27. Sorpresa

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Los rumores nunca cambian y tampoco ellos. Si hablan de él, lo invocarán.


― Puedes dimensionar esta parte. ―señaló, lo analicé imaginando como se vería.

― Sí, tienes razón. ―cambiando algunos detalles, reposé mi espalda en el tronco.

― Siempre. ―sonrió lanzándome de los bocadillos.

― Calla. ―nos mantuvimos en silencio mientras modificaba mi diseño.

― Ro y los tíos llegan la próxima semana. ―la comisura de mi labio se elevó.

― Sí. Ahora las cosas estarán patas para arriba.

― Yo tengo estas dos, o llegan una semana antes, o una semana después, no creo que lleguen cuando tienen que hacerlo. ―estuve de acuerdo.

― Es eso o, tendremos a Ro ahora tocando nuestra puerta. ―bromeamos.

Y poco después de decirlo, escuchamos la puerta, nuestras sonrisas se borraron inmediatamente, nos miramos haciendo silencio para escuchar.

― No. ―nos mantuvimos callados.

― No, imposible. ―tocaron otra vez.

― Reina y rey tienen llaves, tú estás aquí. Los chicos no considero que. . . ―un momento, ¿qué tal si es Luca?, no creo que, no esto no, él no. . .

― Deberíamos ir a ver. ―ambos nos levantamos y yo pensé en cualquier excusa, si es Luca, Ethan no puede verlo.

Juro que, si lo es, lo mato.

― Ve a preparar algo para. . . para tomar, yo iré a ver quién es. Ve y prepara limonada. ―lo empujé hacia la cocina.

Al verlo adentrarse, fui de inmediato a la puerta, grandioso, no puede ser más capullo. ¿No podía avisarme que vendría?, joder, estoy hecha un desastre.

Como hoy lo pasaría con mi primo, estoy con ropa de casa, los pantalones más viejos que tengo, con una polera que está a poco de ser limpiador. Mis pies están descalzos, me gusta sentir el césped, pero ahora ese no es el caso.

Acercándome a la mirilla no vi nada― ¿Quién es? ―pregunté, pero nadie respondió. Volví a preguntar sin respuesta alguna, abrí la puerta pensando que era una broma.

Un Boyero De Berna saltó encima, caí por el peso.

― ¡Ciao bella! ―entró Ro. Verlo hizo que pueda respirar tranquila, no es Luca.

Corrí donde el chico me esperaba con los brazos abiertos― Te extrañé. Te extrañé estorbo. ―escondí mi rostro en el espacio de su cuello, olía a colonia masculina y lavanda.

― Yo también estorbo. ―a nuestro abrazo se unió Gato lamiendo nuestras caras.

― A ti también, precioso. Sentado ―ordené e hizo caso moviendo su colita―. Pero qué cosita más hermosa, ven y abrázame ―se levantó abrazándome―. Cosita preciosa, ¿quién es el más hermoso?, Gato, claro que Gato.

― ¿Por qué no me hablas así a mí? ―el chico cruzó sus brazos indignado.

― Porque tú no tienes esta carita ―tomé la carita del canino en manos―. ¿Por qué no avisaste que venías?

― Si lo decíamos ya no sería sorpresa. Eso me recuerda. Gato, ven, como lo practicamos ―los dos se acomodaron― ¡Sorpresa! ―Ro levantó sus brazos y gato sus patitas delanteras.

― Qué lindos. Una bonita sorpresa.

― Ahora sé que, si hablamos de ti, te invocaremos. ―dejó la limonada en una superficie para ir a abrazarlo.

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