Capítulo 14: mal augurio

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8 años atrás

Pasaron dos días y Lee Ji-eun seguía sin presentarse al trabajo, algo que no había pasado en años.

A pesar de que no era más que una fachada para estar cerca del señor Jung y su familia, solo faltó unas cuantas veces y todas ellas por motivos de fuerza mayor (su hijo) pero nunca lo hizo sin avisar. Y, no porque no pudiera solo dejar de ir un día; sino, porqué sentía que tenía la obligación de mantenerlos informados. Especialmente cuando la salud de su hijo no era la deseada. Al fin y al cabo, ellos tenían un fuerte vínculo con el joven Min y le debían un gran cariño.

El señor Jung llevaba ya varios días inquieto. Algo que no conseguía desvelar le robaba la tranquilidad.

Recordaba lo que sintió años atrás cuando ocurrió el accidente que cobró la vida de sus padres. La sensación era muy similar.

Se levantó esa mañana con el mal augurio sobre su espalda. El persistente ultimátum de tormenta estrujando su pecho. Algo malo estaba por pasar, podía sentirlo. Quiso evitarlo a toda costa, pero no podía evitar algo que no podía predecir. No sabía qué hacer ni cómo hacerlo. Lee Ji-eun debía estar implicada de alguna forma, cada vez que pensaba en ella y en su ausencia un agujero negro parecía surgir de él y amenazaba con absorberlo.

No quiso mantener el sentimiento de inminente catástrofe. Se despidió de su esposa e hijos y salió de casa teniendo claro lo que debía hacer. Necesitaba una certeza.

Antes de ir al trabajo pasaría al pequeño apartamento que compartía Lee Ji-eun y su hijo para cerciorarse que todo estaba bien. Aunque eso no ocurriera. Sabía que algo ocurrió o estaba por ocurrir. Durante el día y la noche anterior estuvo llamando hasta el cansancio, el celular se iba a buzón de voz y el teléfono no ofrecía un mejor panorama, parecía descolgado.

Al llegar llamó a la puerta y espero, espero y espero. Golpeó de nuevo y al no tener respuesta regresó al coche por la llave de repuesto que guardaba hacia un tiempo, pocas veces la había usado. Lee Ji-eun insistía en que era solo para emergencias, no quería que YoonGi pensará o sospechará cosas, que hiciera preguntas o que como el chico inteligente que era gestara teorías que podían acercarse a la verdad. Entendía y respetaba esa decisión, pero esta situación lo estaba poniendo más que nervioso. Estaba tan preocupado. Ji-eun tenía que disculparlo. Lo hacía por ella y por YoonGi.

Abrió la puerta no muy convencido de lo que estaba haciendo. El silencio absoluto dolía en sus oídos.

Percibió un olor desagradable. Pero no le prestó mayor atención.

Buscó con la mirada cualquier señal de los dueños del hogar.

Las cortinas cerradas no permitían una buena iluminación. Eso le bastó para confirmar que algo estaba terriblemente mal. Ella odiaba los lugares oscuros y poco aireados, nunca dormía mas de las seis de la mañana y lo primero que hacia al levantarse era correr cortinas y abrir ventanas.

Como el intruso que era, trató de no llamar la atención. No hizo mucho ruido ni encendió las luces. Sus ojos se acostumbraron rápidamente a la oscuridad y con facilidad se deslizó por el lugar.

Avanzó primero a la habitación del adolescente y estaba vacía. Parecía que nadie la había ocupado en días, la cama bien hecha, los libros y peluches de kumamon debidamente ordenados. Lucia muy perfecto para ser bueno. Un vistazo rápido a las áreas comunes y el baño social. Nada de nada. Era peor no encontrar nada.

Torturado por la incertidumbre obligó a sus pies a moverse en dirección al cuarto principal.

Hubiera preferido no encontrar nunca lo que allí encontró. Algo mucho peor que la incertidumbre anterior.

Lo que vió ese día lo perseguiría incluso después de muerto.

Sus manos temblaron de miedo y angustia, sintió nauseas, sus piernas flaquearon y el pecho se le encogió ante la funesta escena. El dolor que sintió era imposible. Amaba a Lee Ji-eun y amaba a su hijo. Los amaba tan mal que dolía.

Se aproximó al cuerpo sin vida de su querida que reposaba a un lado de la tina. Lucia ya grotesco, edematizado y algo putrefacto. Cayó de rodillas junto a ella. Su pecho se oprimía y las lágrimas llovían de sus ojos. Se destrozó como nunca antes lo había hecho.

No le importó el aspecto ni el olor, tenía que comprobarlo. Su mano temblorosa corrió el cabello oscuro que cubría su rostro. La encontró con sus ojos cerrados y sus labios morados. Era ella, su Lee Ji-eun. No quería verla. No podía. Apretó los ojos con furia.

El ambiente era tétrico y no solo por el cadáver y sus heridas.

La tina llena de agua carmesí. Sangre seca escurriendo por el blanco acrílico y manchando el piso para terminar en un charco junto al cual se encontraba un cuchillo mediano de mango negro igualmente ensangrado.

La vida le estaba castigando. Ese era el costo de sus errores. Y, no quería pagar un precio tan alto, se negaba a hacerlo.

Era un sueño. Eso era. El peor de los sueños. Se había ido a la cama tan preocupado que su inconsciente le jugó una mala pasada. "solo es una pesadilla" "ya despertaras" "tienes que despertar" "todo está bien" "ella está bien" murmuraba mientras balanceaba su cuerpo de adelante hacia atrás una y otra vez.

Golpeó su cabeza con fuerza contra el duro acrílico y su balanceo ceso.

No era un sueño. No era una maldita pesadilla. Era su realidad, su algica realidad.

Aturdido de dolor físico y roto por el dolor emocional dejó de pensar en el cuerpo sin vida a su lado para centrarse en algo más importante que un cuerpo medio descompuesto que no podía de ninguna forma recuperar su vitalidad. Se pregunto por alguien más importante. Min YoonGi.

Recorrió el lugar buscando al aludido, hasta que reparó el rincón entre la bañera y la pared. YoonGi estaba en shock. Sus piernas estiradas y sus manos cubiertas de sangre seca reposaban en sus muslos. La mirada perdida parecía observar el tinte escarlata que cubría sus palmas. Absorto en el doloroso rojo no se enteraba de lo que ocurría en su entorno.

- YoonGi - El señor Jung lo llamó con voz débil.

-Suga - insistió.

Era el apodo que usaba su madre. Ella creía que su hijo era dulce como el azúcar. Lo veía como un bulto de azúcar blanco.

Siempre tuvo problemas con el inglés por eso en lugar de llamarlo sugar lo llamaba Suga. Pero nadie se atrevía a corregirla. Era tenaz. Si, era. Estaba muerta justo en el frio piso de ese cuarto de baño. Los trozos del roto corazón del señor Jung se redujeron.

No quería pensar en lo que sentía el joven. Ji-eun era su madre. Entendía que no respondiera a su llamado. Pobre chico, tan joven y tan destrozado. Había pasado, por tanto.

Se arrimó con cautela, pero el joven parecía una estatua.

A una menor distancia pudo apreciar mejor su pésimo aspecto. Su piel nivea parecía más pálida que de costumbre, sus labios resecos, tarjados. Lucia claramente deshidratado "¿Cuánto tiempo lleva sin comer ni beber?" Sus ojos rojos e hinchados enmarcados por unas terribles ojeras le recordaban el cadáver a escasos pasos de ellos.

- Suga - su mano se posó sobre el hombro del joven pero no hubo respuesta.

Min YoonGi no estaba realmente allí.

¿Que debía hacer?

Rodeó el cuerpo del pálido entre sus brazos y lo sacó de allí cargándolo como a una novia en la noche de bodas.

Necesitaba atención y él no estaba capacitado para proporcionársela. No tenía conocimientos médicos y no tenía la fortaleza que necesitaba para soportarlo y menos para traerlo de regreso de ese trance existencial que estaba atrapándolo.

Mientras conducía al hospital más cercano llamó a la policía para informar del cuerpo y por su puesto a su esposa. Tenía derecho a saber lo que acababa de pasar.

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Pobre Suga o tal vez no debería sentir lastima por él.

¿Qué piensan?

¿Qué se supone que pasó?

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