22. Veneno de cobra

712 40 9
                                    


Existe un miedo especial cuando despiertas y tratas de encontrarle sentido a tu vida en los rápidos y confusos primeros segundos al recuperar la consciencia. Miré a mi alrededor, todo parecía normal. Estaba en la enorme cama de la habitación de Derek Bravo, enredada en sábanas negras y completamente sola.

La noche anterior había escapado de Derek, su mirada y su presencia, al dormirme casi de forma automática cuando me lancé a la cama. Lo hice a propósito, pero mi cuerpo estaba agotado por el viaje y puso de su parte. Me levanté y caminé por el lugar, esa habitación se sentía tan ajena como la de un hotel. Me era difícil sentirme cómoda en ese lugar, quizá eran los colores, la iluminación o el simple hecho de saber que era la habitación de Derek. De cualquier forma, no estaría en ese lugar mucho tiempo y era estúpido concentrarme en las cosas que odiaba del lugar, solo serían un par de meses. Me repetí lo anterior mientras lavaba mi cara y cepillaba mis dientes.

Cuando bajé por las enormes escaleras a la planta baja escuché una voz. Estaba segura que no la conocía, pero mi curiosidad me hizo mover las piernas hasta frenar de forma casi dramática en la entrada de la cocina. Los dos pares de ojos que segundos atrás estaban teniendo una conversación, ahora me miraban con recelo.

Ese fue un terrible momento para recordar que no estaba usando un sostenedor, estaba nerviosa y seguramente mis pezones se veían de una forma muy clara a través del pijama negro de dos piezas que estaba usando. El conjunto era un pantalón y un saco de seda, era lindo, pero la mirada de las mujeres frente a mí parecía pensar lo contrario.

Eva, la mujer que se presentó el día anterior como la jefa y señora de la mansión Bravo estaba recargada en la barra de la cocina, frente a una mujer alta, delgada y rubia. La mujer rubia se levantó y caminó hasta mí, era tan sofisticada que costaba verla y no sentirte intimidada. Su perfume invadió mi nariz, olía caro. Yo sabía detectar cuando un producto era costoso y esa mujer era fina y costosa, de pies a cabeza.

- Abigail... Lorente –entrecerró los ojos-, ¿verdad?

Asentí.

- Encantada.

- Sofía Espino –me sonrió, fue forzado y falso, pero agradecí el intento-. Vine tan pronto como pude, cuando me enteré que mi hijo se casó nuevamente.

La sorpresa me hizo erguir la columna vertebral, sentí frío en cada uno de mis huesos.

- No me impresiona –me escaneó de pies a cabeza y crucé mis manos sobre mi pecho para evitar que mis pechos fueran observados a detalle-. Esperaba que Derek se casara nuevamente, no tan pronto, claro. Pero fue una sorpresa la forma en la que todo ocurrió.

Ella dio media vuelta y caminó de regreso a la barra de la cocina, como si esperara que yo la siguiera. Cuando se sentó, me observó y palmeó el taburete junto a ella. Yo asentí. Sus ojos bajaron a mis brazos y sonrió.

- No es necesario que las tapes, querida. La mitad de España ya las vio, yo no soy la excepción.

El escalofrío que recorrió mi cuerpo no se podía comparar con ningún otro que haya sentido antes. Como de forma automática, caminé hasta la mujer y me senté en el lugar que ella había indicado. La situación no era la ideal y me sentía incómoda, pero nadie me haría sentir peor de lo que ya estaba, levanté la barbilla y me preparé para recibir lo que sea que ella estuviera por decirme.

- ¿Café? –Eva señaló la cafetera.

- Por favor –asentí.

- ¿Cómo conociste a Derek? –su madre me miró.

Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora