34. Me perteneces

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- ¿Le dijiste "eres mío" y nadie más puede fotografiarse contigo? –Johnny hizo comillas con sus dedos mientras me observaba beber mi Martini- ¿Utilizaste esas palabras exactamente?

- No –lamí mi labio mientras pensaba en lo que había dicho-. No lo sé, no recuerdo exactamente, Johnny, cuando me di cuenta de lo que dije me congelé y... quise desaparecer, así que tomé el elevador y llegué aquí.

- Pero... ¿le dijiste "eres mío"?

- ¡Si! Le dije que era mío, el resto no lo recuerdo. El hizo su sonrisa fanfarrona calienta bragas y yo hui.

- Increíble, estás enamorada de Derek.

- No lo estoy –refunfuñé.

- No sé qué es más jodido, pensar que esto es todo un cliché de película romántica, barata y empalagosa o que te enamoraste del hombre de quien acordaste divorciarte.

- Todo esto es una película de comedia, mi vida es una comedia. Yo soy una abogada, era exitosa. ¿Qué mierda me pasó? –levanté mi Martini en el aire para que el bartender entendiera que necesitaba más alcohol.

- El video sexual te pasó.

- Todo me pasó –sacudí mi cabeza-. Quizá mi vida estaba destinada a salir mal desde el momento en el que nací en un culto.

Johnny no dijo nada, en cambio, me observó con atención mientras el bartender deslizaba nuestras bebidas por la barra.

- Thank you –le dije y él asintió antes de desaparecer. Afortunadamente todas las personas en el hotel hablaban inglés y comunicarme con el personal no sería una pesadilla-. Todo comenzó a salir mal desde que nací y mis padres catalogaron los placeres de la vida como pecado –dije-. El sexo siempre fue el peor de todos, desde entonces siempre me intrigó, apenas salí del culto necesitaba probarlo, saber si era tan bueno y tan malo como lo había imaginado. Quizá si no hubiera vivido con la negación de algo tan normal en la vida de un adulto, no hubiera caído en los encantos de Derek ni habría acabado con su polla en la boca.

- Bueno... si fuera alguno de tus padres también estaría escandalizado. ¿La boca con la que se la mamaste a Derek es la misma con la que rezabas doce horas al día? –puso su mano sobre su boca y fingió estar horrorizado.

- ¡Basta! –me reí-. Rezábamos solo 3 horas al día, pero era una tortura.

- Todavía rezas, tus padres deberían estar orgullosos de eso.

Detuve mi copa de Martini a medio camino para descifrar sus expresiones.

- Sigues arrodillándote a un Dios, pero ahora es el de la fórmula 1.

- Eres un bobo –sacudí mi cabeza a los lados y bebí mi bebida de un sorbo. El bartender pareció entender que debía estar rellenando nuestras copas, solo unos segundos después puso dos nuevas bebidas sobre la mesa.

- Por mamarle la polla al hombre más deseado de España –él alzó su copa en el aire.

Sentí el rostro caliente, pero, nadie más nos entendía nuestra conversación y las personas de seguridad que nos acompañaban estaban en la esquina del lugar, bastante lejos como para poder escucharnos.

Derek Bravo:

Es tarde. Regresa a la habitación.

Abigail Lorente:

No me esperes despierto.


- ¿Todo en orden?

- Hablando del rey de Roma... -señalé mi celular-. Quiere que regrese a la habitación, apenas son las ocho de la noche.

Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora