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Eyra bebía junto a sus doncellas cuando los pequeños entraron corriendo y al poco su hermano Bjorn

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Eyra bebía junto a sus doncellas cuando los pequeños entraron corriendo y al poco su hermano Bjorn. Aslaug no emitía juicio hacia su hijastra, se resignó a que no habría una buena relación entre ambas. El gran salón era común, así que podían permanecer ahí. Escuchaba la conversación de su madrastra y su hermano. Si era importante, le diría lo que conversaban, sino permanecería en la ignorancia. Pronto entraron los cofres con todas las riquezas que habían conseguido en el saqueo. Eyra sonrió al ver los frutos de su travesía. Aslaug le dijo que se cambiara para que los tres fueran al pueblo a repartir todo entre la gente.

—Hoy lloramos a nuestros muertos, pero deberíamos estar orgullosos de lo que logramos— dijo Bjorn—. ¡He aquí el cerrojo de una de las puertas de París! Yo mismo lo saqué a hachazos.

—¡París nos ha hecho ricos a todos! ¡Pero ser rico solo significa una cosa!: cumplir nuestros sueños. ¡Nada nos va a detener! — exclamó Eyra a la multitud.

—Ragnar se encuentra muy enfermo, ciertamente puede morir— dijo Bjorn—. Pero quién es su rey.

—¡Ragnar!

—¿Y a quién le debemos nuestra lealtad?

—¡Ragnar!

—¿A quién le debemos nuestra gratitud?

—¡Ragnar!

—Ragnar siempre ha mostrado su gratitud a aquellos que han confiado y creído en él— exclamó Eyra.

—Por ejemplo, su gran amigo, el monje inglés Athelstan, quien lo ayudó a entender muchas cosas— dijo Bjorn—. ¡Ragnar siempre afirmó que fuimos a París por Athelstan! Por lo tanto... ordeno que se arreste a Floki por el asesinato de Athelstan.

Los hermanos yacían firmes en la decisión, Aslaug los miraba con preocupación. Helga fue empujada lejos de su esposo y Kaira la sostuvo para que no le hicieran daño. Floki encaraba a todos con hacha en mano, alegando que lo hizo por el bien común, pensando en los demás, dijo que no debía explicar y se dejó apresar. Le hablaba a su hermano, que él también temía la influencia del monje sobre su padre y Eyra lo cuestionó con la mirada. Bjorn ni se inmutó.

—¿Lo sabías? ¡Te hablo, hermano!

—Sí, me habló de eso.

—¿Y no dijiste nada?

—Habrías hecho lo mismo.

—No me habría guardado la información para mí.

—Eyra...

—No, debo pensar— dijo antes de marchar a su cabaña.

—Princesa...

—Reina Aslaug.

—Esclavos nuevos, es lo que trajiste de París, ¿quieres una? Será mi regalo.

—Aproveche usted, Señora, yo los capturé para usted— reverenció a su madrastra y marchó a su cabaña.

—¿Qué ocurre? — dudó Kaira.

—Floki me pide que lo ayude a escapar— dijo Helga.

—¿No fue suficiente que espantara a los niños? — replicó Kaira dándole una bebida.

—Dice que Ragnar lo va a matar.

—No lo hará— dijo Eyra—. Aún le tiene aprecio.

—Vamos a cenar, anda— dijo Elin.

Helga entró temerosa de que la juzgaran por ser la esposa de un encarcelado, temía que su hija fuera señalada. Elin llevó a la niña a sentarse al espacio reservado para ellas. La princesa Aslaug siempre respetaba eso, que tuvieran su propio sitio para sentirse cómodas y en paz. A lado de Eyra siempre iba su hermano Bjorn, quien mediaba entre ella y los niños. Helga se sentó junto a Kaira y comenzó a comer. Vieron entrar al rey Ragnar, sus hijos mayores no se levantaron, siguieron con su comida, aunque yacían felices por verlo más repuesto.

—Ahora cree que fue un error.

—Hiciste lo que creías correcto.

—Está molesto conmigo.

—Si los dioses no lo quisieran, no te hubiesen dejado hacerlo prisionero. Deja de torturarte con eso.

—Para ti es fácil decirlo, no serás señalada.

—Apenas y recuerdan que soy hija de Ragnar, al igual que tú.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora