68. Ansiedad

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Derek

En la carrera en Italia había tenido buen resultado, algo increíble, considerando que tres días antes, Abigail había regresado a Madrid. Tuve un poco más de dos semanas libres antes de iniciar la siguiente carrera, en Singapur. Eso fue un jodido fastidio, todos los días entrenaba tres horas en el gimnasio, intentando mantener mi mente ocupada. Un día acabé destrozando la decoración de una de las habitaciones del penthouse en el que me estaba hospedando solo. Sin embargo, tuve un excelente resultado en la carrera.

Exactamente un mes después de que Abigail se fue me encontraba en Japón, preparándome para la competencia de ese fin de semana, darme cuenta de ello hizo que lanzara los cojines por toda la habitación, después el control de la televisión y más adelante los jarrones y floreros. Me di cuenta que era un experto disociando mis emociones cuando acabé la carrera de Japón, sintiéndome como mierda, pero en los tres primeros lugares.

Hablaba con Abigail dos veces por semana, para asegurarme de que estuviera haciendo lo que siempre soñó y utilizara todo el dinero que necesitara de mi cuenta para iniciar su bufete. Era obvio que mi dinero no podría remediar todo el daño que Héctor y yo le habíamos hecho, pero al menos podía volver a comenzar su vida y continuar siendo la puta ama de los divorcios. Eso era lo único que tenía claro, aunque en nuestra última llamada, Abigail había tenido más dudas que yo simplemente no supe responder.

- ¿Me estás escuchando? –en la pantalla de mi celular, Abigail había pasado de mostrarme su panza, que cada día crecía un poco más, a mirarme de frente.

Como siempre lo hacía, esquivé la mirada. No podía mirarla y darme cuenta que la estaba lastimando, algo que era evidente en cada llamada. Pero, además de ello, no quería que ella viera mis ojeras y ojos rojos. Eso delataría que mi vida se estaba yendo a la mierda y no quería explicarle que no estaba durmiendo, que tenía pesadillas constantemente sobre el día en Las Vegas y que, según mi nuevo terapeuta, cuando me sofocaba, mis manos temblaban y mi piel se erizaba, estaba teniendo un ataque de ansiedad, algo que sucedía al menos dos veces por semana.

- ¿Qué has dicho?

Ella suspiró y sentí su decepción, quizá ella pensaba que lo que me estaba diciendo no me importaba, la realidad era que me costaba concentrarme en ella y no acabar rogándole que regresara.

- Te pregunté qué estamos haciendo. ¿Cuál es tu plan? ¿Hemos terminado o seguimos? Me pediste que me fuera, me querías lejos, pero, ¿eso significa que quieres el divorcio? ¿Qué haremos una vez que él llegue? –señaló su vientre y mis manos cosquillearon- ¿Seguiremos viviendo en ciudades distintas? ¿Qué somos? ¡Joder, ni siquiera yo entiendo que estamos haciendo!

- No tengo una respuesta para eso. Pero, voy a pensarlo y te lo diré cuando te llamé nuevamente –respiré profundo, pero el aire no llegaba hasta mis pulmones, estaba comenzando a tener un ataque, o algo similar-. ¿Podemos hablarlo después?

- ¿Cuándo te vas a Estados Unidos?

- Mañana. Faltan once días para el inicio de las pruebas, pero es un viaje largo desde Japón y queremos tener algunos días para acoplarnos al horario. Quizá necesite estar concentrado aquí, pero, te llamaré después de la competencia en México y tendré respuestas.

- Cuídate.

Ella colgó antes de que pudiera responderle. Nuevamente acabé destrozando la habitación, buscando sacar lo que sentía mientras veía los objetos volar en el aire y quebrarse al caer al suelo.

La carrera en Estados Unidos fue un éxito, quedé en segundo puesto, pero eso solo me provocó gana de golpear algo o a alguien, solo para sentirme mejor. El sentimiento se intensificó cuando vi a mis padres esperando por mí en mi habitación privada del circuito.

Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora