21. La jaula

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Existe un refrán que dice, que la jaula, aunque sea de oro, sigue siendo una prisión. Muchas veces lo había escuchado, pero ese día lo comprendí. Mientras volaba a Barcelona, en un jet costoso, observada por los seis pares de ojos que viajaban en la misma cabina y completamente consciente de que cada uno de mis movimientos era vigilado. Derek y Héctor estaban conversando sobre trabajo, pero me observaban de vez en cuando, el primero con enojo y su representante con poca simpatía, pero, comenzaba a comprender que era su personalidad. Las otras cuatro personas conformaban el personal de seguridad que nos acompañaría hasta que estuviéramos en nuestro destino, a salvo.

Todos me miraban con bastante atención, eso me hizo comenzar a creer las palabras de Derek, quizá él les había pedido que me vigilaran.

Cuando aterrizamos, mi corazón se estrelló en mi garganta, fuimos sacudidos y sentí nauseas. Sin embargo, era difícil saber si me sentía de esa forma por el movimiento del avión al llegar a tierra firme o por la situación de mierda que enfrentaría apenas saliera del avión.

Bajo uno a uno los escalones del jet. El viento frío de octubre golpeó mi cara y un sentimiento de nostalgia me invadió al pensar en el lugar en el que estaba. Mi nueva residencia sería Barcelona, mi estómago ardió al pensarlo.

- Aquí comienza tu actuación, muñeca –Derek me tomó del brazo, haciéndome saltar de la sorpresa.

Rodé los ojos y me concentré en respirar. El aire llenó mis pulmones y mis ganas de golpear a Derek se redujeron considerablemente.

- ¿Crees que lo he olvidado? –solté

Lo vi sonreír, como si la idea le complaciera.

- Sé que no lo has hecho, solo quería asegurarme de que sepas que debes comportarte desde este momento, habrá muchas personas que nos reconocerán y tomarán fotografías.

Asentí, sin ganas de decir más. Caminamos en silencio por hasta una camioneta negra que nos esperaba a varios metros del jet. Derek tomó mi brazo y me concentré en respirar profundo para no explotar, se suponía que estábamos comprometidos, debía fingir. Las personas de seguridad abrieron la puerta de la camioneta para nosotros y subí al asiento trasero con Derek por detrás de mí.

- Bienvenida a Barcelona –me dijo, apenas abroché mi cinturón de seguridad.

- A la jaula –agregué.

El auto que nos trasladaba era bastante grande y lujoso, hasta el momento habíamos tenido muchos choferes distintos, imaginaba que era por seguridad, estaba claro que Derek sabía conducir. Me pregunté si yo tendría chofer siempre, esperaba que no, aunque sabía que lo más probable era que siempre estuviera rodeada de personal. Mi vista cayó en el anillo que adornaba mi dedo anular, era enorme y brillaba tanto que podía molestar mi vista, pero era la joya más hermosa y extravagante que había visto en mi vida, sin olvidar que era real. Sentí un cosquilleo en el cuello, el que te indica que te están mirando, levanté la vista para encontrar a Derek con sus ojos puestos en mí y con un gesto inexpresivo.

- ¿Qué? –solté, apenas había tenido oportunidad de meditar la pregunta cuando salió de mi boca. Lo que dijo salió de forma más agresiva de la que esperaba, pero no tenía la paciencia suficiente para lidiar con Derek ese día.

- La vista es gratuita, Lorente.

Lo vi cambiar su cara del sarcasmo a la gloria, después de decir algo que él consideraba elocuente y creativo. Eso me molestó, más de lo que debía. Pero, tenía razón, no había mucho que yo pudiera hacer o decir para evitar eso. Las personas miraban y pese a que me incomodara la mirada de muchos hombres en ocasiones, no cambiarlo.

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