20. Prisionera

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Suspiré pesadamente mientras contaba los ladrillos de la pared, era blanca y tenía, como el resto del hotel, un aspecto campirano y natural. Estaba sentada en el medio de la cama, usando el conjunto negro que se había seleccionado para mí cuando salí de la ducha, buscando escapar de Derek. Aparentemente, de ahora en adelante tendría que utilizar la ropa que me indicaran y asentir mientras tomaban decisiones de mi vida.

No podía quejarme, yo era una idiota. Cuando las decisiones debían ser tomadas por mí, hacía un desastre con ellas. Un ejemplo claro era que había cogido dos veces con el mismo hombre con el que estaba involucrada en un escándalo mediático. El arrepentimiento había llegado apenas recuperé el aliento y me di cuenta de lo que había sucedido.

Ver a mi familia había sido una mierda y una sorpresa que terminó desestabilizándome, eso había sucedido. Me sentía vulnerable y Derek era la polla que estaba disponible, pero... carajo, que idiota era cuando me lo proponía. ¿Cómo mierda se me ocurría? Pensé en la cantidad de oportunidades que tuve de rechazar la habitación compartida con Derek, habían sido varias desde que llegamos de casa y nos registramos en el hotel, pero yo estaba perdida en mis pensamientos, repitiendo una y otra vez la actitud de mi padre hacía mí y el dinero que Derek le ofreció.

No me negué a pasar la noche en la misma cama que él y eso me llevó a coger con él la mañana siguiente.

«Abigail, eres una puta.»

- Me gusta –Derek salió del cuarto de baño y me señaló, de inmediato supe que se refería a mi ropa.

- Supongo que tú la elegiste.

- Héctor la trajo para ti. Necesitarás algo cómodo para el viaje de hoy.

Asentí.

- Si no hubieras huido de mí cuando terminamos te habrías dado cuenta que Héctor llegó a dejar la bolsa con tu ropa.

Él parecía ofendido, su mirada era fría y apenas me observaba antes de girar su cabeza en otra dirección. No sabía si su molestia estaba relacionada con lo que hicimos esa mañana y mi tremenda habilidad de escapar de los hombres apenas salen de mí o con cualquier otra cosa.

De cualquier forma, no supe que decir, apenas me di cuenta del desastre hui al baño con la excusa de tomar una ducha, pero en realidad estuve bajo el agua averiguando que hacer por algunos minutos. Al final, me di cuenta que debía afrontar mis consecuencias y salí, para encontrar ropa y a Derek hablando por teléfono, perfectamente vestido con una camisa y pantalón en tonalidades oscuros, combinando conmigo.

Pude quejarme de las prendas color negro perfectamente dobladas sobre la cama, pero no lo hice, no quería entablar una conversación con él y aceptarlas era más sencillo. La tela era tan fina que parecía una caricia para mi piel, no podía imaginar cuánto había costado el conjunto de dos piezas, mucho menos el bolso a juego, ni los lentes Dior. Cuando Derek se movió por la habitación y tomó las maletas, recogí mis tenis Nike, metí mis pies en ellos y lo seguí hasta la puerta, para encontrar a Héctor en el pasillo.

Todas las personas a nuestro alrededor parecían concentradas en su trabajo y asuntos, yo parecía ser la única inestable que estaba perdiendo la cabeza por cómo había transcurrido mi mañana. Agradecí la intervención de Héctor en todo momento cuando Derek y yo, acompañados por el resto del equipo de seguridad, salimos directo al automóvil y esperamos solo un par de minutos por Héctor, antes de tomar la carretera de vuelta a Madrid.

- Abigail –Derek no levantó su vista de la pantalla del celular mientras hablaba-, tendrás cuatro horas para empacar las pertenencias que necesites para los próximos meses. Tomaremos el vuelo a Barcelona por la noche.

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