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—No hay motivo para estar tristes— sonrió Eyra a la asamblea, sentándose en el trono. Las celebraciones por la victoria se seguían efectuando. Nadie cuestionaba que se sentase ahí, Gunhild se sentó a su lado, en el otro trono, cuando ya se encontraban a solas—. Su muerte nos ha dejado un gran vacío, es tan inmenso.

—Como su amor por ti.

—O por ti.

—Quiero que te quedes con su brazalete sagrado.

—No podría portar algo tan valioso.

—Eres su digna sucesora.

—Al igual que tú, por ser su esposa.

—Lo sé— soltó un pesado suspiro, escucharon un fuerte golpe en la parte de atrás, al ver que la reina no se movió, Gunhild tampoco.

—Está hecho— salió Kaira con la respiración acelerada.

—Que nadie los vea sacarla de aquí.

—¿Qué fue eso?

—Cacheteó a la reina— dijo Sigvold—. No aceptó la voluntad de los dioses.

—¿Por qué no me dijiste? La pude persuadir.

—No, Gunhild, tal vez no me conozcas lo suficiente pero mi palabra es ley y se obedece a la primera o se quitan del camino.

—¿Eso pasó en las elecciones?

—No pasó nada en las elecciones.

—Si así lo dices.

—Ahora que seré la nueva reina de Kattegat, te necesito a mi lado.

—No podría volver al campo de batalla... yo, entiendo lo que decía Lagertha.

—No es necesario que pelees, siempre tengo a Kaira a mi lado— tomó su mano—, quiero tu sabio consejo, tener a alguien confiable aquí en el salón, que cuide de mis hijos. Es difícil aceptar que Bjorn murió, hemos estado juntos toda la vida, desde nuestra concepción.

—No hables de ese modo.

—Los Rus podrían atacarnos de vuelta, si maté a Ingrid es porque no quiero a gente estropeando nuestro camino y nuestros planes.

—Convoqué a una reunión para la elección de un nuevo gobernante de Kattegat.

—Fuiste su esposa y estás en tu derecho de pelear por el trono de tu esposo.

—¿No te molesta?

—¿Por qué? Te amo, al igual que a mi hermano, puedes pelear por lo que era de él y es lo justo, así como yo tendría la vía libre si no hubiera tenido esposas.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora