12. Las Vegas

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Corrí a la entrada del departamento para abrir la puerta y encontrar a Johnny del otro lado, cargando varias piezas de ropa que recogió por mí en la lavandería.

-          ¡Gracias! Eres el mejor.

Me hice a un lado y lo vi entrar para acomodar la ropa sobre el sillón más amplio de mi sala de estar.

-          Si, si, si... Ningún asistente va caminar siete cuadras para recoger tu ropa y traerla hasta tu departamento fuera del horario laboral, Lorente. Espero me valores tanto como dices.

-          Te adoro.

Él me sonrió y lanzó un beso en mi dirección.

-          ¿Dónde está Paula? Pensé que se estaba quedando contigo.

-          Así era, pero su novio llegó a la ciudad y decidieron pasar unos días juntos en Toledo. Después regresarán a Sevilla.

-          ¡Que putada!, todos van de viaje menos el gay divertido y más valioso del grupo.

-          Johnny, no quisieras estar en mis zapatos, de verdad.

-          Vas a salir del país para viajar y trabajar con el hombre más famoso de la fórmula 1, claro que quiero estar en tus zapatos.

-          Solo es un viaje de tres días a Las Vegas. Pronto estaré de regreso, en mi oficina, resolviendo casos que verdaderamente me interesan y habré dejado atrás el trabajo con este cliente tan... difícil –eso es decir poco.

-          Estás tirando una gran oportunidad a la basura, Abi.

-          Quizá, pero eso ya no importa.

Prefería lanzar por la borda una oportunidad de trabajo que acabar cogiéndome al cliente con el que llevaba días fantaseando.

No dormí mucho, pero tampoco me sentía cansada. Cuando me levanté y entré en la ducha el cielo estaba aún oscuro. Mientras me maquillaba y arreglaba mi cabello hasta lograr que luciera presentable, solo podía pensar en lo estúpida que había sido al acceder a ese trabajo. Viajar fuera del país me emocionaba, pero, la idea de un vuelo tan largo y un cliente tan difícil me fastidiaba y me hacía difícil disfrutar el momento.

Mientras caminaba a la entrada del aeropuerto, jalar mi maleta era más parecido a jalar un ancla, parecía estar fija en el suelo, pero debía moverla, quizá mi dignidad la estaba enterrando. El vuelo a Barcelona en un avión comercial fue menos doloroso de lo que imaginé, puse mis audífonos en mis oídos y me concentré en la lista de reproducción que había descargado previamente para ese viaje. 

Increíblemente, logré mantenerme despierta todo el vuelo, a pesar de estar desvelada y emocionalmente cansada. Cuando aterrizamos en la ciudad de residencia de Derek, mi estómago cosquilleó y maldije todo, estaba por verlo, a él y su equipo completo, no sabía cómo reaccionar.

Él llegó acompañado de Héctor, una mujer pelirroja de al menos treinta años y dos hombres más.

-          ¡Lorente! –Héctor se acercó y me abrazó unos segundos. Cuando puso unos centímetros de distancia, Derek estaba frente a mí.

-          Hola, Abigail. Gracias por tu puntualidad –Derek estaba usando un pantalón de mezclilla, suéter y la expresión de seriedad más profunda que había visto en su rostro.

-          Claro –él me ofreció su mano y la estreché, luchando por no hacer evidente mi sorpresa al encontrarlo más distante de lo que regularmente era.

-          Abi –Héctor me sonrió-, ella es Lola, la estilista de Derek –la mujer pelirroja se acercó a mí y me ofreció su mano, de forma automática la tomé mientras la evaluaba, no era muy alta, su cabello era una melena corta hasta sus orejas y pese a no usar maquillaje tenía rasgos faciales bonitos.

Promesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora