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—¿Confías en ellos?

—Ni de broma, cuentan los días, nuestros días.

—Sabes que no lo permitiré.

—Aunque sean mis hermanos, también a ellos cortaré la cabeza.

—O podría hacerlo yo— dijo Halfdan—. Y así estamos a mano— la reina se giró a verlo de forma inquisitiva, era bastante extraño que le dijiese aquello, intentó buscar una respuesta en su mirada. El rey terminó de vestirse y se giró a ella, pero no encontró la respuesta que buscaba—. Una apuesta entre tú y yo, que sea lo que los dioses quieran.

—Trato— le estrechó la mano.

—¿Qué están planeando que no me invitaron? — exclamó Kaira al aproximarse.

—Quien seducirá primero al otro— Halfdan se encogió de hombros.

—Entonces ya perdieron— se carcajeó mientras servía bebidas, brindarían entre ellos.

—Señora.

—Dime, Gunhild.

—La buscan sus hijos, quieren comer todos juntos antes de seguir.

—Gracias, querida— le acarició la mano antes de que todos salieran de la carpa.

***

—Le gusta transmitir conocimientos— dijo Gunhild.

—Y jugar— se rio Eyra—. Él no lo sabe, pero Sigvold se deja ganar.

—¿No tenían riña esos dos?

—Claro que sí— sonrió Kaira—. ¿Pero quién desaprovecharía el momento de las apuestas y el juego?

—Es como Kaira estando mal y herida y aún así entrenaba contigo cuando nos visitaron en York.

—Ivar y Hvitserk no se han movido de ahí— se giró Gunhild.

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora