, sabiendo que su cuerpo quedaba atrás, pero su recuerdo aún perduraría cientos de años en la memoria de los nórdicos, porque había llegado a ser más grande que el gran Ragnar Lothbrok. Tomó la espada, la guardó como el objeto más preciado de su colección, porque esa legendaria espada volvía a ella luego de más de veinte años, porque ella la ganó para él demostrándole así la eterna lealtad que le rendía, porque lo amaba tanto y no deseaba nunca caer en lo que un día fueron su padre y su tío. Llevó a su hermano hasta el sepulcro, donde descansaría el cuerpo de aquel bendecido por los dioses, aquel que no podía morir.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora