Cap 31:

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(Notas de autora).

-Diálogos-.

-Pensamientos-.

*-Cartas-*.

POV NAVIER:

Dejé que todo siguiera su curso, el embarazo de Rashta iba a ser mencionado dentro de un par de minutos o segundos por Sovieshu.

-Su majestad. El emperador está aquí-.

-¿A esta hora?- Fingí pensar si dejarlo pasar o no, por un par de segundos -déjalo entrar- él entró a la habitación, se veía un poco feliz, era una lástima, después de todo, esa bebé no era suya -¿su majestad?- Esperé un poco -¿está bien la señorita Rashta?-.

-Esta embarazada-.

-... No puedo ofrecerte mis felicitaciones- se me era imposible, era demasiado cínico para mí felicitarlo por ello, sabiendo que pasaría en el futuro.

-Puede que no sea reconocido como parte de la familia imperial, pero sigue siendo mi primer hijo-.

-... Lo sé- me forcé a decir.

-No tienes que dar tus felicitaciones. No obstante, a partir del próximo mes, espero que aumentes su asignación tanto como la de las concubinas que tienen hijos-.

-Por supuesto-.

-Rashta aún no ha despertado, pero sus heridas no amenazan su vida- no respondí. Al poco rato él salió dando un suspiro.

-Esto será un verdadero infierno- un rato después noté a Reina en el alféizar de la ventana, su pico abierto de par en par, junto a sus ojos, denotaban la sorpresa. Me acerqué y él voló a mis brazos, me abrazó como pudo con sus alas, enterré mi rostro en ellas -gracias... Es mucho mejor tener a alguien que te abrace-.

Embarazo... Lari y Kai... Sovieshu era infértil, pero.... ¿Yo realmente lo era? ¿Quedé embarazada solo por la cama de maná o en realidad era fértil? Tenía ganas de averiguarlo, pero darle el título de amante a Heinley era algo que no me parecía correcto y el hecho de compartir cama con alguien que no fuera él me incomodaba de forma insoportable.

Como recordaba, la noticia se extendió por todos lados en pocas horas, notaba la mirada de todos, pero al yo dirigirle la mía de forma "casual" la apartaban, y el silencio reinaba en el lugar, así sucedió todo el día.

Al llegar la noche y llegar a mi habitación la fatiga se hizo presente, me dejé caer en el sillón, respiré hondo y descansé mi mano sobre mi sien, detestaba la situación, era tan... Estresante.

-Su majestad- escuché el llamado de la condesa Eliza, levanté la cabeza.

-¿Qué pasa?-.

-El príncipe Heinley está aquí. Parece tener prisa por verla...-.

-Heinley...- Me obligué a responder y salir de mi ensoñación al pensar en lo ligera que me sentí ante la mención de su nombre -¿el príncipe Heinley?- Me incorporé en el sillón -tráelo- salí al salón, entrando al mismo tiempo que mi lindo águila.

-¿Le gustaría tomar el té, su majestad?-.

-Sí, gracias, condesa-.

Después de que la condesa salió del salón, Heinley levantó sus brazos, quise correr hacia ellos, pero mis piernas no respondían -he estado queriendo consolarte. ¿Puedo darte un abrazo como amigo?- Al cruzar miradas, vi en la suya la deseperación por darme alientos -los amigos se abrazan para consolarse-.

-Bien- esta vez mis píernas respondieron, pero a medias, me acerqué con lentitud, al estar cerca me abrazó con fuerza, incliné mi frente hacia delante y su aroma me inundó -estoy en casa- pensé al escuchar sus latidos, mi corazón se había aligerado incluso más, me sentía cómoda, quería estar así durante mucho tiempo, pero sabía que en algún momento él desharía el abrazo.

-Yo realmente... Realmente debo ser un estúpido imbécil, reina-.

-¿De qué estás hablando?- Pregunté aún en sus brazos.

-Vine aquí para consolarte porque temía que estuvieras disgustada. Pero mientras tanto estaba teniendo malos pensamientos- aparté mi frente, fingiendo confusión y di un paso atrás con pesar oculto.

No había sentido movimiento en su parte baja, así que pensamientos pervertidos no eran, tal vez estuviera pensando en como llevarme con él y convertirme en su esposa. Para este punto, Heinley ya me amaba, lo veía en sus brillantes ojos -¿estaba demasiado cerca de ti?- Lo miré fingiendo preocupación.

-¿Huh?- Sus orejas se pusieron rojas y agitó las manos -no estaba teniendo malos pensamientos sobre eso, reina. Absolutamente no. No soy del tipo de persona que se emociona así- oculté mis ganas de reír, era tan adorable -me estoy volviendo loco- se cubrió los ojos con sus manos, avergonzado -ni siquiera me preguntaste en primer lugar. Me metí en esto, ¿no?-.

-... Un poco- hizo un sonido angustiado y avergonzado, sonreí -bueno, estoy sonriendo en medio de esto. Las emociones humanas son complicadas-.

-Bueno, me alegra que mi vergüenza te haya hecho sonreír- él suspiró y se echó a reír, sonreí de nuevo ante su risa familiar. Volví a mi expresión habitual cuando entró la condesa Eliza con el té, puso la bandeja sobre la mesa del salón, luego dejó un par de tazas y se fue.

Le ofrecí a mi amado una taza de té y nuestras manos se rozaron me pusé rígida para no estremecerme, la mano de Heinley tembló un poco, bajó la mirada cuando lo observé, lentamente levantó sus ojos, sus iris tenían ese color púrpura hipnotizante, era tan hermoso y cautivador.

-Si el príncipe Heinley fuera mujer...- Lari apareció en mi memoria, ella era idéntica a mi físicamente según Heinley, Koshar y mis padres, pero su personalidad, igual a la de Heinley, a mi parecer la volvía realmente una niña encantadora.

-¿Hm?-.

-El emperador se enamoraría de ti. Tus ojos son preciosos- bromeé.

-Qué forma tan peculiar de dar un cumplido- me miró un segundo, se rió de nuevo y tomó algo de té -si fuera mujer, me convertiría en la dama de compañía de reina-.

-¿Mi dama de compañía?-.

-Podríamos permanecer juntos todo el día-.

-¿Quieres ser mi dama de compañía?- Pregunté aguantando la risa.

-Eso no. Concéntrate en la parte después de eso, reina- no pude aguantar más y reí junto a él, esta vez, aun si él se fuera, me sentiría aliviada, lo tendría a mi lado, estaba segura de ello. La condesa Eliza llamó a la puerta.

-Su majestad, la duquesa Tuania está aquí- sentí un nudo en el estómago... El vizconde Langdel. Me sentí mal y culpable al ver los ojos llorosos de Nian.

-Me retiraré, reina- hizo un gesto de saludó a Nian y se fue. Me acerqué a ella, tomé sus manos y la llevé a sentarse en el sofá.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?- Me sentí peor después de que esas palabras salieron de mi boca, me sentía tan hipócrita. Tan pronto se sentó, tomó mis manos entre las suyas, un rato después, habló.

-Su majestad, me avergüenza mucho pedirle esto, pero... Por favor salve al vizconde Langdel-.

Editado: 01/01/2023.

Atte: Sana~i.



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