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—¿Por qué no los perdonas? — inquirió Aren

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—¿Por qué no los perdonas? — inquirió Aren.

—¿Por qué?

—Los dioses se perdonaban— le recordó Aren.

—También son hijos de Ragnar— dijo Thorun—. ¿No deberías estar feliz de que tus hermanos hayan vuelto a Kattegat?

—Tras la derrota en París de mi padre y de todos nosotros, aquella donde tu padre y yo fuimos heridos por primera vez desde que nos casamos, la gente de Kattegat le dio la espalda, porque se había bautizado, porque lo creían maldito por los dioses, en ese momento nadie se acordó que era descendiente del propio Odín, todos voltearon el rostro y de loco no lo bajaban. ¿Por qué mi padre murió en el olvido, odiado por muchos y yo debo perdonar a Ivar y Hvitserk?

—Porque el odio te corroe— dijo Egil.

—No los odio.

—No parece, madre— reiteró.

—¿Quieres que les dé la libertad? Adelante, ahí están las llaves— se volteó a su hijo mayor—, sé un digno sucesor de tu padre y ejerce tu poder.

—¿No estás molesta?

—No, creo que tienes buenos motivos para que los perdone, hasta tu esposa y tu hermano respaldan tu decisión.

—Tu madre saboreó la muerte en más de una ocasión a manos de Ivar, tu tío Bjorn y tu hermano Daven murieron a manos de ese lisiado— dijo Halfdan—, déjanos saborear la amarga victoria. Cuando tú y Thorun se sienten en nuestros tronos, sabrás que este oficio es solitario, es deprimente, amargo y muchas veces te harás de cientos de enemigos que no podrás luchar contra todos; solo debes agarrar con fuerza tu escudo y tu hacha, plantarte frente a la adversidad y tomar la decisión que creas correcta.

—Así lo haré, padre— Aren lo reverenció y besó la mano de su madre antes de tomar a su esposa y salir de ahí.

—¿Crees que vino a derrocarnos? — se giró a su esposa.

—No lo sé, Halfdan, no puedo negarlo ni asegurarlo, parece perdido.

—Creo que todos nos sentimos de ese modo.

—¿El paso del tiempo?

—Así parece.

—En momentos como este, donde me siento perdida y cansada de la vida, ansío aún más el Valhalla.

***

—Triunfaste.

—Así parece.

—¿Dices que no es cierto?

—No sé por qué debería decírtelo— dijo ella entregándole una bebida—. Supongo que, si eres un dios, ya lo sabes.

—Tú eres la que habla con ellos, al menos con una.

—Siempre he creído que a todos nos hablan y solo pocos podemos ver sus manifestaciones reales, en carne y hueso ante nosotros.

—Entonces eres bendecida por ellos, al menos más que yo— se señaló a sí mismo.

—No sé si estaba destinada a gobernar— suspiró—, siempre imaginaba que era Bjorn y lo sería toda su vida, que sus hijos tomarían el mismo destino; de igual modo, que algún día Harald lograría concebir, ni mi esposo ni yo tendríamos este destino.

—El rey Harald quería ser rey de toda Noruega.

—Y yo se lo arrebaté, incluso desafié a Bjorn Ironside, a mi amado hermano por ese título. No quería quitarle Kattegat, pero vimos la oportunidad de que mi esposo la tuviese y se la dimos. No era lo que esperaba, ser reina lleva a poco placer y satisfacción, ahora entiendo a nuestro padre. ¿O tú qué piensas, rey Ivar? Kattegat ya no es como la recordaba, siento que ya no encajo aquí. Hay una ilusión de poder que induce dentro de ti una especie de locura. ¿No es cierto? ¿No es verdad, Ivar?

—Sí. Es verdad. Esto te llenará de cierta soledad, pero aquí están nuestros padres, nuestro hermano Sigurd, incluso Harald y tus amigas. ¿Halfdan te perdonó por matar a su hermano?

—¿Tú te perdonaste por matar a nuestro hermano?

***

—Gunhild, tu doncella, dijo que solo pelearíamos entre nosotros cuando hubiese paz, a menos que haya algo más y sí que lo hay— exclamó Ivar al entrar en el gran salón, abriendo las puertas de par en par e interrumpiendo la reunión de los reyes con sus jefes de la guardia y los príncipes herederos. El lisiado avanzaba lo más rápido que podía hasta la mesa donde todos estaban reunidos, los reyes intercambiaron miradas antes de retornar a prestarle atención—. Y es esto— espetó al poner la ficha del juego sobre la mesa y llamando de nuevo la atención de todos, quienes observaron la pieza y luego a los soberanos en busca de respuestas.

***

—Amigos míos— llamó la reina Eyra a los congregados.

—Traemos noticias emocionantes— dijo Halfdan.

—Mi amado hermano, el rey Bjorn, creía que Kattegat solo dependía del comercio. No es cierto, claro que siempre hemos sido comerciantes, hemos recorrido el mundo para comerciar con otros pueblos.

—Pero nuestros países escandinavos son pequeños y no hay mucho que intercambiar— dijo Halfdan—. Entonces hemos incursionado a lo largo y ancho. Nuestros saqueos han sido exitosos.

—Ya tenemos presencia en Inglaterra, Irlanda, el Reino Franco, incluso en Rus— exclamó Eyra—. Hemos empezado a echar raíces en todos estos lugares.

—Y nuestra influencia es más extensa que nosotros— dijo Halfdan—. A menos que sigamos saqueando, ganando batallas, tomando territorios, pronto perderemos lo que hemos ganado hasta ahora. En Inglaterra, tenemos una base en York, en Mercia y en Northumbria, todavía tenemos un asentamiento en Wessex, que Ubbe ganó para nosotros. Pero Wessex sigue siendo fuerte, aún es el último gran reino de Inglaterra.

—Su rey, Alfred, es homenajeado por todas las tribus sajonas y si dejamos a este reino en paz, entonces, sin duda, destruirá nuestros asentamientos y recuperará todos sus feudos perdidos— Halfdan extendió la mano a su esposa para ayudarla a sentarse y él hizo lo propio.

—Me dicen que todos nuestros grandes héroes murieron, tal vez lo crean. Porque me parece que mientras nuestros parientes luchan y pelean en el extranjero, ustedes se han asentado cómodamente en Kattegat, viviendo de la fertilidad de la tierra, olvidando su esencia. Olvidan que son vikingos, los hijos y hermanos de los dioses, que anhelan el Valhalla. ¿Para esto murió Ragnar Lothbrok? ¿Para que tuvieran una vida fácil, días templados, él sacrificó su vida? — exclamó Ivar al ponerse de pie y encarar a la audiencia, quienes lo veían en silencio, expectantes—. Yo estuve allí cuando mi padre murió, lo vi miserable, en su jaula sobre una fosa de víboras. Y oí sus últimas palabras, no quería compasión, se alegraba de morir, reía, sabía que pronto cenaría con los dioses. Pero él instó a sus hijos, y a ustedes, su pueblo, a que lo vengaran. Desde su muerte, la plaga cristiana se ha extendido por el mundo, incluso afectó a nuestros hermanos Rus, pero si aún afirman ser vikingos, entonces actúen como tal. Olvídense de su cómoda existencia, acompáñenme a conquistar al rey Alfred. Vamos a conquistar Inglaterra y todas sus riquezas, reclamen su derecho natural, sean como los dioses, ¡y lleguen al Valhalla!

—Veo que ya lo habían discutido los dos— sonrió Eyra.

—Al igual que tú, defiende la idea de que debes ganarte el Valhalla.

—¿Confías en él?

—¿Y tú?

El fin de la Era DoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora