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'That's us' Anson Seabra

Imbécil, insoportable, irritante, ingenuo, iluso, inestable...

Y esos son solo los adjetivos que empiezan por 'I' que se me ocurren para describir a Jacob... imagínate si llego a usar todas las vocales, no acabaría nunca. El caso es que es idiota (anda mira otro con 'I'), pero entonces yo también deberé de serlo porque no hay idiotez más grande que el enamorarse de alguien así.

Pero me estoy adelantando, antes de presentaros al idiota de Jacob primero debería poneros en contexto porque, a pesar de que creáis saber muchas cosas sobre mí, os aseguro que tan solo habéis visto la punta del iceberg, la verdadera historia comienza aquí.

Y es que, ¿alguna vez os habéis preguntado cómo sonaría la banda sonora de vuestra vida? Sin duda sería imposible escoger únicamente una canción porque la vida está llena de miles momentos diferentes, cada uno de ellos con un sonido de fondo muy distinto a otro.

Yo siempre he asociado canciones a los instantes más importante de mi vida y a medida que avanzaban los capítulos, la música variaba con ellos.

Pero sin duda alguna, si tuviera que empezar a contar mi historia con un capítulo y una canción en concreto, sería claramente el día en que me rompieron el corazón por primera vez, mientras se escuchaba en la radio 'That's us' de Anson Seabra. Ya véis, la vida es muy cabrona cuando quiere.

Pero no importa, nada de eso importa, porque todos los momentos, tanto los buenos como los malos, son los que nos llevan por un camino concreto, y gracias a ese primer corazón roto, mi camino tomó rumbo a Londres y menos mal porque si no me hubiesen dejado aquel día, nunca habría llegado a conocer al idiota que me cambió la vida.

***

Me bajé de aquel seat azul intentando reprimir las lágrimas.

Recuerdo poco de aquella conversación, tan solo había una frase que no paraba de taladrarme la cabeza; 'Prefiero que sigamos como amigos, Leyre'. Aquellas seis palabras resonaban una y otra vez en mi interior, matándome un poco más cada vez que se repetían.

Así que, disculpadme si no soy capaz de explicaros bien cómo el supuesto amor de mi vida me había dejado, de repente, con una simple conversación que no duró más de cinco minutos y es que, cuando dijo aquella frase, el resto de palabras que salían de su perfectísima boca, de pronto dejaron de sonar, tan solo percibía un ruido de fondo, como un susurro lejano, eclipsado por el estrepitoso ruido que hizo mi corazón al romperse en mil pedazos.

Aun así, logré mantener la compostura. Asentí a cada frase que decía mientras trataba de no mirarle directamente a los ojos.

No pedí explicaciones, no las quería escuchar, al menos no en ese momento. Tan solo quería irme lo antes posible de aquel aparcamiento, echar a correr y llorar hasta agotar mis lágrimas.

-Leyre.

Su voz sonó desde el otro lado del coche. Me obligué a mí misma a levantar la cabeza y vi que se acercaba cada vez más hacia mí.

Con cada paso que daba, notaba como mi cuerpo temblaba cada vez más y mi garganta se iba cerrando.

Bajé la vista rápidamente al suelo, no quería mirarle, no quería ver su expresión apenada, no quería su compasión, ni tampoco su consuelo, yo le quería a él... pero él a mí no.

-Leyre- posó de pronto su mano sobre mi hombro para obligarme a levantar la cabeza- De verdad que lo siento, no quiero hacerte daño pero creo que es lo mejor.

-No importa, Lucas- logré decir con las pocas fuerzas que encontré dentro de mí.

-Sí que importa- trató de abrazarme pero di un paso atrás para alejarme. Si me abrazaba me derrumbaría en sus brazos y no me lo iba a permitir- Pero es que no sé cómo hacerlo mejor, cómo hacer para que no acaben mal las cosas. Lo siento, de veras.

Cogí aire con dificultad y parpadeé lo más fuerte que pude, tratando de ahuyentar los puntitos negros que se habían formado en mis ojos.

-No... no pasa nada, lo entiendo- apreté con fuerza los puños para intentar mantener la calma y no echar a correr- Ya no me quieres...

-Sí que te quiero- me cortó, avanzando otro paso- pero no de esa manera, creo que siempre te he querido como a una amiga y... bueno, he confundido las cosas y yo... lo siento.

-Vale.

Y dejando esa última palabra flotando en el aire, me di la vuelta y me fui.

Me alejé, despacio, con los ojos vidriosos, la respiración agitada y el corazón hecho mil trocitos.

Creo que dijo algo más a mis espaldas pero ya no alcancé a escucharlo, solo quería desaparecer y olvidarme de todo.

Olvidar que le quería y que él a mí no. Olvidar todos los momentos que pasamos juntos. Olvidarme de su risa, de su olor o de cómo se me erizaba la piel cuando me tocaba... Olvidarlo a él y todo lo que me hacía sentir. Porque amar a alguien que no te quiere es el peor de los castigos porque por mucho que luches por cambiarlo, no es posible. Y tú te esfuerzas, día tras día, en intentar ser mejor, ser suficiente para esa persona. Lo das todo por ganarte su cariño y, al final, no sirve para nada. Y es entonces cuando empiezas a preguntarte; '¿Por qué no soy suficiente?', '¿Por qué no me quiere?', '¿Qué tengo de malo?'.

Poco a poco, ese tipo de preguntas se empezaron a volver tan constantes en mi día a día que ya ni me daba cuenta de lo mucho que me controlaban.

Dejé de comer, empecé a hacer deporte sin parar porque pensaba que, si tal vez cambiaba mi físico, él volvería, pero no  fue así.

Así que, tras mes y medio de esfuerzo, empecé a asumir que no regresaría. Y fue entonces cuando mi estilo de vida cambió drásticamente.

Salía constantemente de fiesta ya que no aguantaba el quedarme en casa porque, cada vez que me quedaba sola, me invadía la angustia y una presión en el pecho me empezaba a ahogar, así que procuraba hacer todo lo posible por evitarla.

Empecé a irme a la cama con todo aquel que me apeteciera, simplemente porque podía.

Dejé de estudiar y comencé a centrarme en mi música. Me encerraba en mi habitación y no salía hasta que no quedaba satisfecha con el resultado. Al principio tan solo me dedicaba a aprender canciones pero, era tan fuertes las emociones que acumulaba dentro que no tardaron en salir pronto a la luz. Comencé a escribir canciones originales, sobre como me sentía. No eran buenas, lo sabía a la perfección, pero al menos me servían para desahogarme.

Pero nada bastaba, nada era suficiente y el vacío que sentía dentro cada día crecía un poco más y fue así como me empecé a consumir.

Solo yo #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora