24. Perder el control

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—Entrenareis individualmente para aumentar vuestra fuerza y conseguir las licencias provisionales.— declaró Aizawa. —Bakugo — dijo lanzándole una pelota de béisbol. —Tu récord al entrar en la escuela era de 705,2 metros. Lánzala para ver qué tan lejos llega  ahora.

—Bien, entonces... ¡VETE. AL. DIABLO! — gritó obedeciendo la orden de Aizawa.

—709,6 metros. Como ven, a pesar de que habéis mejorado vuestra técnica con la experiencia. Vuestra resistencia y vuestras singularidades no han mejorado tanto. —una sonrisa cínica se dibujó en su rostro. —Este entrenamiento será tan duro que sentiréis que moriréis. Pero no vayáis a hacerlo. — concluyó dejando a todos petrificados.

Kata fue con Aizawa y Tokoyami hacia unas cuevas en las montañas. No estaban conectadas entre sí asi que no debería haber riesgo de que se hicieran daño. Tokoyami fue el primero en comenzar a entrenar y Kata se dirigió a la siguiente cueva mientras escuchaba las indicaciones de Aizawa.

—Aquí entrenarás tú, aquí dentro prácticamente no tendrás límite para usar tus sombras. — dijo Aizawa para luego marcharse «Parece un entrenamiento normal y corriente» —Casi se me olvida, para el final de la semana tienes que poder controlar toda la oscuridad en la cueva. No debería haber diferencia de luminosidad entre el interior y el exterior. — Katana tragó ruidosamente mientras analizaba las dimensiones de la cueva. Era como mínimo 3 veces el área del callejón y además no solo debía endurecer la oscuridad sino también sacarla de la cueva. —Yo de ti, empezaría pronto. — dijo marchándose mientras se despedía con la mano.

«Controlar una superficie tan grande será imposible... Tal vez sea mejor invocar criaturas y vaciar la cueva poco a poco. » Y así lo hizo. Lobos, aves, conejos y ratones salían de la cueva sin cesar pero ni siquiera fue capaz de vaciar la mitad. Cerca de medio día cuando mantener sus sombras a plena luz era casi imposible no pudo hacer más que sucumbir al cansancio y deshacer las invocaciones. Lo que significaba, volver a empezar. Y así lo hizo. Apenas permaneció un par de minutos en el suelo cuando volvió a intentarlo tratando al mismo tiempo evitar que la sangre de su nariz manchara la ropa. Finalizó el día sin haber logrado vaciar una tercera parte de aquella cueva y completamente exhausta se dirigió al comedor donde se reunieron todos a preparar la cena.

Tras el segundo día de entrenamiento, no había logrado avanzar en su cometido ni parecía lograr retrasar el momento en el que empezaba el sangrado. Ya llegaba la hora de cenar por lo que se limitó a limpiarse la nariz encontrando en el camino al niño. Entre los árboles y un pasadizo dentro de la montaña Katana lo siguió hasta un acantilado.

—A los héroes os gusta meter las narices donde no os llaman. — dijo el niño.

—Perdona, no quería molestar. Me preocupaba que un niño tan pequeño fuera solo por un bosque. — dijo la chica saliendo de su escondite.

—Pues estoy bien. Ahora puedes irte con tus estúpidos amigos a entrenar tu estúpido quirk para ser un estúpido héroe que morirá por salvar a otros. 

—De verdad nos odias ¿eh? — la chica se sentó en el borde del precipicio

—Vete de aquí. — Kata no parecía estar dispuesta a irse — entonces me iré yo. 

—Yo también he perdido familiares por culpa de los héroes. — las palabras de la chica parecían hacer efecto ya que el chico se detuvo. —Mi tío. era un estudiante de U.A., yo tenía 2 años entonces, él estaba en segundo año. Durante unas prácticas un villano derrumbó un edificio y evitó que unos niños de primaria fueran arrollados pero acabó siendo él el que murió bajo los escombros. 

—¿Y qué haces aquí? ¿No encontraste otra forma de suicidarte? — Kata rió ante las palabras del niño.

—A pesar de ello mi madre estaba convencida de que él no se arrepentía de nada. 

Mha - El pasar de las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora