5. El bolso

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Este rumor dice que, por un tiempo, tendrá que masturbarse con su recuerdo.


La vi salir del baño, estaba enojada. Acaba de irse y dejarme en medio del baño de mujeres.

Mirándome en el espejo, respiré para calmarme, verla en ese vestido hizo que quiera arrancárselo, combinaba con el color de sus ojos, y se pegaba a su figura excelentemente, el cabello recogido en una cola alta, dejaba al descubierto su espalda, una cadena de oro caía y se movía con cada paso que daba.

Era mejor dejar de pensar en ella, o no podría salir de este lugar en un tiempo. Al ver el espejo, algo llamó mi atención.

― Pero mira lo que tenemos aquí ―viendo que nadie esté cerca, abrí el pequeño bolso―. Amunet Dumas, creo que nos volveremos a ver las caras. ―sonreí viendo el labial de cierta personita pequeña.

Guardé todo cuando escuché pasos, salí con cuidado de no ser visto, no quería que supongan que estoy interrumpiendo en su intimidad. Dejando el bolso en mi auto, regresé a la fiesta para observarla de lejos.

Así terminó la noche, yo la observaba y ella hacía todo lo posible para ignorarme. Tomando la excusa de mis hermanos, nos despedimos de Amunet y los que la acompañaban, sujetándola de la cintura, besé la comisura de sus labios, sintiendo su suave piel, fue rápido pero sé que le molestó que lo haga ahí.

Mis padres junto con los gemelos fueron en un auto, yo me fui en el mío, mientras conducía veía el bolso plateado que estaba en el copiloto.

― Amunet, Amunet, Amunet. ―saboreé cada letra de su nombre.

Me gustaba que las cosas estén a mi favor, la volvería a ver con la excusa perfecta.

Llegando al hotel subí hasta mi habitación, tirando el nudo de la corbata, abrí un par de botones de mi camisa, pasando los dedos por mi cabello escuché que tocaban mi puerta. Abriendo, los dos alemanes pequeños entraron completamente emocionados.

― ¡Mira!

― Nos tomamos un par de fotos con nuestra diosa. ―ambos mostraron sus celulares.

― Si siguen moviéndose, no podré ver nada.

― Es perfecta. ―deslizando las fotografías nunca terminaron.

― ¿Unas cuantas?

― Es muy amable.

― Ese es Russell. ―Franz señaló.

― Ro, dijo que lo llamemos Ro.

― Si y es supermajo. ―escuchar eso salir de su boca me sorprendió.

― ¿De dónde aprendiste eso? ―agrande la imagen viendo como la agarraba de la cintura.

― Ro, bueno, nuestra diosa lo dijo y Ro nos lo tradujo. Es como decir que es simpático.

― Se enamoró de mí. ―Joss estaba entusiasmado.

― No, lo hizo de mí.

― ¿De ti?, solo tienes que ver cómo me abraza en la foto. Me ama. ―enseñó la pantalla.

― Sigue soñando, si dijo que le encantó como bailé, tuvo sus ojos puestos en mí toda la noche. ―riendo seguí observando.

― ¿De quién es este bolso? ―Joss señaló la pertenencia en la cama.

― Yo reconozco esa hermosura plateada. ―revisando su celular, mostró una imagen del inicio del evento.

― Aquí.

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