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—Gerda es tan hermosa— se emocionó Eyra al entregar al bebé a su otra abuela

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—Gerda es tan hermosa— se emocionó Eyra al entregar al bebé a su otra abuela.

—Los dioses nos siguen bendiciendo.

—Años vendrán y tendremos más nietos, más saqueos, esto no se acaba aquí.

—¿Halfdan dijo que volveremos a partir?

—Parece que no es el único que siente deseos por salir.

—Mis hachas siempre están listas.

—Lo sé, amiga mía— sonrió de forma genuina, luego de tantos años. Hablar con Kaira siempre era un deleite, la admiraba y quería mucho a pesar de la diferencia de edad; para ellas nunca fue problema—. Aún no ha dicho nada, pero sí lo está planeando.

—Seguro quiere esperar a que Thorun se reponga.

—Deberíamos llamarlo, ¿no?

—Fue al bosque con mi marido y Sigvold.

—Muy bien, lo hablaremos después.

***

—¿Cómo les fue?

—El bebé estaba deseoso de llegar, casi no batalló.

—Esas son buenas noticias— le besó la comisura de los labios al momento de tomar su rostro con delicadeza con ambas manos.

—¿Y a ustedes?

—Bien, gracias.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué habría de pasar algo?

—No lo sé, te noto raro.

—Estoy bien, mujer.

—¿Quieres comer con el resto o esperamos a que se retiren del gran salón?

—Ven, descansemos un rato.

—¿De qué estás tan cansado? Sé que ya no eres tan joven como tu llegada a Kattegat, cuando nos conocimos. Se te nota en la mirada.

—¿Qué te dicen mis ojos?

—No sé, los bailas mucho para adivinar— rio mientras se acomodaban uno frente al otro—. Creo que aún me amas— acarició su rostro—, quizá me encuentras atractiva como el primer día, a pesar de ya no ser más esa chiquilla que te cautivó.

—Aún lo haces.

—¿Enserio?

—Irradiaste cierta luz, Freya me señaló donde estabas tú, trabajando en la embarcación. Pregunté a Harald por ti y soltó una risa burlona porque eras una princesa que, aún hoy, presume ser hija de campesinos, pero no respetaba nada, le plantaste cara a todos los monarcas de nuestro tiempo, incluso a él. Antes de que mi hermano pudiera decirme algo o presentarme a tu padre, ya había pedido a Viggo que me concertara una cita contigo. Y vaya que funcionó, luego de seis hijos y veinte años, aquí estamos.

—Te ves feliz.

—Lo estoy.

—Con lo que le pasaba a tu hermano— soltó una pequeña risa—, donde siempre le iba mal con las mujeres, ¿no trató de persuadirte?

—En más de una ocasión, incluso después de casados— se carcajeó—, pero te vio en combate, fue él quien te apodó la despiadada, porque te parecías tanto a tu madre, las leyendas siempre hablaban de ustedes, que jamás eran heridas en batalla. Incluso dijo que por mi culpa te habías vuelto débil, ya que el mismo año que fuimos juntos a París, casi pierdes el brazo y de ahí hasta la caída del rey Harald, fueron heridas tras heridas.

—Experiencias a final de cuentas, tú también fuiste herido en París, Elin se preocupó porque jamás me había visto así de angustiada, tomando en cuenta que no fue una herida tan grave.

—Te respetaba, ¿sabes? No supe si el dolor de sus ojos era por morir tan pronto o por saberse traicionado. Luego se volvieron apasibles, tú no lo viste, pero él trataba de transmitirme algo y no lo supe descifrar. Siempre a la sombra de Harald y, en ese momento, no sabía qué significaría ese capítulo después, cuando él ya no estuviese para recordarme cuán cerca estaba por cumplir sus sueños. Porque, la verdad, jamás cruzó por mi mente que él moriría primero. En mi cabeza, me había hecho a la idea de que no sería así, sino yo sublevando ejércitos y reinos para su causa y, posteriormente, muriendo por esa misma causa, por entregarle la más grande de las victorias.

—Por eso...

—Por eso no supe reaccionar. Porque tú cambiaste mi vida al entrar en ella y mi destino al proclamarte por encima de él. Ahora entiendo por qué lo hacías, pero en su momento no pensaba, no entendía qué pasaba a mi alrededor. Me dolió tener que dejar su cuerpo atrás y no darle los funerales pertinentes, sin embargo, no era momento de ponerse sentimentales, sino avanzar hacia la victoria. Los guerreros vieron lo mismo que nuestros amigos: tú y yo éramos los nuevos reyes del imperio que se estaba formando, así que proclamaron la retirada, para que tomáramos posesión de los poderes y ejércitos. Aunque aún no lo procesaba. ¿Cómo pude ser tan estúpido? Todos lo sabían, te permitieron entrar al campo de batalla y no me advirtieron para protegerte, es la batalla en que más heridas has adquirido y yo te lastimé.

—Halfdan, no es necesario— sollozaba ante sus palabras.

—¿Por qué no? Eres mi esposa, así como me debes lealtad a mí, te mereces protección, entendimiento.

—¿Por qué aún no te has perdonado? Nada de esto fue tu culpa.

—Tampoco pensabas decirme que perdiste a un bebé camino a recoger a nuestros hijos, porque el que perdiste en la celda, si nos reencontrábamos, indudablemente lo iba a saber. ¿Por qué no confíaste en mí? Estabas tan enferma por perder a dos bebés en tan poco tiempo, ¿y si te perdía a ti también?

—Aquí estoy, ¿no me ves? Jamás me voy a ir de tu lado, por algo los dioses nos pusieron en el mismo camino, para no volver a alejarnos nunca, para caminar juntos y de la mano.

—No es igual, ¿sabes? Vi el temor en tu madre y en Kaira luego de tener a los niños, porque no reaccionabas, lloré por ti, porque temía perderte. No me despegué de ti en ningún momento, luego del parto te llevé a nuestra choza y me negaba a probar bocado hasta que te levantaras— soltó un suspiro, luego se volvió a concentrar en ella—. Cuando la batalla vino a nosotros, Sigvold, oh maldito, escuchó que eras el blanco, así que regresé por ti, vieron mis intenciones y lograron capturarme, le ordené que te pusiera a salvo, pero supe que falló. El muy maldito está tan enamorado de ti para enfrentarme, mas no para protegerte como es debido— trató de serenarse—. Llegaron a mis oídos que habías sobrevivido, así que intenté que te llevaran un mensaje, que supieras que iría por ti en cualquier oportunidad...

—Está bien— escuchaba cómo le temblaba la voz, lo tomó del rostro para que le sostuviera la mirada, vio sus ojos cristalizados y los de ella lo imitaron—. Aquí estoy.

—Pero no te cuidaban como a mí, bien lo dijiste en su día, los que tenían memoria se aprovechaban de que eras la hermana de Bjorn Ironside y te usarían como carnada para atacarlo, o para hacerme flaquear. No lo sé, Olaf era muy extraño, sus ideas e intento de predicciones.

—Ahora estamos en el aquí y el ahora. Ya no te atormentes con eso, he mejorado de forma considerable. Mírame— lo soltó y se quedaron en silencio un momento, mientras él la recorría con la mirada.

—Eres hermosa.

—Gracias, Halfdan— lo besó con emoción—. Gracias.

—Te amo, ahora descasemos.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora