YoonGi con manos sudorosas y frías introdujo la llave en la cerradura. Lucía incomodo, pero no sabía si se debía al mero hecho de volver al lugar donde vio por última vez a su madre o por la presencia a sus espaldas, que le seguía no demasiado cerca pero tampoco muy distante, mirándolo con ojos curiosos de cuando en cuando.
Una vez dentro dejó caer las llaves sobre la barra de la cocina y se dirigió a su cuarto.
Estaba en casa, pero no se sentía como en casa. Probablemente porque el significado de esa palabra no era un lugar sino una persona. Una persona que se había ido para siempre.
HoSeok imitó al mayor, dejando los zapatos en la entrada mientras sus indiscretos ojos apreciaban el lugar. Le resultó acogedor. Muy diferente a como lo imaginó. Era un pequeño apartamento de dos cuartos con muchas ventanas que lo iluminan bastamente. Exquisitamente decorado, muy clásico y blanco, demasiado blanco. No tenía nada que envidiar a la mansión Jung, excepto por el tamaño.
Sus pasos fluyendo por el lugar y sus dedos tocando aquí y allá. Todo era pulcro y elegante. Le gustaba, especialmente la cocina integral y moderna y ¡dios! la ventana, era perfecta. Tenía una extraña debilidad por las ventanas en la cocina, sus manos recorrieron el cristal y solo entonces advirtió lo que estaba haciendo.
Se sintió avergonzado por estar fisgando como todo un entrometido y decidió sentarse con timidez en el mullido sofá de la sala, su cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante y las manos entrelazadas descansando sobre sus rodillas.
En la mesita de noche una foto de Eu-jin y un niño regordete con sonrisa de encías llamó su atención. Sintió algo parecido a tristeza. No recuerda haber visto al YoonGi que conocé sonreír. Además, sí el mismo extraña a esa egoísta mujer, no se imagina cuan doloroso es lo que hizo para su hijo.
Estar allí debió ser igual a arrancar la costra de una herida que necesita sanar.
Un golpe seco y el sonido de algo rompiéndose le hizo girar en dirección a la puerta, la misma por la que minutos antes se había perdido el mayor.
HoSeok dió un brincó. Caminó en dirección al ruido y asomó la cabeza con duda y temor. No se atrevía a entrar.
Carraspeó para tener atención no pretendía ser demasiado invasivo.
- ¿Necesitas ayuda?
- No. Estoy bien. - YoonGi recogía los trozos de una bola de cristal navideña* y no parecía bien en absoluto.
- ¿Seguro? - insistió HoSeok con cautela.
Si fuera él no estaría bien de ninguna forma. Él seguramente no podría siquiera poner un pie en el lugar donde paso la peor noche de su vida, donde perdió a su única familia.
- ¿Cuál es tu puto problema? - uno de los trozos se estrelló contra la pared cerca de HoSeok, dejando una cantidad absurda de pequeños vidrios esparcida en el suelo. Por suerte no había entrado del todo en la habitación, pero eso no evitó que se asustará por la brusquedad con que el pálido respondió.
YoonGi evidentemente enojado sin percatarse de su comportamiento se puso en pie de golpe y trató de aproximarse a HoSeok que estaba alarmado. Parecía una ardilla asustada, retrocediendo para alejarse de un depredador. Sabía que YoonGi solía perder el control y no pudo evitar sentirse aterrado por ello. Las cosas no podían ir peor, estaban solos y él no tenía idea de lo que pasaría.
- Ahy ahyahy... ¡Mierda! - un iracundo YoonGi se retorció de dolor cuando un vidrio traicionero se enterró en su pie descalzo.
HoSeok corrió hacia él. YoonGi quiso empujarlo lejos pero el menor no se lo permitió. Forcejearon un poco hasta que el mayor adolorido lo dejó estar.
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Reverso * YoonSeok *
FanfictionDonde YoonGi es un médico sin escrúpulos y HoSeok un juez bastante escrúpuloso. Ambos comparten un pasado que creían haber dejado atrás pero el destino y una mala situación los pone de nuevo cara a cara.