Rumores [+18]

41. Advertencia

No es un rumor, es una advertencia, aquí no andamos con jueguitos.

Respondiendo a la llamada de Ethan, hablamos de que pasara a su oficina más tarde, necesitábamos hablar con tía Matilda. Entonces anoté eso en mi agenda para no olvidarlo y terminamos la llamada.

Saliendo de la cafetería en la que estaba, un auto se detuvo enfrente. Mirando a los dos lados, no comprendí nada de lo que pasaba.

La ventanilla fue bajando, dejando al descubierto a una mujer, yo la conocía. Era la de la cena.

― Sube quierida. ―alentó, un hombre me abrió la puerta.

― No la conozco, no pien. . .

― Soy la mamá de Luca ―seguía sin confiar―. Vamos, no tardaremos.

― Señora. . .

― No lo repetiré querida, esto nos conviene a ambas. Conozco la relación que mantienes con mi hijo. ―manteniendo silencio, entré a ese vehículo.

― No tengo mucho tiempo. ―informé tajante.

― Por supuesto. Eres una mujer ocupada, eso tengo entendido ―comenzó a ver hojas―. Amunet Dumas Harper. Niña, prodigio. A los siete años ya hablabas cuatro idiomas, tocabas guitarra, piano y aprendías violín. Una infancia ocupada.

― No me perdí de ella, las cosas siempre se me hicieron sencillas. ―simplifiqué incómoda de que tenga esos datos.

― De las notas más altas ―miró mis manos y regresó al documento―. Y tu problemita, ¿cómo vas con ello? ―mordiendo mi lengua, las escondí―. Yo puedo ver que bien, los rumores ponían que de pequeña era mucho más notorio y fuerte. Ahora solo es el tema de tus dedos, por eso siempre usas anillos, necesitas tenerlos ocupados. ¿No es verdad? ―ella no sabe de lo que está hablando.

― Si lo que busca es que le diga mis problemas, está perdiendo el tiempo.

― Eres muy hermosa, lo noté ese día, y de buena familia, se podría decir que tienes un futuro más que prometedor, eso si no sucede nada, claro. ―acarició sus clavículas, pensativa.

― Tengo cosas que hacer. ―traté de salir del auto.

― Se ve que eres inteligente, entonces no veo problema para que nos aliemos. ¿Qué dices?, yo te ayudo a que estés con mi hijo si haces un par de cositas por mí.

― Declino su oferta. ―abrí la puerta.

― Sería una lástima que le suceda algo a tu familia. ―mi cuerpo se detuvo al escucharla.

― ¿Disculpe?

― Ahora si te interesa, ¿no? Tengo más influencia de lo que crees. Y no tendría problema en mover un par de cosas. ―abrí los ojos enfadada.

― Usted no me conoce, necesita más que un par de hojas para hacerlo. Si se mete con algo mío, no tendré ningún problema en ser yo, quien mueva las cosas. Si usted tiene influencia, yo lo tengo el doble, no sabe a quién trata de amenazar.

― Me dijeron que eras voraz, pero no tanto. Yo no te amenazo. Me sorprendes.

― No tengo el tiempo para escucharla. Y le aconsejo que no se meta conmigo o los míos. Yo no perdono y si tengo que hacer lo necesario para que lo entienda, lo haré sin pena alguna.

― Y yo te aconsejo escucharme. Pronto mi hijo tendrá más poder, el bufete se lo dará, y necesito que lo convenzas de que deje el rencor atrás. Y sé que tú lo lograrás, no como Danna ―fruncí las cejas―. Si lo haces, serás recompensada.