Capitulo 40. Presente

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Advertencia: Tómelo con calma, y si en su casita están todos dormidos evite gritar que va despertar los demás.

KOL

Perder a mi madre y estar presente en sus últimos minutos de vida con tan solo diez años fue uno de los golpes más fuertes y traumáticos que viví, mi infancia no fue la mejor ni la que merecía, pero estar con mamá era lo mejor del mundo y mucho más cuando pasaba el tiempo con ella, el cual era mucho, como cuando preparaba mi pay de limón solo para mí.

- Mi pequeño. - Escucho de una voz que pesar de que no he vuelvo a oír desde los diez años aún la recuerdo

Abro los párpados visualizando la imagen borrosa que se acerca hacia mí.

- Mi pequeño. - Repite.

Parpadeo varias veces y mi vista se despeja dejando ver a mamá caminando hacia mí, tiene una sonrisa en el rostro que solo le veía cuando estábamos juntos los dos, lleva puesto un vestido blanco con flores, y su barriga se ve mucho más grande que la última vez que la vi.

- Has llegado muy temprano. - Dice cuando llega.

No sé donde estoy, no conozco este lugar, pero me siento tranquilo y en paz, no me duele nada.

- ¿Mamá? - Musito confunde cuando me toca la cara.

Su olor a flores llega a mi nariz, y su rostro no tiene maquillaje por qué no hay golpes que cubrir.

- ¿Eres tú? - Le pregunto y asiente.

Mi cuerpo reacciona a lo que su presencia me causa, choco con su barriga cuando la abrazo, me aferró a la tela de su vestido, y ella me acaricia el cabello. Una sensación que no sentía hace mucho se instala en mi sistema, un sabor salado surge en mi garganta y un escalofrío me recorre por todo el cuerpo cuando planta un beso en mi sien.

Estoy con mamá.

- Estoy aquí. - Me dice y es más cuando me aferró a ella.

- ¿De verdad? - No entiendo qué sucede, pero no me importa.

- Sí. - Responde.

Su cuerpo se siente tan real, siento su calor, su piel de porcelana, no hay nadie más aquí, solo estamos nosotros dos, no sé por qué, pero termino mirando debajo de mi pecho, no hay sangre ni dolor.

- Quiero verte. - Pide y me separó de ella para que me vea.

Detalla mi cara, levanta sus manos y pasa las yemas de sus dedos por mi cabello, bajando por mi rostro, tentando mis facciones, lo hace sonriendo, sus ojos se iluminan, y levanta una ceja cuando llega a los tatuajes que portó en el cuello.

- Vamos. - Extiende su mano.

De pronto me siento como un niño, me miro y soy un niño, uno que necesita la mano de su madre para que lo lleve y por ello la tomo dejando que me guíe a donde sea que vayamos.

Mamá está aquí, ella esta bien.

Mi entorno cambia con ella ahora estando en la cocina de la casa, estoy sentado en la barra mientras ella me da la espalda y yo espero.

- ¿Tienes hambre? - Pregunta sin mirarme.

- Sí.

Es como si volviera a casa y ella me estuviera preparando la cena que hizo y la cual sé que está deliciosa mucho antes de que la pruebe.

- No comas mucho. - Me aconseja cuando deja dos platos en la barra. - Tengo algo para ti después.

- ¿Un pay de limón? - Pregunto, curioso.

Todo lo que somos [En Proceso] #2 Bilogía TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora