44. Cautiverio

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Abigail

La primera vez que puse un pie en un bufete de abogados fue años atrás y aún recordaba cada sentimiento, pensamiento y acción de ese día, toda la experiencia había quedado tatuada en mí. Era una combinación de miedo, nervios, angustia y un acumulado de emociones que me impedían mantener mis manos quietas, temblaban constantemente.

En mis oídos, mi pulso era lo único que podía escuchar, con un volumen extremadamente alto que me hacía sentir aturdida y mareada. En ese tiempo, tenía veinte años, estaba sola en Madrid, sin apoyo más allá de los amigos que había hecho dos años atrás, mientras actuaba en contra de mi familia al buscar un futuro para mí. Siempre creí que nunca me volvería a sentir de esa forma, tan indefensa, tan aterrada por la situación frente a mí, pero estaba equivocada, esa mañana sucedió de nuevo. Dos semanas habían transcurrido, mis nauseas se habían mantenido en control y el resto de los síntomas que las personas alegaban sentir durante el embarazo aún no me afectaban. La carrera en Austria había acabado el día anterior y debíamos tomar nuestro equipaje para viajar al siguiente destino, Francia.

Sin embargo, yo no era tan cruel como para creerme una fantasía, siempre supe que debía hablar con Derek ese día y eso era lo que haría, no podía perder más tiempo, cada semana sería más difícil ocultar el embarazo y no quería mantenerlo en secreto por mucho tiempo. Apenas puse mis pies en el suelo, sentí toda mi valentía abandonar mi cuerpo, mi estómago se comprimió y los nervios me invadieron una vez más. Corrí al baño y me lancé sobre el lavabo, pero, mi garganta estaba cerrada y nada salía de ella. Mi cuerpo hizo arcadas, ocasionando que mis costillas dolieran, aun así, nada salió de mí.

- ¿Muñeca? ¿Todo en orden?

Un par de manos cálidas acariciaron mi espalda. Levanté mi vista y lo vi en el reflejo del espejo, estaba preocupado, era evidente. Lancé agua en mi cara y cepillé mis dientes antes de enfrentarlo, él me estaba esperando con paciencia.

- Creo que, mi estómago no está de mi parte últimamente –mentí.

- ¿Es por el viaje? ¿Te sientes estresada? –sus cejas estaban casi rozando entre sí. A comparación de los días anteriores, cuando estaba presionado por la carrera, esa mañana él estaba relajado, su cabello oscuro estaba cepillado hacía atrás y sus ojos marrones tenían una calma particular.

- No, creo que necesito una ducha.

- Estaré en la sala de estar, tengo una video llamada programada con el equipo y después podemos desayunar juntos –inclinó su cara perfectamente perfilada y besó mi maraña de cabello rubio.

Apenas estuve sola en el cuarto de baño, abrí la regadera y salté dentro. La habitación se llenó de vapor mientras y evaluaba todas las posibilidades de ese día. Sentí que hiperventilaba un par de veces y me permití llorar solo unos segundos. A lo largo de los años, había aprendido a guardar mis emociones cuando lidiaba con un caso. Por mucho que me dolía, debía levantar una barrera para mis emociones ese día, de otra forma, no podría hacerlo.

Tomé un pantalón de mezclilla y una blusa blanca, maquillé mi cara para no lucir tan pálida como estaba gracias a mis náuseas esa mañana y cepillé mi cabello antes de caminar fuera de la habitación. Me detuve a unos metros de él, mientras lo veía despedirse de las personas con el celular en su cara. Por unos segundos no me miró y yo aproveché la oportunidad para memorizar tanto como pudiera de él. ¿Nuestro hijo sería tan alto como él? ¿Tendría su cabello?

Él levantó la mirada y me sonrió, dándome su sonrisa calienta bragas que había hecho que todas las mujeres de España cayeran por él.


Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora