62. Problemas del corazón

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Es conocido por todos este rumor, el odio y el amor van de la mano, pero también, es nuestra decisión si nos aferraremos a ello.

5 meses después. . .

Sentada en el techo de casa de mi yaya, observaba las estrellas, intentaba pensar, mientras todos estaban preparando buñuelos. Necesitaba este momento sola.

― ¿Un poco de chocolatada? ―escuché detrás. Ethan se acercaba con dos tasas.

― ¿Tú, chocolatada? ―acepté.

― El mío es café ―sonrió tomando un sorbo―. ¿Alguna figura peculiar?

― No encontré muchas. ―asintiendo, mira el cielo estrellado.

Manteniendo silencio, usé el hombro de Ethan como almohada. Abrazándome cerré los ojos.

― ¿Cómo vas? ―interrogué distraída.

― Bueno, nada mal, yo creo que incluso mejor. Dentro de unos dos años termina y regresaré. ―procesamos la información.

― Bien. Eso es fabuloso. ―chocamos en forma de brindis.

Un nuevo silencio se formó, tomamos viendo las estrellas tintinear. Pero, todo terminó cuando Ethan dijo «tenemos que hablar». Cerrando los ojos con fuerza, suspiré, ya esperaba esto. Estoy segura de que se lo contaron todo.

― Si no es sobre como las estrellas tienen la capacidad de comerse a los planetas que orbitan cerca de ellas. Mejor lo dejamos.

― ¿Cómo es que mi pequeña primita está pasando por problemas del corazón?

― La mierda, no soy pequeña. ―podría dejar el tema.

― No, ya no lo eres. ¿Quieres decirme cómo vas? ―presionando los labios con fuerza, desvié la mirada.

― Peor de lo que creí. No sé qué hacer. ―dije todo, como me siento, que sucede, y cuál fue la decisión.

― Podemos iniciar con el miedo. Es más que entendible que no se irá de la noche a la mañana, llevas así más de una década. Pero nunca lo superarás si no lo intentas, no puedes escapar siempre zorilla. ―hice un ruido extraño, quejándome.

― ¿Y cómo lo hago? Soy la primera que quiere hacerlo, pero no tengo ni puta idea. ―intentó tranquilizarme al escucharme.

― Con los miedos tienes que ir dé a poco. No los enfrentas una noche y ya. Necesitas tiempo. Tiempo para. . .

― Lo intenté, pero no pude. . . ―me abraza con fuerza.

― Entonces no lo intentaste lo suficiente. Dime cuál es más fuerte, tu amor por él, o tu miedo. ―no dudé cuando respondí.

― Son iguales.

― No lo son, el miedo es más grande ―fruncí las cejas sin entender―. Si el amor fuera tan grande como el miedo, ahora no te esconderías. ―presioné los labios odiando que tenga razón.

― Yo no. . .

― Te asusta lo nuevo, lo que no puedes controlar y siempre supiste que los sentimientos son algo que se te escapaba de tus manos ―hace que no hable―. Por lo que Emé nos decía. Nuestro corazón es caprichoso, cuando se enamora ya no lo suelta. Pero olvidas algo que siempre nos recordaba.

― ¿Qué el amor y el dolor van de la mano?

― Sí. Y también, que sufriremos si amamos. Pero está con nosotros si decidimos aferrarnos a ese dolor.

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