56. Su historia

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Mira que rumor tan interesante, deberían hacer un libro de su historia. Digo, alguien que pueda, y quiera compartirnos. No sé. 


― Nos diste un gran susto. ―todos lo rodeamos.

― Bueno, al menos sirvió para que todos estemos juntos otra vez. ―intenta sonreír, pero reina lo ve mal.

― ¿Recuerdas como sucedió? ―pregunta tío Matt.

― No, bueno. . . solo hasta el momento donde tenía que ir a mi oficina, los ascensores estaban en mantenimiento. ―recuerdo lo que dijo el doctor, le costará orientarse un poco.

― ¿Los ascensores?, para nada, todo estaba normal. ―vi a mi cuñado confundido.

― No lo sé. ―frunciendo las cejas, busqué alguna explicación.

― Lo importante es que estás bien. ―olvidando el tema, continuamos hasta que se retiraron a comer, yo me quedé para hacerle compañía.

Mientras acomodaba la ropa y artefactos de aseo que le trajimos, la puerta se abrió.

― ¿No traes la comida? ―interrogó Amón.

― Que no sea un maleducado. ―lo regañé saliendo del baño

― ¿Por qué me reprendes a mí?, no viene a verme. ―mirando la puerta, siento mi pecho hacerse grande.

― Aloha Stitch.

― Los dejaría solo, pero si me levanto, mi querida hermana me dará una paliza para volver a meterme. ―sonrío regañándolo con la mirada.

― ¿Cómo. . ., por qué. . .?

― Un beso, estaría de maravilla. ―reaccionando, fui y lo abracé con mucha fuerza.

― ¿Por qué no me avisaste que venías? ―caminamos a los sofás para hablar los tres.

― Bueno, no tenía como, terminando la llamada, tomé el primer vuelo para llegar.

― Mira que enculado lo traes princesa.

― Calla, que dices. ―intento cerrar el tema.

― ¿Comiste algo?, ¿dormiste? ―toca mi frente con cara angustiada.

― Soy yo quien está en una camilla de hospital. ―bromeó príncipe.

― Sí. ―intenté dejarlo cuando, lo que comí fue un sándwich y tres tazas de café, si hablamos de dormir, bueno, algo descansé.

― ¿Sí, qué? ―insistió.

― Que sí capullo, que sí, he comido y dormido bien. ―mentí para que no esté de pesadito.

― Vamos. ―se levantó tirando de mí.

― ¿Se puede saber a dónde? ―cuando se levantó quiso llevarme con él.

― A que comas y duermas. ―intenté soltarme para dejarlo.

― No puedo, estoy con mi hermano.

― Puedo cuidarme, aparte que tengo esto ―muestra el control de control―, lo presiono y aparecerán enfermeros.

Tras insistir e insistir, lo consiguieron, a regaños abandoné el hospital, estaba como una cabra, no soy una niña que necesita cuidado, me enoja que hagan esto, puedo hacerlo, yo solita. Que sí, bueno, no comí o dormí como debería, pero por el estrés, no pude, tampoco pueden regañarme por eso, no es un delito.

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