24. Cena

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Rumores: Por fin se darán el tiempo de poner las cartas sobre la mesa y revelar las ganas que se tienen.


Vi a las dos mujeres entrar, una más joven que la otra, ambas igual de elegantes. Levantándome del sofá donde estaba sentada, sonreí para saludarlas.

― Mucho gu. . . ―pasaron de mí para ir con Luca.

Asombrada por su falta de educación, volví a sentarme, ¿Quiénes son?, por lo visto, no era la única que estaba incómoda, con disgusto escuché decir:

― ¿Qué hacen aquí? ―espetó.

― Cielo, un placer verte. ―quiso besarlo en los cachetes, se alejó.

― Lauren, no es el momento. ―no sabía muy bien que hacer, vi a los chicos y noté que ellos también estaban incómodos.

Eran jóvenes y por la manera en la que Luca veía a sus hermanos, entendí que no quería que estén en medio.

― ¿Les gustaría mostrarme el jardín? ―gané su atención.

Aceptaron contentos, me mostraron por donde ir y antes de abandonar el lugar vi a Luca que agradecía con la mirada y una sonrisa tensa, todo antes de volver a su máscara, me preocupó que comience a ponerse rojo.

Caminé con los gemelos por el gran jardín, era verdaderamente hermoso, y la iluminación lo hacía mucho más, estuvimos un par de minutos así, era interesante escucharlos, ambos unos con sus propios talentos.

― Chicos ―volteamos escuchando―, ¿qué les parece que iniciemos con la cena?

― Sí, vamos. ―intentaron llevarme con ellos.

― Vayan ustedes, tengo que preguntarle una cosa a su invitada. ―noté como trataba de controlar su respiración, era rápida y el color rojo estaba perdiéndose poco a poco de su rostro.

― Por supuesto, es sobre la universidad. ―los animé a entrar.

― Bueno, los esperamos adentro.

― No tarden. ―me abrazaron otra vez antes de irse.

Esperamos a verlos lo suficientemente lejos como para no escucharnos.

― Gracias por lo de atrás. ―empezamos a seguir el sendero de antes.

― No fue nada, quería ver este lugar. ―señalé lo que nos rodeaba.

― Lo digo en serio. Esa mujer era. . .

― No tienes que contármelo si no quieres. ―lo interrumpí por si no se sentía cómodo.

― Es la mujer que me parió ―callé para escuchar lo que diga―. Tuvimos unos problemas cuando era más joven, no quiero tenerla cerca, ni de mis hermanos, mucho menos de mis hermanos.

― Lo entiendo ―me miró con una pequeña sonrisa―. ¿Qué? ―quité la vista―. Lo entiendo, sé que muchas personas piensan que porque es la mujer que te dio vida, significa que tiene el perdón eterno, o inmunidad para poder hacer lo que quiere. No es una obligación querer a alguien. El cariño es algo que se gana, no se exige. ―lo dije mirando unos arbustos con unas rosas hermosas.

― Vaya Stitch ―sonrió sujetándome de la cintura y apegar nuestros cuerpos―. ¿Cuándo dejarás de sorprenderme? ―tocándolo, lo sentí tenso, se fue poco después.

― ¿Pero qué haces?, suéltame, alguien podría vernos. ―por suerte nadie estaba cerca.

Tirando de mí, hizo que nos posicionemos detrás de un tronco, en el proceso, mis pies se enredaron, no caí.

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