27. Guerra

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- Eres una completa idiota –Johnny me miró, estábamos en el asiento trasero de la camioneta, el chofer nos llevó a la oficina de la organizadora de bodas, teníamos que revisar las flores que habíamos seleccionado.

- No quiero hablar de esto –dije, cansada de siempre tener algo de mierda que contar sobre mi vida. ¿No podía tener un día normal y tranquilo? La respuesta era clara, desde que conocí a Derek eso ya ni siquiera era una opción.

- Me importa un carajo que no quieras, tía. Habla ya.

- Recuerdo la época en la que llegaste al buffet siendo tímido y yo era tu jefa.

- Perra, según mi trabajo, sigues siendo mi jefa. Pero estoy seguro que cualquier persona en su sano juicio te diría lo estúpido que es lo que hiciste.

Rodé los ojos, Johnny era molesto a veces, pero era la única persona de mi vida anterior con la que podía hablar, esa era una realidad.

- Habla, joder. Nunca estamos solos, es tu momento de aprovechar que la seguridad está inspeccionando el lugar.

Mire al exterior, era cierto, los dos guardaespaldas que nos acompañaban estaban revisando el edificio y el chofer había bajado del auto para revisar el área y lucir intimidante, al menos eso significaba que teníamos privacidad.

- Bien –digo finalmente-, Derek verdaderamente me hizo cabrear anoche. Nosotros...

Me frené en seco y mi palabra pareció ser arrastrada. Dudé por un momento si debía esquivar la parte de la historia en la que metí la polla de Derek en mí y lo monté como si fuera deporte. Si el sexo fuera deporte, pensé, Paula y yo seríamos atletas olímpicas. Medalla de oro a la más zorra de España.
Gracias, dedico este premio a mis padres cristianos.

Recordé, meses atrás, cuando Johnny tuvo un trío con otros dos hombres y me contó todo al día siguiente en mi oficina, eso me hizo sentir una repentina valentía.

- Estábamos cogiendo. ¡No te atrevas a criticarme! –exploté-. El hombre es una jodida estrella porno, alto, hermoso, con músculos sobre los músculos y un... -abrí mis manos buscando señalar el tamaño.

- Enorme –Johnny completó.

- En fin, tuve el mejor orgasmo de todos –chillé-.

- ¿Estabas arriba o abajo?

- Arriba –dije, con el ceño fruncido.

- Los detalles son importantes –levantó sus hombros.

- Cierto. En fin, el teléfono de Derek estaba timbrando sin parar y él se metió al baño para responder, entonces recordé que no había revisado mi celular en un rato. Lo tomé y entré por error a mis mensajes de texto. Y, ¿adivina qué, perra? Tenía un mensaje de Rafael, pero aparecía como un número desconocido, sus llamadas estaban bloqueadas y yo no recordaba haber hecho eso. Cuando Derek salió del baño le dije lo que acababa de descubrir y su expresión me lo dijo todo.

- ¿Él bloqueó a Rafael? –levantó una ceja-. ¿Qué sabe de él?

- Lo llamó –hice comillas con mis dedos-: el amigo que me cogía.

- Mierda, sabe bastante.

- Eso no importa, el punto es que no hay una razón para que actúe de esa forma, Johnny. No puede entrar a mi celular y hacer los cambios que quiera, esto ni siquiera es real. Violó mi privacidad, cada día la cadena que tengo alrededor del cuello se aprieta más y más, no sé cuánto tiempo podré con esto. Así qué... -continúo con la parte de la historia que él quiere escuchar- me puse un pijama y salí de la habitación, Derek estaba echando humo y yo lista para asesinarlo. Dormí en la habitación de huéspedes, hoy mudaré mis cosas, no tiene sentido que estemos durmiendo en la misma habitación, las personas a las que debemos engañar ni siquiera saben dónde duermo.

Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora