60

69 4 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elin entregó a los pequeños a su esposo y a Einar, comenzó a curarla con desesperación, con miedo a que no pudiera bajar de la barca por su propio pie, deseando que no fuera la última imagen que los jóvenes príncipes tuvieran de su madre. Sigvold y Viggo llamaban a su Señor y este los ignoraba abismalmente. Kaira imploraba a los dioses que la salvaran, aún era muy joven para morir, la pelinegra creía que ella debía morir primero, no concebía la idea de dejarla ir, la amaba como a su propia hija. Aren lloraba ver a sí a su madre. Gisli veía con recelo a Magnus, no entendía por qué formaba parte de las tropas de Harald.

—Por favor, respira— susurró Eyra.

—Eso debería decirlo yo— dijo Elin con los ojos cristalizados.

—¿Cómo se ve?

—Muy mal.

—Se ve peor de lo que se siente.

—¿Estás segura?

—Pronto pasará.

—Llamaré a Halfdan.

—No, déjalo, está bien.

—La venganza era de ambos.

—Pero era su hermano— se quejó al tratar de enderesarse—. Él jamás le pondría una mano encima a Bjorn.

—Oh, Eyra.

—Déjala descansar— dijo Sigvold—. Montaré la siguiente guardia.

—Ya casi llegamos— dijo Magnus.

—Sigues vivo— se sorprendió Eyra.

Llegaron al puerto, todos subieron a los caballos y cabalgaron hasta la fortaleza, el líder del ejército los guió. Algunos los consideraban traidores, otros aún tenían en su memoria cómo Halfdan y Eyra habían conquistado tierras para Harald, así que no tuvieron problema al verlos como los nuevos líderes. Al entrar todo mundo los miraba sorprendidos, inquisitivos, no entendían lo que pasaba. Sigvold fue el primero en acercarse a la multitud, seguido de Kaira y Viggo. Elin y Gisli ayudaron a Eyra a bajar sin que se lastimara.

—¿Dónde está el rey Harald?

—El rey Harald murió en batalla— exclamó Kaira, aún sosteniendo el hacha que finiquitó su vida. Los murmullos no se hicieron esperar.

—¿Dónde está el Jarl Olavsson, nuestro líder?

—Murieron en batalla y de seguro están ahora en Valhalla— dijo Viggo.

—¡Vivan el rey Halfdan y la princesa Eyra! — gritó Sigvold alzando su hacha, algunos se sintieron intimidados con la nueva administración, era un cambio muy drástico.

—¿Qué pasará con nosotros?

—Deben creer en sus líderes— sentenció Viggo—. Pueden sufrir cambios, derrotas, pedo deben darles la oportunidad de probar por qué ascendieron en primer lugar.

—No creo en dar segundas oportunidades, no para tontos, fracasados y segundones— se aproximó a Halfdan, pues el matrimonio así era considerado, tanto él como ella con sus respectivos hermanos. Lo empujó y todos empuñaron sus armas en señal de ataque.

—Son palabras de alguien joven, pero...— asintió con la cabeza a los suyos—. Vives y aprendes— dijo Halfdan al sacar su hacha y comabtir a quien tenía enfrente, tomó la espada de su esposa y lo atravesó en el estómago una vez que lo derribó—. Amigos, no tuve la oportunidad de presentarles a Magnus Lothbrok, hijo de Ragnar Lothbrok y hermano de mi esposa, la reina Eyra.

—Con él a nuestro lado, podemos conseguir grandes cosas— dijo Eyra invocando la memoria de su padre, esa era la gran carta a jugar, así se desharían de los posibles enemigos que tuvieran ahora que ambos ascendían al trono—. ¡York será una gran ciudad, el centro de un imperio!— giró y su hijo se puso al otro lado de su padre, recuperó su espada y con esfuerzo la alzó en alto— ¡Nuestro imperio!

—¡Sí! — comenzaron a gritar.

—Quédate con tus hermanos— ordenó Halfdan a su hijo y este se retiró—. Ven.

—Volvemos en un momento— dijo Eyra a su séquito— encárguense.

—Salgan todos— espetó Halfdan—. No quiero a nadie cerca de esta sala, ¿quedó claro?

—Sí, señor— reverenciaron y marcharon a toda prisa. Halfdan por fin le soltó el brazo, dejó sus armas sobre la mesa y emitió un suspiro pesado mientras se frotaba el rostro.

—¿Estás herido?

—No estamos aquí para eso.

—Es mi deber preocuparme por ti.

—Tu deber era mantenerte a mi lado, era mi responsabilidad, no tuya— dijo entre dientes.

—Me abandonó en Kattegat, a tus hijos, puedes preguntar a tus guerreros, temí que hubiese secuestrado a Aren— sus ojos se cirstalizaron al recordar aquello.

—¿Y qué sigue?

—No te entiendo.

—Por supuesto que sí.

—Pues ilumíname porque sabes que con metáforas y acertijos no entiendo.

—¡Planeaste todo esto! Le dijiste a Elin que cuidara de nuestros hijos pero fue una artimaña, ya habías tomado tu decisión.

—No quería pasar el resto de mis días sirviendo a un rey cristiano.

—¡Eso no lo decides tú!

—¿Entonces no te ibas a vengar? ¿Acaso crees que Harald no te iba a matar, que estaba jugando o qué?

—¡No te correspondía a ti!

—¡Nos ofendió a ambos! ¡Te dio la espalda! No le importaba si volvías o no de tu viaje, siguió sus propias ambiciones a pesar de haber jurado que te amaba.

—¡Era mi hermano!

—¡También mi familia!

—Los dioses ya habían decidido el provenir de la batalla.

—Halfdan.

—¿Por qué no me dejaste morir? ¡Yo estaba listo!

—¡Pero yo no! — se desplomó en el suelo, de rodillas y comenzó a llorar mientras se cubría el rostro. Halfdan se acercó a ella, jamás la había visto así de rota, que se rompiera con tanta facilidad, se arrodilló y tomó sus manos para verla a los ojos, ella seguía aferrada a ocultarse.

—¿Qué es lo que no me quieres decir?

—La diosa a la que he encomendado toda mi vida, cada decisión que he tomado, nada me ha conducido más que la voluntad de los dioses.

—¿Entonces qué te tiene así?

—Sí estoy preparada para dejarte ir, lista mentalmente a que un día me vas a dejar para entrar al Valhalla, pero no quiero que este hijo que yace en mis entrañas crezca sin un padre, no podría negárselo a este bebé.

—Eyra— la abrazó olvidándose que estaba herida.

—Perdóname por ser tan egoísta— lloró de nuevo entre sus brazos.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No me habrías dejado partir contigo.

—¿Cómo podría negarte el deseo de venganza?

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora