Norman.
Cuando era pequeño no entendía muchas cosas que sucedían a mi alrededor. Pero siempre supe que todo estaría bien, porque siempre me recordaba de la mano de mi mamá. La mujer que prefería no comer en tres días para darme su porción, o aquella que siempre me cantaba antes de dormir cuando tenía miedo de las cosas extrañas que caminaban por nuestra carne. Supe que todo estaría bien, porque mi mamá estaba a mi lado.
Hace dos meses ella se fue, dejando un vacío que nadie puede llenar. Y me encantaría decir que tras su muerte las cosas mejoraron que todos vivimos en armonía o que los problemas con los Susurradores dejaron de quitarnos el sueño. Eso no pasó así. Cada día que despierto trato de convencerme que esto era lo mejor para una mujer como ella, anclada toda la vida a cuidar de mi.
A pesar de que el dolor a veces no me permitía salir de la cama siempre encontraba la manera de seguir haciendo las cosas que me pidió hacer. Cada diez días cambiaba las flores silvestres que adornaban su tumba, tal como lo había pedido.
Judith, R.J. y yo caminábamos con una cubeta llena de estas, las recogíamos por las mañanas cerca de Alexandria, siempre con la supervisión de Gabriel o Rosita, pues nuestros padres estaban lo suficiente ocupados en otras cuestiones. Mi mamá descansaba en medio de Carl y Luna. Con cuidado, los chicos y yo comenzamos a quitar las flores ya marchitas que estaban sobre la tierra para poner las frescas.
—¿Tía Felicity estará feliz? —preguntó R.J. dejando una flor con cuidado.
—Claro que si —contestó Judith rápidamente —Ella está feliz porque nosotros estamos cuidando de ella.
—Después de la muerte no hay nada —susurré —Hacemos esto para no sentirnos mal. Pero ella no siente ni felicidad, ni tristeza, simplemente desapareció.
Los chicos no dijeron nada, se mantuvieron en silencio terminando de poner las flores. Instantáneamente me sentí mal por haber roto la ilusión de ellos al imaginarse a mi madre en felicidad eterna, pero es que no podía dejar que mantuvieras las falsas esperanzas que la asesinaron.
Suspiré cuando terminamos, puse la mano en el montón de tierra pensando que bajo esa montaña se encontraba el cuerpo y la belleza de mi mamá. Escondida de los demás, sin sonreírnos todas las mañanas, sin sus reclamos por la ropa sucia. Ella era el sol de Alexandria, y cuando se fue, la comunidad misma se apagó.
Me puse de pie advirtiéndole a los niños que debían irse a sus clases antes de que Michonne les llamara la atención. Sin esperar alguna respuesta, caminé lejos de ellos hasta mi hogar. Como siempre, todas las miradas estaban sobre mi, a veces sentía que me culpaban del fallecimiento, otras veces creía que era pura lastima.
Cuando llegué a casa me quité los zapatos en la entrada para no llenar los pisos de lodo. El silencio que estaba en este lugar era casi asfixiante, me dejé andar hasta la cocina donde me quedé parado durante unos minutos. Cerré los ojos recordándola batiendo huevos, con un bowl pegado a su cintura y su mano moviendo con fuerza un tenedor; me sonreía con dulzura mientras me apuntaba con el mentón a una de las sillas altas.
Me senté en la silla, extrañando esos pequeños momentos que jamás había aprovechado lo suficiente.
—¿Todo bien? —preguntó Michonne sorprendiéndome —¿Tienes hambre?
—No, comí con Aaron hace un rato.
—No me respondiste si todo estaba bien —insistió pero con más cuidado.
—Es un día de esos —respondí, simple —¿Dónde está papá?
—Él también tiene un día de esos, salió temprano —comentó mirándome con una ceja alzada —Deberían hablar.
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la familia ♡ daryl dixon ♡
FanfictionCuando el apocalipsis golpea en el mundo Daryl sólo tiene en mente a dos personas, su mujer y su hijo a quiénes, aunque no lo diga siempre, los ama con todo su dañado corazón. ¡¡Esta historia no está editada, conformen los capítulos pasan podrán not...