36. No te creo

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Suelo escuchar el rumor de que regresar a la normalidad es bueno, pero en esta ocasión lo dudo.


― Llegaste, bien, tengo una idea grandiosa, ya hablé con tío Dean y está de acuerdo, esto podría ayudar muchísimo con nuestro proyecto. Mira. ―le mostré bocetos.

― ¿Cuál es tu plan? ―feliz, le conté lo que tenía en mente―. Muy bien, ahora te dejo, tengo cosas que hacer. ―estos días estuve demasiado ajetreada.

― ¿No te gustaría ir a comer algo? ―preguntó deteniéndome.

― No me alcanza el tiempo, pero tranquilo, tengo un emparedado y fruta, sobreviviré.

― Sabes que puedes dejarle ese trabajo a alguien más. ―hice una mueca.

― Sí, pero me siento segura si lo superviso ―le di un beso en el cachete―. Nos vemos en casa Ro.

Mi familia ya no estaba, se fueron hace semanas, antes de comenzar a moverme, lo pasé con ellos, no suelo verlos seguido, entonces aproveché, cuando se fueron sentí dolor, no lo demostré, pero lo sentí.

Ahora me movía por la ciudad como loca, regresando a la normalidad, me sentí bien, es como si todo fuera como antes, bueno, era como antes. Retomé el control de mi vida y por fin podía estar tranquila.

Mientras caminaba, revisaba un trabajo que nos dejaron para dentro de una semana, todo estaba bien hasta que lo vi, las cosas parecían más fáciles cuando no estaba presente, sin tener de otra, seguí caminando.

Por alguna razón que desconozco, mis pies se detuvieron cuando lo tuve parado frente a mí.

― Luca.

― Stitch. ―un silencio reinó.

― Bueno, tengo cosas que hacer. Adiós. ―tratando de rodearlo quise seguir con mi camino, sería así, si no fuera porque, me sujetó de la muñeca para detenerme.

― ¿Podemos hablar? ―suspiré.

― Creo que ya se dijo lo que se tenía que decir.

― No, hablaste tú, no dejaste que diga nada. ―rodé los ojos recordándome que recuperé el rumbo de mi vida, no tengo por qué perderlo otra vez.

― Porque nada de lo que digas hará que cambie de parecer. ―nuevamente, estaba pasiva, calmada y tranquila, sí.

― ¿Nada?, pasaron semanas, y aún no quieres escucharme. ―no tiene sentido, para nada.

― ¿Qué quieres que escuche?, ya te dije, no me debes ninguna explicación, no es por nada de lo que piensas, simplemente ya me cansé de eso, es todo.

― Pero ¿te escuchas?, dices una cosa, vale, no quieres que sigamos con lo que teníamos, créeme que lo dejaría, si no fuera porque no te creo. ―reí sin humor, esto es increíble.

― ¿No me crees?, y qué mierda tendrías que creer, ya dije algo, punto, no hay más.

― No, tú sigues deseándome como yo lo hago contigo, lo que dices son solo mentiras.

― Sean mentiras o no, no pienso seguir con esto. ―terminé para irme.

― Espera. . . Cuando dijimos las reglas, aclaramos que, si rompíamos la regla tres, lo dejaríamos, acaso. . .

― No, para nada, esto no es porque me gustes.

― ¿Entonces?, porque decidiste terminarlo.

― Mira, no tengo tiempo para esto. ―sin esperarlo, no pude más.

Ya en la biblioteca, respiré liberando la pesadez de mis pulmones, las cosas estaban como antes, tenía mis cosas en control, pero no lo sentía del todo como antes, como si algo me faltara.

Pero eso es normal, mi familia se fue hace poco, y los extraño.

― Llegamos, perdona. ―vi a los chicos con los que quedé.

― No hay problema, ¿iniciamos? ―gustosos, empezamos a dar ideas.

Una tras otra, teníamos bastante, pero pudimos quedar con una idea, trabajamos arrancando con nuestros bocetos, esto llevó tiempo, bastante tiempo, y el momento que tuve que irme, me despedí contestando el móvil.

― ¿Qué harás el día de hoy? ―sonreí caminando por los pasillos.

― Por el momento, ir a casa, tengo cosas que hacer. ―llegué hasta el ascensor, presionando el botón, esperé.

― ¿Es muy importante? ―arreglé mi cabello en el espejo.

― ¿Y eso?

― Resulta, que ahora estoy cerca de Waltron y podríamos ir a comer algo. ―medité las posibilidades.

― Muy bien, espérame unos minutos. ―colgué sin escuchar lo que iba a decir.

Poco a poco las cosas tienen que volver a la normalidad, y de eso me encargo yo, nada ni nadie volverá a hacer que pierda el control de mi vida o. . .

Abriendo la maletera, guardé todo ahí, entré a mi auto y salí del estacionamiento, ya en las calles, busqué a David, al encontrarlo, estacioné cerca de él, cierto, no estaba lejos. Con una sonrisa, caminé a su dirección, antes de llegar me interceptaron.

― Stitch. ―sonrió.

Lo que me faltaba.

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