4. No dejaré esto por ti

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Se creó el rumor de que, tardó veinte años, pero al fin llegó el chico que hizo romper todas sus reglas, o casi todas, por el momento.


Al llegar a casa, Gato me dio la bienvenida.

― Vale, hola guapo. ―dejé mis llaves y entré.

― A ti te esperaba, señorita. ―estorbo se me acercó.

― Hola. ¿Mis padres?

― En la cocina.

― Bien. ―al ir por ellos Ro se interpuso en mi camino.

― ¿Qué pasó?, Y no me vengas con la excusa de que. . .

― Vale, que pesadito estás.

― Nunca nos mentimos estorbo. ―mirando detrás de él, me aseguré que nadie esté cerca.

― Que he dicho la verdad. ―observó cada uno de mis movimientos, al notar que no mentía, abrió los ojos.

― ¿Es verdad?

― Que sí. ―abrí el bolso donde llevaba la sudadera y se lo mostré.

― No me lo puedo creer ―se acercó y olfateó―. Huele a perfume de hombre ―asentí―. No me lo puedo creer. Rompiste tu regla. Rompiste una de tus reglas.

― Calla. ―subimos a mi habitación para hablar con tranquilidad.

Explicándole todas las reglas que rompí, lo dejé boquiabierto, por razones obvias, no le expliqué a detalle.

― Por mi madre. ―y empezó a reírse.

― ¿No veo a donde le ves tanta gracia?

― Que llegó, tardó veinte años, pero llegó. ―seguía sin entender.

― ¿Pero qué haces? ―marcó y esperó a que conteste.

― ¿Qué pasó? ―en la pantalla apareció Amón.

― ¿Idioma? ―preguntó.

― Eso no importa.

― Tú tienes más potencial con las palabras. ―en la pantalla apareció Axel y se unió a la llamada.

― Cuñado. ―saludé.

Mi cuñado, Axel, es un alemán que mi hermano conoció en su estadía por ahí. Llevan un año y unos meses, que viven juntos y los veo felices.

― Cuñada.

― Ya, ahora, llegó el chico, rompió todas sus reglas con él. ―rodando los ojos aclaré:

― No todas.

― Sí, falta una.

― Te recuerdo que yo me voy dentro de un par de días, no lo volveré a ver, supéralo, que tú estás más emocionado que yo.

― ¿Todas las reglas?

― Casi todas. ―remarqué.

― Da igual, que sea una ya es un milagro. ¿Cuáles fueron? ―estorbo fue quien explicó nuevamente todo, yo solo escuché y minimicé varias cosas que agrandó.

― Madre mía. Qué putada.

― Amón. ―este soltó una carcajada.

― Vale, ya.

― Que sepan que no me hace gracia, no es para tanto, no lo volveré a ver. ―viendo la hora, me levanté para empezar a alistarme.

― Miren, esta es su sudadera. ―le lancé una chancla para qué deje el show.

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