23. Vaya mierda

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Los rumores dicen que nuestro cuerpo es traicionero y, reacciona a sus atenciones.


― Los llamé para que me ayuden, no para reírse. ―acomodé mi cabello mojado.

― ¿Qué quieres que hagamos?, se supone que estás así, por una cena a la cual te invitaron niños. ―rodando los ojos fui al armario para sacar opciones.

― No te olvides de chocolates y las flores. ―reí regresando.

― Silencio, fueron amables y tiernos. ―les dije sin más explicaciones.

― Qué va, yo apoyo a Ro, es por ese chico. ―y fueron los dos contra mí.

― Sí, no está mal, pero vaya que. . .

― Suficiente, ayúdenme a escoger.

― Que no sea muy elegante. ―vi lo que tenía.

― ¿Por qué? ―antes de tener una respuesta, descarté todos ellos.

― Vamos, vas a una cena donde no especificaron la ropa, no quieres ir muy elegante.

― Tampoco como si fuera por quesadillas. ―y también los que eran muy informal.

― Vale, entonces. . . ¿Qué dicen de estos? ―mostré diferentes conjuntos.

― El rojo no.

― Si concuerdo, tampoco el blanco.

― Ni el magenta.

― El negro también queda descartado.

― Si siguen así, me quedaré sin opciones. ―lancé la ropa sobre la cama para volver a encararlos.

― ¿No querías nuestra ayuda?, te ayudamos. ―froté mi rostro divertida.

― ¿Qué hay del turquesa?, el que tiene hombros descubiertos. ―príncipe habló antes que yo.

― Sí, es perfecto. Ni muy elegante, o muy casual. ―lo apoyó entonces, fui a buscar.

Tardé un poco más de tiempo, y teniéndola, salí por las puertas para mostrarla a la cámara. La acomodé para que lo vean como si lo tuviera puesto, me elogiaron y lo eligieron. Mirándome en el espejo, yo también lo elegí. El vestido tenía pequeños brillos por toda la prenda, y de la cintura para abajo era fruncido.

― Acompáñalo con el collar que tiene los pequeños diamantes. Se verá guay.

― Creo que me recogeré el cabello. ―dije vagamente.

Así seguimos la siguiente hora, mientras me maquillaba no paraban de hablar, que si el hermano de ellos entenderá que las reglas que tengo son firmes, que si la noche terminará siendo una noche de calor, que si esto, que si lo otro.

¿Cómo pueden ser tan pesaditos?

Entré al armario para cambiarme, y al salir di una vuela sonriente, ellos me chiflaron encantados por el resultado. Mirándome también quedé a gusto, se me veía muy bien.

― Y esa es mi hermana, la caza hombres.

― Que se cuide el hermano de los chicos. ―vaya que tiene que hacerlo. Que, si me esforcé un poco más de lo normal, pero eso nadie más que yo lo sabrá.

Vi la hora, entonces comencé a guardar un par de cosas en mi bolso, teniendo todo listo me despedí, antes de colgar, escuché que mi hermano hablaba.

― ¿Qué hay del chico de las reglas?, veo que lo olvidaste. ―hice una mueca, no me gustaba mentirles, pero no pienso decirles que el chico de las reglas y, el hermano de los gemelos, son a misma persona, no señor, si ellos saben que nos seguimos viendo y que pierdo el control, empezarán a suponer cosas que no son.

― Se los dije, olvidado, no fue nada del otro mundo, solo. . . solo lo hice porque, no lo sé, nos mudábamos.

― El destino jugará en tu contra, ya lo verás, ese chico y tú volverán a encontrarse, tarde o temprano. ―qué románticos son estos dos.

Maldigo al universo, fue su culpa que nos reencontremos, fue culpa del universo que yo vuelva a ver a capullo, alias Luca Hearst.

― No lo creo, y si es así, no pasará nada. ―terminando con la conversación, cogí un abrigo y salí de mi recámara.

Bajando las escaleras caminé hasta la sala de cine, donde estaban mis padres. Toqué el marco de la puerta llamando su atención.

― Ya voy de salida. ―informé sonriendo al verlos divirtiéndose.

― Claro princesa. Diviértete. ―entré para despedirme con un beso.

― Disfruten de su noche. ―salí de casa dejándolos solos.

Revisando nuevamente la hora, emprendí marcha, manteniendo completo silencio, conduje hasta llegar a la dirección que me dieron los chicos, acercándome, las rejas se abrieron. Bueno, estaban esperándome. Estacioné hasta la puerta, la abrí saliendo al ver el bonito lugar.

― Señorita Dumas. La estaban esperando. ―sonreí saludándolo.

― Llámame Amunet. Manuel, ¿verdad? ―me acompañó subiendo las gradas―. Escuché a los chicos decirle así, espero no molestarlo.

― No, para nada. ―sonrió y me despedí entrando a la gran casa.

Ahí me recibió una mujer encantadora, hizo que le deje mi abrigo, hablamos un poco antes de que me guie al salón principal.

― Un placer volver a verte. ―la señora Hearst me abrazó feliz, yo lo hice igual.

― Lo mismo digo. ―con un apretón de manos saludé a su esposo.

Estaba hablando con ellos cuando escuché unas vocecitas acercarse, pronto, los gemelos llegaron.

― ¿Por qué no nos dijeron que llegó nuestra diosa? ―confusa incliné la cabeza al lado derecho.

― Hola chicos. ―los saludé y ellos se arreglaron para abrazarme contentos.

Divertida, traté de abrazar a ambos, eran unos niños con demasiado cariño que dar, y se me hizo demasiado tierno.

― Espero que los ratones no te volvieran loca. ―el sonido de las voces hizo que volteemos.

― No para nada, hay días peores. ―bromeó la mujer que me recibió.

Mierda, creo que necesitaba mentalizarme más, creo que nunca dejará de afectarme el verlo, creo que me dará algo, creo que. . . joder.

― Buenas noches. ―saludó con una gran sonrisa.

Justo en el momento que nuestros ojos conectaron, sentí como todo un escalofrío recorría cada parte de mi cuerpo. Vaya mierda, con disimulo escaneé el cómo estaba, él hizo lo mismo conmigo.

Dios de las desgracias, juro que, si en este momento me fallan las piernas, me doy por vencida, esto me gana, esto me supera. La forma en que la ropa se acopla perfectamente a su cuerpo. Como se supone que pasaré la noche, no puedo hacerlo con Luca presente, será capullo, ¿tenía que venir?

No si, si estoy aquí para hablar con él.

― Parece que soy el último ―sonrió acercándose a mí―. Un placer ―de manera autónoma estrechamos las manos, pero con un poco de fuerza acercó nuestros cuerpos, y besó la comisura de mis labios― volver a verte. ―habló sobre mi piel.

Mi respiración empezó a acelerarse, fueron solo segundos los que necesitó para alterarme, vaya mierda, vaya mierda.

― No puedo decir lo mismo. ―susurré para que nadie pueda escucharnos.

De pronto sus hermanitos tomaron el foco de atención, olvidándome de Luca, hablé con ellos, con sus padres, con todos menos con Luca, pero podía sentir sus ojos sobre mí, esa sensación de ser observaba, bueno, esa sensación de tener sus ojos recorriendo mi cuerpo, y mi cuerpo, maldito y traicionero, reacciona.

Rumores [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora