60. Oh no

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Los rumores duelen, bastante, y que ella no quiera escucharlo es mucho más doloroso, porque las cosas no son como parece.


― Cuando me dijeron que estabas aquí. . . ―entró por la puerta y se cortó al ver que movía su sofá de lugar―. Oh no.

― ¿Qué dices, se ve mejor aquí, o cerca de la mesita de café? ―solté sacudiendo mis manos.

― Oh no. ―repitió.

― Yo digo que está bien aquí. Aunque tengo pensado mover el sillón por ahí. ―señalé acercándome para darle un abrazo.

― ¿Qué pasó? ―preguntó cubriéndome con sus brazos.

― Nada, pero opino que es mejor así.

― ¿Hubo algún problema mientras no estuve? ―me encogí de hombros regresando a lo mío.

― No creo, estuve pendiente a todo, ¿cómo te fue con los inversionistas? ―le presté toda mi atención.

― Bien, bastante, te lo dije. Podía encargarme de esto.

― Eso lo sabía, pero no está de más acompañarte.

― Tienes mucho por aquí, como terminar la universidad antes. ―rodeé los ojos.

― Eso nunca fue un problema, lo sabes. ―se quitó la chaqueta y estiró sus brazos.

― Bueno, ahora ven, tenemos que hablar. ―se sentó palmeando a un lado para que yo me siente.

― Estoy ocupada. ―sabía lo que venía.

― Amunet, estás reacomodando mi departamento, y solo haces eso cuando las cosas no están bien, solo buscas mantenerte ocupada para no pensar. ―puse los ojos en blanco, de nuevo.

― Mira. . .

― Ven. ―sin tener de otra, me acerqué.

― No es nada.

― Nunca es nada, jamás. ―maldije.

― No empieces.

― Si empiezo.

― Vale, estaba un poco estresada, es todo. ―mentí tratando de lucir normal.

― ¿En serio seguirás mintiéndome?, te conozco desde que tengo memoria.

― No te des mucho crédito. ―traté de bromear, pero no me salió.

― Te conozco más que la mayoría ―guardamos silencio―, ¿entonces me dirás que sucede, o tengo que esperar a que termines de poner todo boca abajo? ―me abrazó por el hombro acercándome para besar mi cabeza.

― No sería mala idea ―presionando los labios supe que era el momento de decirlo―. Es la primera vez que decido confiar en alguien más.

Sintiendo mi garganta cerrarse, dejé de hablar. Es horrible, muy horrible sentirlo.

― Hey, hey, estorbo, ¿qué sucede? ―logra que nos miremos, limpiando mis lágrimas con cuidado.

― Haz que se vaya, ya no quiero, duele mucho, siento que me consume. Ro, ya no quiero sentir esto. ―lo abracé con fuerza, sintiendo que era una niña, frágil, pequeña.

― Shh, shhh, preciosa, ¿de qué dolor hablas? ―sus manos acarician mi cabello, mientras iba temblando.

― Cuando Emé murió, me hice la promesa de no volver a tener una debilidad tan fuerte ―silencio hasta que pude reunir fuerzas―. Dejé que esas barreras se vayan por alguien, alguien que al final terminó lastimándome. ―seguí llorando, sin detenerme.

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