Villanos

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Dio unos cuantos pasos al frente, un poco lentos, quería mirar con cuidado, escuchar con atención, oler detenidamente todo. Cualquier cosa que veía, escuchaba y olía le resultaba maravillosa.

Para él era como el perfecto tesoro de un pirata.

Unas personas le miraron extrañadas, no le dio mucha importancia, pensó que tal vez su aspecto era muy raro, no veía su reflejo desde hacía más de seis años, creció y cambió su aspecto sin embargo el no lo conocía. Así que a lo mejor era eso, pero luego recordó que ahí todo el mundo tenía sus propias cualidades, bueno, no le dio mucha importancia, quería admirarlo todo lentamente.

Eso hasta que alguien se llenó de valor y decidió hablarle.

—Perdona, —comenzó una señora acercándose a él y tocando ligeramente su hombro. —¿Te encuentras bien? ¿Ha pasado algo?

Sintió nervios. Muchos. Más de los esperados, sabía que si tenía que hablar con alguien se asustaría, pero no pensó que tanto.

Ni cuando el majareta de su jefe le sonreía de manera macabra temblaba tanto, ¿cuándo fue la última vez que habló con alguien? Exceptuando su jefe, el guardia que siempre le "cuidaba" y a veces el médico. No habló con nadie más, y eso era tal vez una o dos veces por semana, tal vez tres, pero no mucho.

Tragó fuerte, no sabía cómo actuar, qué decir.

Pero sí sabía dos cosas. No hacer amigos, luego eso solo sería un recuerdo doloroso de algo que no puede tener, y no levantar sospechas, si lo hacía, su jefe se encargaría de castigarlo, y sus castigos no eran nada agradables.

Cosa que le asustó pues a su parecer, ya levantó sospechas, no por nada le estaban hablando.

Pero, ¿qué hizo?

-—Mm, ¿per....dón? —le costó mucho hablar correctamente, sentía el mundo temblar.

Su voz se escuchó tan flojo que lo tuvo que repetir de nuevo, pero más fuerte. Tal vez una mezcla entre el ruido en el ambiente y el hecho de que en 'su casa', cualquier susurro inaudible se podía escuchar, aunque lo más probable es que fueran sus nervios al hablar con alguien tras años y años de soledad.

—Es que... —la persona lo miró con pena. —Estás llorando.

Ah, claro, la gente no solía llorar por las calles.

Pero aún así, alguien desconocido se acercó a preguntarle. ¿Esta era la bondad de la que se olvidó?

Tuvo ganas de llorar de nuevo, pero se aguantó.

—Estoy bien, muchas gracias.

¿Cuándo fue que dio las gracias sin ser sarcasmo? Ya no lo recordaba, recordaba poco en realidad.

—¿Seguro?

—Sí, es... Un tema familiar. --se inventó.

No iba a decir nada, de todas formas, ningún héroe vendría a salvarle y solo terminaría con el cuerpo hecho trizas y un doctor empeorando su dolor por una habilidad defectuosa.

Si, es cierto, no pensó en correr en ningún momento. Ya se había rendido. Su esperanza estaba desvanecida. Ya nada podría salvarlo. Es algo que se le metió en la cabeza, no, es algo que después de mucho aceptó.

—Oh, ya veo. Espero que todo mejore.

—Gracias...

Dios. Amabilidad. Su cuerpo se revolvió de una manera extraña y se sintió un poco cálido.
Se sonrojó, no sabe ni por qué. Y siguió con su camino.

No tenía uno en específico, solo quería disfrutar todo lo que podía.
Caminó durante un tiempo, esperando que se hiciera lento.
Distintas variedades de comida, de las cuales olvidó su existencia, las olía constantemente, algo que intentaba evitar pues le entraría el hambre, pero era difícil no oler nada.

Había tantas cosas que temía perderse los detalles. Los edificios, las personas, las carreteras, las plantas...

Quería fijarse en todo.

Siguió caminando un rato, apreciando casa cosa. Por muy pequeña que fuera.
Tras pasar dos horas comenzó a sentirse triste.

Se le acababa el tiempo.

Sólo tenía tres horas. Sería la última vez para él, no volvería a ver a nadie más que a sus secuestradores, no volvería a escuchar más conversaciones de gente feliz, no volvería a oler las flores ni la comida que no sea su croissant duro.

Pero no se deprimió aún, alzó la cabeza del reloj, (uno que le dieron para la ocasión y que no se pasase de hora), y le sorprendió ver a gente rodeando algo y otros corriendo lejos.

Algunos gritaban.

Se acercó por curiosidad. Abrió un poco los ojos al observar la escena.

—¿¡Como te atreves a llevarte a mi hijo!?

Gritaba un hombre, el mismo hombre que tenía a una mujer atrapada a su espalda y él sujetaba un cuchillo en su cuello.

—¡¡Es mi hijo!! Yo le di a luz, y ¡Tú solo eres un borracho!

Oh, ¿un villano? Casi se le olvidó que este mundo se regia por héroes y villanos, de no ser que se pasó la vida esperando su héroe derrotar al villano que le secuestró, nótese el sarcasmo.

Pero le sorprendió que el hombre lo hiciera a plena luz del día, con tantos espectadores.

Vio a la chica llorar.

Vio el miedo en sus ojos, y escuchó las súplicas de que le soltara.

Le recordó a él.

No quería pensar en ese día así que no pensó mucho más, solo miró con impotencia.

No habían pasado ni 10 segundos, pensó que tenía que hacer algo, la mujer iba a ser cortada pero nadie hizo nada por él, ¿por qué él debería?

Luego se sintió mal.

Recordó palabras de su madre, recordó la amabilidad de la gente y recordó que era real. No podía solo mirar como otro pirado le hacía casi lo mismo a alguien más

Cogió una de las gemas, de sus gemas, de la pulsera que llevaba puesta, (hacer abalorios era una de las cosas que le permitían para no aburrirse, aunque solo el daban las cuerdas, las piedras eran suyas, no serían tan generosos). Esta se rompió, (la pulsera), colocó su brazo, apuntó, y con sus dedos propulsó aquella pequeña gema. Gema que impactó en la mano del hombre que sujetaba el cuchillo, y este mismo gritó.

Juego de puntería, lo solía hacer cuando estaba aburrido, apuntaba a ciertos puntos de sus paredes y disparaba sus gemas con los dedos. Aunque no pensó que funcionaría ahora.

La gente le miró.

Por alguna razón la mirada del desquiciado de su jefe apareció en su mente y sintió un ligero escalofrío de desagrado. Unas personas valientes, quizá movidas por la acción del niño, sujetaron al hombre y lo alejaron de la mujer. Al ver esto, el chico planeó irse, así que dio media vuelta e intentó volver por su camino.

Miró al frente, una pluma roja caía delante de su vista.

Era preciosa.

—Ey, chico. —le llamó alguien.

Sus ojos se abrieron y juraría que sus oídos también. Al escuchar esa voz sintió que su corazón daba un vuelco.

Era increíble.

Nunca había escuchado una voz tan bonita. Aunque solo escuchó las mismas tres voces de siempre durante más de 6 años.

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Gemas [Hawks x Male reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora